Pablo Pilotta, el marplatense que escala las cumbres del planeta
Jueves 11 de mayo de 2017. El marplatense Pablo Pilotta y el experimentado montañista español Carlos Pauner cumplen un nuevo objetivo. A las 18.30 de Alaska, los aventureros llegan a la cima del monte McKinley, una cumbre de 6.194 metros, en cercanías del Círculo Polar Ártico, donde nace el frío.
El paisaje es inhóspito. El blanco es el color predominante en todo ese entorno. Las condiciones climáticas de las últimas horas favorecieron el acceso al pico, donde los recibió una temperatura de -40 °C.
"Es pelearte todo el tiempo con un ambiente bien hostil", señaló Pablo Pilotta sobre la reciente experiencia a El Marplatense y continuó: “Fue lo que más me marcó. Sabía que era una montaña dura, pero me sorprendió. Fue lo más duro que hecho hasta ahora como montañista”.
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Desde su adolescencia, Pablo ha estado vinculado con la montaña y el deporte. Comenzó a los 15 años en un curso de supervivencia donde le enseñaron a escalar en roca. Más adelante, se formó en la escuela de montañismo con el profesor y guía de montaña Roberto Méndez.
“Es una actividad increíble. Una vez que te entra el bichito, lo tomás como una forma de vida. Es una actividad de la cual no es fácil desprenderse”, advirtió. Fue el comienzo de un proyecto de vida que le permitió conocer a sus amigos y formar su familia.
En la actualidad es guía de montaña, realiza campamentos de aventura en Sierra de los Padres y en Sierra La Vigilancia y organiza viajes a montañas de La Patagonia y Cuyo.
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Pablo y Carlos llevan adelante un ambicioso proyecto denominado “7 cimas”, que tiene como objetivo alcanzar la cumbre de las montañas más altas de cada continente. En esta titánica y costosa misión, los protagonistas se encuentran a mitad de camino. Pablo se sumó a la iniciativa original de su colega español –quien integra la élite de los cuarenta montañistas que han subido los catorce picos que superan los ocho mil metros- en agosto de 2015, cuando iniciaron su travesía a la par en el Monte Elbrus (Rusia), cuya cumbre está 5.642 metros sobre el nivel del mar. En diciembre de 2015, juntos escalaron la cima cerro Aconcagua (en Mendoza) a 6.962 metros. En agosto de 2016 fue el turno del Kilimanjaro (Tanzania) cuyo pico está a 5.895 metros. Y en mayo de este año superaron las complejidades del mencionado McKinley (Alaska) a 6.194 metros de altura.
En el medio, Pauner subió la Pirámide de Carstensz (Indonesia) que está a 4.884 metros. Si bien ya ha escalado el monte Everest (ubicado en la cordillera del Himalaya, en la frontera entre China y Nepal) a 8.848 metros sobre el nivel del mar, utilizó tubos de oxígeno, por lo que desea volver a subirlo sin esa asistencia. Su gran anhelo actualmente es llegar a la cima del Macizo Vinson en la Antártida, que se encuentra a unos 4.892 metros.
A Pilotta le faltan el Everest, el Macizo Vinson y la Pirámide de Carstensz. La aventura continuaría en diciembre de este año, cuando emprendan su viaje a la Antártida para avanzar con su proyecto. El Everest quedaría para el 2019 y, en el medio, Pablo proyecta dirigirse a Indonesia.
“Son proyectos que para los argentinos son medio prohibitivos a nivel económico. No es que uno no deseaba subir las cumbres más altas de cada continente. Está buenísimo el proyecto”, reconoció sobre las dificultades que enfrenta para llevar a cabo su misión.
En esa línea, explicó: “La Antártida la había descartado porque es una montaña cara. Es casi tan cara como el Everest por la logística que tiene. Hay una sola empresa que te lleva en avión hasta el centro de la Antártida. Ese servicio es muy caro”.
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“Es muy personal la llegada a la cumbre. En mi caso es tan importante el momento en la cumbre como el camino previo que uno hace. Por supuesto que el punto geográfico más alto es el objetivo deportivo. Llorás, te emocionás, pensás mucho en todo lo que dejaste porque no solamente son los quince, veinte o treinta días que uno se va de la casa y deja a los amigos y la familia, sino todos los días de entrenamiento previo que son tiempo que uno le resta a estar con la gente que uno quiere”, describió sobre la sensaciones en lo alto.
Respecto a las características de esta disciplina, Pablo indicó: “El montañismo tiene la dificultad de vencer el frío, adaptar tu cuerpo a la altura, a la falta de oxígeno y durante tiempos prolongados. El montañismo te exige eso. Tiempo de aclimatarte a la altura, que tu cuerpo produzca todos los cambios fisiológicos para estar en condiciones cuando hacés alta cumbre arriba de los seis mil metros”.
“Lo que más tenés que fortalecer es la cabeza. No te podés dejar vencer. Te forja el carácter, el entusiasmo más allá de la parte física. Uno siempre se pregunta qué hago acá, pero es lo que tenés que lograr vencer. Si te deprimís no viene un helicóptero y te saca. Son los desafíos que tienen las montañas”, sostuvo.
En este sentido, remarcó la importancia de estar acompañado por un montañista experimentado: “La cabeza siempre tiene mil excusas para quedarse y un sólo objetivo que es la cumbre. Aprendí mucho de él. Tiene el objetivo re claro, está focalizado con la cumbre y eso es lo que hay que lograr”.
“Hay que reconocer la experiencia que tiene Carlos como montañista, de leer la montaña, leer el clima. Tiene 36 expediciones en el Himalaya y muchas montañas encima. Es como jugar con Messi. Nos hicimos muy buenos compañeros y nos entendemos muy bien en la montaña”, subrayó.
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En relación al desarrollo de la actividad en Mar del Plata, Pilotta apuntó: “Mar del Plata tiene una geografía muy espectacular. Tenemos todo lo que es la Costa. En Cabo Corrientes hay lugares para escalar y hay muchos lugares para hacer Bulder como Sierra de los Padres”.
“El sistema de Tandilia, que es el que nos atraviesa, para la escalada deportiva es espectacular. A 45 kilómetros tenemos la Sierra La Vigilancia que es el centro de escalada deportiva más grande del país. Hace dos años se dictaminó que Balcarce es la capital provincial de la escalada deportiva”, añadió y resaltó que “es importante Mar del Plata como desarrollo de montañistas o de escaladores”.
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“En Alaska, al momento de llegar con el avión a todos nos corrió un escalofrío. Se veía todo muy blanco y muy frío. Estábamos empezando el verano y los lagos estaban todos congelados”, recordó sobre su última experiencia.
La avioneta los dejó en un glaciar a -20°C, desde donde iniciaron la escalada. El cerro McKinley es “la montaña más fría y la más técnica de mundo”, dado que hay un alto grado de posibilidades de accidentes traumáticos o congelamiento. Los expedicionarios se llevaron comida para 20 días, transportada por ellos mismos en una mochila y en un trineo.
“Tenés que actuar todo el tiempo rápido. No podés tener error. Siempre tenés que estar encordado porque están transitando por un lugar donde hay grietas”, comentó Pablo. Tardaron nueve días en llegar a la cumbre y dos en completar el descenso. El marplatense confesó: “Tuvimos mucha suerte con la montaña. En cuanto al clima, no tuvimos ningún día de tormenta, que suelen durar cinco o seis días y se acumula mucha nieve. Tuvimos dos días con tormenta que los aprovechamos para descansar”.
Los montañistas también contaron con la asistencia del hijo de Pablo, Máximo de 11 años, quien les pasaba el pronóstico actualizado. “Teníamos un teléfono satelital y un GPS con el que podíamos mandar mensajes. Me mandaba un mensaje para que estemos al teléfono y un día nos avisó que el clima cambió. El día de cumbre lo hicimos gracias a él. Nos dijo que el día siguiente iba a nevar, que el mejor día iba a ser el 11. Le pegó. Fue el mejor día. Hizo -40°C en la cumbre, pero nada de viento, algo que nos permitió seguir. Porque en esta cumbre con -20 o -30°C y con viento tenés mucho riesgo de exposición, de congelarte”, contó.
Alaska marcó un antes y un después para Pablo, quien admitió: “En lo personal siento que me dio tanto Alaska, que sé que voy a volver. Sea con mis hijos o con algún amigo”.
Pablo es el primer marplatense en escalar cuatro de las siete cumbres más altas en este proyecto que incluye el pico más alto de cada continente. La aventura continúa. Aún le quedan tres cerros para cumplir su gran anhelo.