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    Enseñar en tiempos de grieta

    04 de septiembre de 2016 - 09:45
    Enseñar en tiempos de grieta
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    Por Sebastián Puglisi

    Si algo tenemos claro muchos de los docentes que trabajamos a diario en cualquiera de los niveles del sistema educativo es que entre, otras cosas, formamos para el ejercicio de la democracia y la ciudadanía.

    Van quedando pocos docentes (y créanme que aún los hay) que entienden que el maestro es el único que sabe, el único capacitado para elegir entre varias opciones que pueden suscitarse en un aula, y el único que puede decidir y pensar en la escuela.  

    Algunos otros, creemos que el conocimiento se construye, que es bueno escuchar la voz de los estudiantes y que, en muchos casos sobre todo con el uso de tecnologías, el estudiante tiene acceso a materiales más actualizados que los que tiene el propio docente. Eso por sí solo y para quienes pensamos distinto, ya genera una “grieta”  que nos hace mirar al sistema educativo desde veredas opuestas.

    En nuestro país, y no solamente en la docencia, siempre hubo diferencias insalvables. Siempre hubo “grietas”.

    Creo que en Argentina a nadie ya hay que explicarle el nuevo significado de la palabra grieta.  Esa división social y política que existió y existe y que fue profundizada por dos sectores a uno u otro lado de un gobierno que duró 12 años en Argentina. Pero léase con detenimiento: profundizado por dos sectores, de un lado o del otro. Los niveles de agresión han sido similares. Ya ni importa por quien iniciados, importa que las respuestas de uno y del otro lado, son parecidas.

    Si decimos que la escuela es la caja de resonancia de lo que pasa en la sociedad, entonces debemos saber que esta grieta, también “se mete” en la institución educativa. Y lo que es peor, desde mi punto de vista, es que en algunos casos la siguen abriendo y profundizando los docentes. Creo que un educador debe aceptar y no desconocer la existencia de la diferencia pero también entiendo que debe trabajar para achicar “anchura” y “profundidad” de la diferencia, aceptando que existe y que de todos modos, guste o no, seguirá existiendo.

    La grieta existe, ¿y qué?

    No puedo esconderla ni taparla con la mano. Está. Pero que la conozca, la acepte y la comprenda, no quiere decir que me deba poner en papel de  promotor de la misma para contribuir a su profundización. No lo creo. Estaré de un lado o del otro, pero la tarea del educador, sabiendo que no la cerrará, deber ser la de tender un puente de comprensión a uno y otro lado.

    No puede ni debe el maestro ser un promotor de la misma. Debe enseñar que la agresión no se responde con más agresión. De no ser así, estaríamos entrando en el tan famoso y penoso consejo familiar: “si te pegan, devolvéla”.

    Salvando las distancias, sería como pedirle al “barrabrava” que no se golpee con el simpatizante de otro equipo y estar viendo al presidente del club, tomarse a golpes de puño en las tribunas. Veo penosamente que algunos colegas incitan desde el aula al odio de un sector hacia el otro de manera explícita. No poniendo sobre la mesa su punto de vista y escuchando y aceptando la mirada distinta, sino aseverando que su comprensión de la realidad es la única posible.

    Estoy convencido que lo que debemos hacer los educadores es ayudar a los chicos, adolescentes y jóvenes a que se formen en un marco de libertad y de respeto pero también de denuncia y crítica ya que de las mejores combinaciones de éstos términos, entre otros, tendremos la posibilidad de formar ciudadanos críticos y reflexivos para que puedan construir su futuro.

    Algunos estamos convencidos que esa tarea, comienza en el jardín de infantes.

    Comprendo perfectamente que hay cosas que un niño no podrá elegir en su segunda sección del nivel inicial, por dar un ejemplo, pero otras tantas sí. Hay elecciones que el niño puede hacer y que lo van formando.  Hay discusiones que se podrán dar en el nivel secundario y otras tantas que el docente las propondrá en el nivel primario, pero la escuela debe ser el ámbito para construir ciudadanía.

    Ahora bien, ¿por dónde empezar, si pretendemos que esta tarea comience en el jardín de infantes y se continúe hasta el nivel superior?

    Sin lugar a dudas este trabajo debe comenzar en los profesorados. En la formación de maestros y profesores.

    Difícilmente podamos pretender que un estudiante sea crítico y reflexivo si su maestro no lo es, si no aprendió a serlo. Difícilmente podamos pedirle a un profesor o profesora en ejercicio que colabore con sus alumnos para que permita que los estudiantes trabajen colaborativamente si él o ella no son capaces de hacerlo. Difícilmente un maestro o una maestra podrán respetar el pensamiento diverso del alumno o su familia si no entiende que la grieta existe y que debe trabajar para que se aprenda a respetarla. Que media escuela lo verá de una manera y media de otra.

    Pero cuidado, porque dos medias escuelas no forman una sola escuela. Aprendamos a convivir en un marco de respeto por el otro y con el otro. No queremos pensamiento único. No nos sirve, no nos hace crecer. Necesitamos la discusión y el debate. Pero no importa en cuál de las orillas nos paremos. El otro es tan ciudadano como yo. Estará más o menos equivocado desde mi punto de vista, pero me debe y le debo respeto a su opinión. No formemos fanáticos. Todo fanático es, a la postre, un violento. No formemos violentos. Formemos en los valores de la democracia. A la democracia la alimentamos con partidos políticos fuertes, con alternancia en la representación política, con discusión, con debate y con pensamiento distinto.

    Nuestra democracia es muy joven y hay que seguir apuntalándola día a día. Hay que empezar por ser hospitalario con el otro. El otro es como es, no como quiero que sea. No es necesario que sea como yo. No es necesario que piense como yo. La grieta existe, pero lo que no debe existir es la violencia a ambos lados de la misma.

    Insisto, para lograrlo, debemos poner “manos a la obra” desde la formación docente. Una formación docente que debe incluir formación ciudadana. Trabajo con estudiantes que en muchos casos me han hecho notar que en el tercer año de su profesorado –a solo un año de comenzar a ejercer la docencia-, no conocen el significado de la palabra república y a qué alude que nuestro país adopte para sí la forma de gobierno representativa, republicana y federal. Es preocupante. Necesitamos maestros que ayuden a sus estudiantes a construir ciudadanía. Hay que generar el espacio de formación ciudadana en los profesorados de manera inmediata porque son los profesionales de la educación quienes luego deberán trabajar con sus alumnos cotidianamente cuestiones de formación ciudadana y no podrán hacerlo si no están formados. La escuela debe ser un lugar en el que nos encontremos aquellos que tenemos los mismos o distintos puntos de vista y aceptar al que piensa distinto desde su singularidad. Entiendo que es la única manera en que puedan los maestros y maestras asumir, comprender y aceptar, entre otros temas, que en la democracia hubo, hay y habrá grietas, pero que el docente no debe colaborar a ensancharlas y profundizarlas.

    puglisi

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