“En WhatsApp, las dos preocupaciones son ser ignorados y estar vigilados”
Lo que funciona como una herramienta ágil de comunicación, para muchos puede llegar a ser estresante. El WhatsApp, un sistema de mensajería instantánea que se instaló con fuerza en los últimos años, genera un estado de alerta constante y hasta angustia en aquellas personas que están pendientes de la respuesta del otro. Mucho más cuando la aplicación confirma que el receptor ya vio el mensaje. A su vez, ejerce una presión en quienes se sienten obligados a satisfacer la demanda. Y en muchos casos, es utilizado como un mecanismo de control, que genera en algunas personas la sensación de sentirse vigiladas. Es por eso que muchos usuarios deciden desactivar la opción que muestra su último horario de conexión.
Mora Matassi se graduó en Comunicación en la Universidad de San Andrés. Para su tesis, eligió estudiar los efectos del WhatsApp en jóvenes desde los 18 a los 23 años. “Yo estaba cursando el último año de la carrera en 2014 y, en ese momento, WhatsApp ya estaba bastante instalado entre los jóvenes. Apareció la ultima hora de conexión como algo importante en el discurso de las personas y también el “visto”, que es la confirmación de lectura del mensaje, como una especie de novedad, porque se oficializó a partir de determinado momento con el doble tic azul. Yo veía que había cierta preocupación entre mis pares sobre el tema, en el sentido de algún tema que surgía siempre que se hablaba de vínculos amorosos, por ejemplo”, le dijo a El Marplatense. “Me di cuenta que era algo relevante para los jóvenes y que era interesante de estudiar, porque no había mucho escrito sobre el tema”, agregó.

El trabajo de Mora se reflejó en una nota publicada en la revista Anfibia, bajo el título “Me clavó el visto”. La publicación tuvo una gran repercusión, sobre todo por las escenas que describió la autora. “Lo que hice fue realizar grupos focales (focus group), con 23 participantes jóvenes y con 5 participantes de más de 35 años. Pero me enfoqué en gente de 18 a 23 años sobre todo. Separé a los participantes por género, tenía grupos de amigos varones y grupos de amigas mujeres. Eso tenía que ver con que en un contexto de mayor confianza iban a poder contar más anécdotas personales. Y me encontré con una serie de anécdotas personales que nunca me hubiera imaginado”, explicó.
-¿Con qué tipo de historias te encontraste?
-Me encontré con peleas en el grupo focal, entre amigos, porque se habían clavado el visto. También las anécdotas que cuento en la nota, como una participante que para San Valentín se puso una alarma en el teléfono para levantarse a las 4 de la mañana, para que la última hora de conexión quede grabada a esa hora y la persona con la que estaba entablando un vínculo pensara que ella había salido. También una madre que le preguntaba a la hija por qué se había acostado a determinada hora porque había visto su última hora de conexión. También esto alcanza los vínculos laborales. Tenía entrevistadas que me contaban que no podían tener la última hora de conexión activada en su WhatsApp porque tenían al jefe y no querían que el jefe pudiera potencialmente saber que había salido de noche… Esto nos habla de la importancia que empiezan a tener estas piezas en la gestión de los vínculos y también porque parecen dar información certera sobre la vida de las personas.
-¿Cuáles son las preocupaciones que genera WhatsApp en la gente?
-Yo creo que las preocupaciones son dos. Por un lado, la preocupación por ser ignorado. Esta cuestión de ponerse en juego en vínculo y que no sea recíproco. Eso a uno lo deja en falta y es una fuente de angustia. La segunda cuestión es la de tener que rendir cuentas, La idea de que uno tiene que rendir cuentas por sus acciones y de que uno está controlado o vigilado por su entorno es estas plataformas. Estamos en un contexto de tendencia al contacto perpetuo. Es decir, la idea de que yo con mi dispositivo móvil me puedo conectar con el mundo, pero eso tiene como contracara que el mundo me puede demandar a mí en cualquier momento y en cualquier lugar. Yo me puedo conectar con otro en cualquier momento, pero el otro también se puede conectar conmigo y es probable que me demande.
-¿Notaste cierto sentimiento de culpa en quienes no pueden responder a la demanda?
-Sí, la idea de la culpa aparecía constantemente en los grupos focales. Aparecía en forma de una necesidad de ser cortés. Uno de mis hallazgos es que la confirmación de lectura, la gestión del visto, se vincula con la cortesía lingüística. Como me comporto con el otro para que el otro no se sienta ofendido. Cómo me comporto con el otro, para que el otro resguarde mi propia imagen como una persona que interactúa. La idea de que clavar un visto es algo descortés, es algo que preocupa a los usuarios, que tienen que estar prestando atención para no dañar la imagen del otro ni la propia imagen. Esto, como contrapartida, tiene una gran presión por estar pendiente del dispositivo y una presión de tener que dar una respuesta inmediata.
-¿Te sorprendiste con el relato de alguna situación de stress?
-Hay un caso de una entrevistada que había mandado un mensaje de voz a una amiga, que había pasado por una situación difícil de su vida, y esta amiga le clavó el visto a una nota de voz. No digo que haya sido grave, pero esta entrevistada se preocupó mucho, porque pensó que había dicho algo incorrecto, algo que había caído mal o desubicado. Le causó preocupación y empezó a dudar del estado del vínculo con esa persona. También hay situaciones con los jefes. Algunos entrevistados decían que les resultaba imposible clavarle el visto a su jefe, porque podía llegar a poner en riesgo el vínculo laboral.
-Está claro que mucha gente utiliza la aplicación de una forma más relajada…
-Sí, yo tenía grupos de amigos y ahí podía ver qué rol cumplía cada amigo en el grupo. Y, si bien había una gran proporción de entrevistados que estaban preocupados por el tema, yo encontré casos que trataban de restarle importancia al hecho. Es que la importancia que se le otorga al visto está regulada por dos cosas: por el vínculo que se tiene con el otro, en el sentido de si es un vínculo romántico, laboral o de amigos; y por otro lado, el conocimiento de la persona específica. Si uno sabe que el otro tarda en responder o no tiene el celular consigo todo el tiempo, o no le presta atención al WhatsApp, la preocupación disminuye. Mientras tanto, si la otra persona está siempre con el teléfono y siempre responde, esta situación es más preocupante. Es decir, se generan ciertas expectativas con el otro, sobre cuál es el ritmo de respuestas establecido. Cuando se viola esa expectativa, es donde aparece la preocupación.
-En una escena, contás sobre una persona que se desconectó por unos días de WhatsApp y descubrió que se sentía mejor…
-Sí, eso es algo paradójico, porque esta persona después volvió a WhatsApp. Lo paradójico es que, por un lado, está la idea de que uno estaría mucho más tranquilo y relajado si no tuviera la aplicación. Pero por otro lado, al no tener la aplicación, uno queda excluido de su propio círculo. Esto tiene que ver con el efecto de la red: si todo el círculo utiliza la red, no utilizarla produce exclusión. Mientras que si uno está en la red, los vínculos parece que se actualizarán todo el tiempo. Lo importante de esto es que a través de las plataformas estamos gestionando cada vez más nuestros vínculos, nuestras responsabilidades y nuestras obligaciones. Por WhatsApp pasa de todo. Se está consolidando como un lugar donde se gestiona la vida de las personas. Hace algunas semanas, cuando se cayó WhatsApp, hubo como un momento de relax. Pero después se tiene que volver a la aplicación, porque hay responsabilidades y hay que rendir cuentas ahí. Una cosa importante es que WhatsApp no tiene modo off, no se puede apagar. Es un siempre encendido y eso también tiene efectos sobre cómo percibimos a la aplicación. Es como que siempre está ahí.
-¿Se resigna tranquilidad para no quedarse fuera del sistema?
-No es solamente para no quedarse afuera, sino también para no perderse información sobre el otro. Con estas piezas, obtenemos información sobre el otro. Información importantísima si se trata de vínculos amorosos, por ejemplo. Y lo que yo encontré en los usuarios es que, a pesar que les molesta y les duele ceder la información sobre ellos mismos, lo hacen para obtener información el otro. Es decir, el costo para obtener información del otro es ceder la propia información. Esto es porque la información sobre el otro te permite controlar al otro.