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    Elizabeth Eichhorn, la escultora que inmortalizó a Olmedo en la costa

    05 de marzo de 2017 - 09:56
    Elizabeth Eichhorn, la escultora que inmortalizó a Olmedo en la costa
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    En la mañana del 5 de marzo de 1988 nadie esperaba que la sonrisa que logró ganarse el corazón de todos los argentinos se apagara de una manera tan inexplicable. Con una estrepitosa caída del balcón de uno de los departamentos ubicado en el piso 11 del edificio Maral 39, Alberto Olmedo se despedía para siempre de su público en pleno auge de su carrera, cuando en cada noche de ese verano se encargaba de romper todas las taquillas en la ciudad con su espectáculo "Éramos tan pobres". El cielo gris y las nubes que aguardaban con un tono amenazante, acompañaron un triste sábado que dejó atónito a todo el país con la ida de uno de los comediantes más importantes en la historia argentina.

    Sin embargo, 19 años después de la muerte del capocómico, Elizabeth Eichhorn tampoco se esperaba el pedido que le iba a llegar desde el Sindicato Único de Trabajadores del Espectáculo Público y Afines de la República Argentina (SUTEP): hacer un busto de "El Negro". Fue así que la propuesta llegó a sus manos y, en febrero de 2007, le dio forma a una escultura que no escatima en detalles y que mantiene viva en la costa de la ciudad la alegre figura del humorista, que permanece a sólo 100 metros del edificio donde tuvo lugar su trágica partida.

    Para la escultora, nacida en Junín pero que con un acento particular reconoce ser una "marplatense más", no era la primera vez que le tocaba encarar un proyecto semejante. La artista, de 59 años, realizó el primer monumento a Diego Armando Maradona, que actualmente se encuentra en el "Museo de la Pasión Boquense", pero también se hizo cargo de homenajes similares a figuras como Juan Román Riquelme, Carlos Bianchi, Martín Palermo, Ángel Rojas, Matías Almeyda, entre otros tantos.

    No por nada el destacado nombre de Elizabeth Eichhorn, esposa del reconocido escultor Hidelberg Ferrino, ya fallecido, que llevó adelante la construcción del monumento a Cervantes que está ubicado en la esquina de Plaza España, fue el primero que apareció en la lista de candidatos para poder concretar el busto retrato del comediante rosarino.

    En la intimidad de su taller, la escultora le abrió las puertas a El Marplatense y en medio de una infinidad de obras, materiales y herramientas, revivió las experiencias, recuerdos y sensaciones que le dejó haber sido la artífice de uno de los tantos homenajes sobre "El Negro" que se encuentran a lo largo y ancho del país.

    - ¿Cómo le llegó la posibilidad de hacer esta obra?

    - Acababa de venir de un viaje largo de España y me contactó la gente del Sindicato que tenía la perspectiva de hacer un busto a Olmedo. Antes ya había hecho a muchos personajes conocidos, pero me encontré por primera vez con un personaje totalmente diferente. Me sentí muy gratificada y contenta porque me daban ganas de hacerlo.

    - ¿Qué es lo que encontraba de diferente en Olmedo?

    - Todas las obras son diferentes e importantes, pero Olmedo es una figura en la que no hay polémica. Olmedo llegó al corazón de todos los argentinos. Olmedo es para todos, para niños y para grandes. Era muy grato hacer algo que llegara al corazón de todos.

    Fue una obra hecha por gratitud. Los que me la encargaron son personas muy agradecidas, porque él les dio mucho; se preocupaba mucho por la gente trabajadora. Si alguien se enfermaba, él los ayudaba de su propio bolsillo; si necesitaban otra cosa, siempre estaba ahí. Y el cariño de esta gente hizo que los moviera para que hiciera este homenaje.

    La inauguración de lo que había sido la primera escultura fue muy emotiva, porque estaban sus hijos, sus colegas y el público entero. La noche de la inauguración fue multitudinaria. Tengo un recuerdo muy lindo y cálido.

    - ¿Cómo era ese vínculo artista-espectador, qué significó Olmedo en su vida? 

    - Lo recuerdo de muy chica, cuando lo veía como Capitán Piluso. Si me hubieran dicho en ese momento que lo iba a retratar me hubiera resultado increíble. Era fascinante la habilidad que tenía de representar a personajes tan emblemáticos; siempre hay un sector de la población que se identifica con él. Me reía mucho realmente porque era un humor muy ingenioso y donde sin decir nada, se decía todo.

    - ¿Y su muerte cómo la recibió? ¿Recuerda aquel día?

    - Me acuerdo cuando me lo dijeron y fui a verlo en el televisor. La verdad que fue como si una parte de mi vida se hubiera terminado abruptamente. No lo podía creer; era como si me hubieran quitado algo. Lamenté que fuera así y en esas condiciones.

    Para materializar el retrato de Olmedo, Eichhorn eligió mostrar al comediante con una postura "elegante" y con su sonrisa imborrable. La escultura es precisa en detalles mínimos, por lo que puede percibirse el reloj que "El Negro" utilizaba, su anillo y los gemelos que adornaban el traje. De acuerdo al modo en que fue colocado el busto en Rivas y la Costa, el capocómico le da la espalda al Maral 39 que supo ser testigo de su muerte y, al mismo tiempo, observa de frente a cada una de las personas que pasan por allí.

    - ¿Cómo logró definir el retrato y darle esa expresión tan particular al busto?

    - Primero es necesario estudiar la estructura. Todos somos estructuras geométricas y nuestra anatomía es geometría. Es preciso ver todos los ángulos de un retrato sino tengo a la persona junto a mí. Todo lo tengo que resolver a través de información bidimensional y es más complicado porque a veces no tengo todas las fotos que yo quisiera.

    Cuando empecé a trabajar en la escultura, buscaba fotos de Olmedo más o menos de la misma época en las que estuviera sonriendo pero de una manera más cotidiana y no tan del cómico. Olmedo tenía muchas expresiones, no era un hombre serio. No había una foto donde pudiera estar un poco más serio. Siempre era alegre y siempre era feliz. 

    Me contacté entonces con la empresa Roldán, que sus dueños eran muy amigos de Olmedo, y ahí pude conseguir una foto familiar de él en la que está mirando con mucha ternura a sus hijos. Esa fue la expresión que me gustó.

    - ¿Y por qué eligió esa expresión en la escultura?

    - No quería hacer al cómico, quería hacer a la persona, a ese personaje que era en la vida diaria: un hombre elegante y sencillo. Mi desafío era encontrar una faceta más íntima, al hombre de todos los días. A veces vemos al cómico, al futbolista, al científico, al prócer, pero a mí lo que me interesa es mostrar el ser humano.

    Próceres ya tenemos muchos y, personalmente, lo que me gusta es representar la parte humana, cálida y accesible para que la gente vea al personaje como alguien que es igual a uno. Olmedo con todo lo que nos dio, se debe a la gente porque la gente le respondió con el mismo afecto con el que él hacía los espectáculos. Me gusta que la escultura tenga una expresión que conecte con la gente, para que cuando la gente la mire también participe un poquito con ella.

    - ¿Cuánto tiempo le llevó hacer la escultura?

    - La escultura es trabajosa y un busto del tamaño de Olmedo, que mide metro y medio, me llevó cuatro meses. Me gusta trabajar primero modelando con una arcilla muy dócil que lleva 60 años mojada y que me permite hacerle los detalles a mi gusto.

    Empieza todo un proceso de molde de yeso que es bastante engorroso, pesado y de detalles precisos para que no falle y una vez hecho ese molde, lo empiezo a trabajar capa por capa y con aislantes. A esta escultura se le dio un color que trata de ser lo mas duradero posible frente al mar y tiene una protección de laca, que es la que se usa en los barcos, para que tenga el menor mantenimiento posible. Ya tiene muchos años y el color se sigue conservando.

    - ¿Cómo se eligió el lugar para la obra?

    - Ellos me habían pedido que eligiera el lugar para emplazarla. El sindicato quería emplazarla frente al edificio donde él falleció pero yo no lo quise ahí porque me parecía muy triste y que no era correcto. Elegí el punto exacto para hacer el cimiento a 100 metros del edificio.

    Y cuando coloqué a Olmedo, que fue hecho con esa intención, el busto queda de espaldas a ese edificio porque lo que él está haciendo en realidad es mirar a la gente que pasa. Lo que queríamos hacer era un homenaje, no un santuario.

    La obra original, inaugurada el 27 de febrero de 2007, debió ser realizada nuevamente años después debido a los daños irreversibles que sufrió durante un hecho vandálico que se produjo a mediados de julio de 2008. Con el mismo material (fibrocemento plastificado en símil piedra), Elizabeth Eichhorn construyó otro busto en 2009 que volvió a ser emplazado en el mismo lugar de la costa.

    - ¿Qué sintió cuando rompieron la primera escultura?

    - Cuando la policía me llamó por teléfono, fui enseguida para allá con la esperanza absoluta de armarla de nuevo, pensando que quizás se habían roto sólo algunos pedazos. Pero cuando llegué, quede impresionadísima porque el pedazo más grande era más chico que la palma de mi mano. Parecía que había estallado la obra y no tenía posibilidad alguna de arreglarla. Sentí dolor porque, caramba, la había hecho con mucho cariño. Pero evidentemente la maldad va a todos los rincones.

    Tuve que hacer de nuevo la obra en el mismo tiempo, hay gente que cree que la arreglé. Traté de hacerla lo más parecida posible. El material con el que trabajé fue el mismo pero el anclaje fue distinto. Pusimos dos hierros muy altos que prácticamente abarcan toda la figura y una amalgama que lo pegara mucho más grande. Ahora es imposible sacarla, la tendría que sacar una grúa.

    - Con el paso de los años, ¿le encuentra algún significado distinto a esta escultura?

    - La verdad, una vez que la obra está colocada me cuesta recordar que salió de mi taller. Sí recuerdo bien las experiencias de cuando la hice, pero una vez que está colocada me parece que ya no es mía. Es muy gratificante cuando la gente reconoce la obra. Se dice que lo bueno es que la obra vaya delante del autor, y a mí eso es lo que me gusta. Me pueden olvidar, pero la obra va a estar ahí siempre.

    Y es así, que al cumplirse 29 años de la muerte de uno de los humoristas más icónicos de nuestro país, la imagen y la sonrisa inigualable de "El Negro" sigue tan presente como siempre en nuestros corazones gracias al templo de la amistad que supo cosechar el capocómico rosarino y a las prestigiosas manos de Elizabeth Eichhorn.

     


     

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