Santín, un marplatense en la Selección de sordos e hipoacúsicos
A los 20 años, Lucas Santín hizo realidad uno de sus sueños: representar a la Selección Argentina. Luego de una prueba en Ezeiza, el delantero de Libertad en el fútbol local quedó seleccionado para el equipo nacional de sordos e hipoacúsicos y esta semana jugará en Brasil por las Eliminatorias Sudamericanas.
En una etapa difícil de su vida, por la reciente muerte de su madre, Lucas le dio un motivo de orgullo a la vieja, esa mujer que siempre lo apoyó para que siga adelante en su sueño de ser futbolista. “Yo hablaba con mi mamá y después del difícil momento de su muerte, siempre me acuerdo de ella y hago lo que ella quería: sigo jugando a la pelota”, explicó en diálogo con El Marplatense. “Yo siempre soñé con vivir del fútbol. Antes me peleaba con todos mis hermanos para poder ir a entrenar, y la única que siempre estaba y me bancaba era mi mamá. Ahora que pasó esto de la Selección, todos mis hermanos me apoyan, me alientan y se acuerdan de mi mamá: 'Qué boludos que fuimos', dicen. Ellos estaban acostumbrados a otra cosa, porque cuando eran chicos tuvieron que laburar querían que yo haga lo mismo. Pero ahora entendieron el mensaje y están contentos”, profundizó el admirador de Carlos Tevez.
-¿Cómo se dio esta chance?
-Tengo un amigo, Mauricio Juanola, que se enteró de que andaban buscando jugadores para la Selección Argentina y me propuso a mí. Vinieron a Mar del Plata a ver dos o tres partidos y les gustó como jugué. Entonces me citaron a una prueba en Buenos Aires y quedé. Este fin de semana estoy entrenando en Buenos Aires, preparándome para ir a Brasil.
-¿Era uno de tus objetivos?
-La verdad que siempre soñé jugar en la primera de Libertad. Entrené y se me dio. Pero ahora, estar en la Selección Argentina de sordos e hipoacúsicos es un sueño.
-¿Te resulta complicado desempeñarte en el fútbol local con tu problema para escuchar?
-Dentro de la cancha, si el técnico me grita y no lo escucho, el técnico les habla a mis compañeros y ellos me explican. No es necesario escuchar tanto. No me resulta tan difícil. Es cierto que no escucho bien, pero tampoco es para exagerar. Mis compañeros me gritan fuerte y, si los tengo cerca, los escucho.