“Marita” Peralta y el asado que le curó el corazón
“Mis viejos son la base de todo. Cuando llegué de Río, me estaban esperando con un asado. Estaban súper orgullosos…” María de los Ángeles Peralta se quiebra. Se lleva las manos a sus ojos y trata de secarse las lágrimas. A los pocos segundos, con la voz entrecortada, continúa: “Una de las cosas que me ponían tristes era saber que ellos estaban tristes. Porque saben de la pasión con la que lo hago. A ellos no les importan mis resultados deportivos. Me dijeron: ‘Para nosotros sos la mejor, estamos orgullosos de todo lo que hiciste. Tu carrera no es Río, es todo lo que hiciste’”.
La herida que le generó no poder terminar el Maratón en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro empezó a cicatrizar con esa recepción cálida de mamá Isabel y papá Abdul, el mismo que cuando era chiquita la acompañaba en bicicleta mientras ella corría desde Colón y 180 hasta el hipódromo. “Mi papá tiene 80 años. Me hizo un asado, un fernet y arrancamos…Después de escuchar a mis viejos, ya no necesitaba nada más”, explicó “Marita”, en una extensa charla con El Marplatense.
“Marita” tiene 38 años y este domingo, con el mini maratón de APAND, se cumplieron 30 de que empezó a correr. Los celebró de la mejor manera: acompañó a sus hijas Maia (8) y Ainhoa (6), que corrieron esa misma carrera que encendió su alma en 1986. “Corrieron las dos y una ganó medalla. La verdad que me encanta ver a mis hijas y a todos los nenes. Cuando estaba inscribiendo a mis nenas, me agarró la nostalgia y pensaba en que mi mamá, 30 años antes, había hecho lo mismo conmigo. Me acuerdo que yo le agarraba la mano y no quería que me deje, lo mismo que viví yo ahora con mis hijas…” recordó.
“Marita” Peralta ganó 23 títulos nacionales, batió 31 récords entre locales y provinciales, compitió en Mundiales, Sudamericanos y en dos Juegos Olímpicos. Este animal competitivo, de una personalidad extremadamente sensible, atraviesa la etapa final de su carrera en el alto rendimiento. Salvo para las grandes citas, reconoce que ya le cuesta motivarse. Aunque enseguida aclara que nunca abandonará su pasión: “Yo corro cuando estoy triste, corro cuando estoy feliz… Me despeja la cabeza, por eso nunca voy a dejar de correr”. Mientras tanto, recupera el tendón de su tobillo y volverá a correr el 6 de noviembre en el Maratón de Nueva York , uno de los más populares del mundo y para el que fue especialmente invitada, junto con Mariano Mastromarino. “Recién ahora arranco con doble turno, estoy trotando 15 kilómetros más o menos y hago kinesiología todos los días. No estoy 10 puntos, pero el umbral de dolor me deja correr”, explicó. “Al Maratón de Nueva York lo voy a disfrutar. Es uno de los más famosos del mundo y quiero terminarlo”, agregó.
-En tu etapa final en el alto rendimiento te encontrás con tus hijas empezando a correr. ¿Cómo lo vivís?
-Una de las cosas por las que estoy viendo que me alejo del alto rendimiento es porque mis hijas ya están en edad de comenzar. Y yo llegué a donde llegué porque mis viejos me han acompañado desde mis comienzos. Ahora me toca a mí. Ellas tienen que empezar a despegar y necesitan una mamá que las acompañe. La verdad que he conseguido más de lo que esperaba en mi vida. He recorrido el mundo, he ganado todas las carreras que he querido y competí en dos Juegos Olímpicos, algo sumamente difícil. Tuve una carrera limpia, puedo mirar a cualquiera a los ojos porque lo que conseguí fue por haber entrenado, sin ninguna trampa. No necesité nada para correr rápido. Creo que terminarla así está buenísimo. No te digo que me voy a retirar ya, porque por ahí meto algún maratón el año que viene, porque me quiero desquitar. Voy a tratar de llegar lo mejor posible a Nueva York, pero no voy a llegar 10 puntos después de tanto parate.
- ¿Te cuesta pensar en el retiro?
-No, yo siento que el atletismo ya me dio todo. No siento que tengo que seguir. Llega un momento en el que cuesta motivarte. Me motiva un campeonato del mundo o una clasificación a un Juego Olímpico. Pero después de eso, es difícil. Es como que la vara cada vez es más alta. Igual, me gustaría correr otro maratón fuerte, siento que todavía tengo piernas. Yo para Río estaba muy bien, estaba muy bien (repite). Creo que me quedó esa espina de no poder volcar en Río todos los meses que había entrenado.
“Son los riesgos de ir por todo”
- ¿Fue difícil superar lo que te pasó en Río?
- El tema no era el Juego Olímpico, sino todos los meses que había entrenado, todo el cansancio, las salidas que no hice con mis hijas… Eso fue lo que me costó procesar. Pero no estuve enojada, estuve triste. Pasé unos días en Buzios con mi familia y no me pude enojar con nada ni con nadie. Me ha dado mucho este deporte y son las reglas del juego. Yo fui por todo. Estuve con el médico, con mi entrenador (NdeR: Leonardo Malgor) y no paré nunca. Siempre tuve dolores, pero es propio del alto rendimiento. Lo que hacemos no es saludable, porque vos para correr un maratón corres 200 kilómetros por semana. Para mí era importante meter el último fondo de 30 kilómetros y lo quise hacer. Ahí me lesioné. Son los riesgos de ir en busca de todo.
-Dejaste la carrera en el kilómetro 19, ¿ahí empezaste a sentir el dolor más fuerte?
- En el kilómetro 12 ya tenía un dolor insoportable. Ahí se me empezó a hinchar. Yo ya tenía muy inflamado el tendón. En realidad, yo me di cuenta que estaba complicada en Colombia, cuando terminé de hacer el fondo de 30 kilómetros y el tobillo se me hinchó demasiado. Ahí el médico llamó a un pueblo y me hice una resonancia. El tobillo estaba con mucho líquido y no podía correr porque había que esperar que se desinflame. Estuve seis días sin correr. Ahí dije: “Estamos en el horno”.
-¿No pensaste en bajarte, en no correr?
-No te podés bajar de un Juego Olímpico. Aparte era un lugar que yo me había ganado y para lo que había entrenado durante meses. Yo tenía la esperanza que caiga un rayo y se me pase el dolor… No sé. No existe la posibilidad de que te bajes. Me hubiese bajado si me hubiera lesionado 20 días antes, pero fueron pocos días antes.
Minutos antes de la entrevista, Peralta había corrido 15 kilómetros. Tras media hora de charla, el mediodía se acercaba. Y un llamado impostergable le puso fin a la nota. “Soy una mujer que da vuelta la página. Estuve triste por lo de Río, pero ya me enfoqué en resolverlo… Me está llamando mi papá, me están esperando para almorzar”.