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    A 35 años de la noche más gloriosa de 'Uby' Sacco

    21 de julio de 2020 - 09:52
    A 35 años de la noche más gloriosa de 'Uby' Sacco
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    Devenido en uno de los púgiles –quizás- más talentosos que entregó la historia del boxeo argentino profesional, el marplatense Ubaldo 'Uby' Sacco vivió su noche de gloria 35 años atrás, en Italia.

    En el pequeño pueblo de Campione, de apenas un kilómetro cuadrado y con el casino municipal como principal soporte económico, el ex boxeador bonaerense diseñó su obra maestra y le ganó por nocaut técnico en el noveno round al estadounidense Gene Hatcher, para apoderarse del título mundial welter junior Asociación Mundial (AMB). Ocurrió el 21 de julio de 1985.

    Ese combate se tradujo en la revancha del disputado el 15 de diciembre de 1984, cuando el norteamericano se impuso en fallo dividido, en Forth Worth, estado de Texas.

    En aquella ocasión, la sensación de la 'cátedra boxística' otorgaba una nítida victoria de ese pibe criado entre gimnasios y la calle, a partir de la labor desplegada por su padre Ubaldo Francisco, también boxeador entre 1954 y 1961, pero a esa altura entrenador de cierta reputación en el ambiente.

    Para esa pelea en territorio italiano, Sacco ya empezaba a 'surfear' con los demonios que atormentaron y provocaron su rápido egreso del pugilismo profesional: las adicciones.

    Sin embargo, el nivel exhibido durante esa jornada de verano europeo le permitió al marplatense erigirse en claro ganador. A punto tal que la pelea debió haber sido interrumpida con anterioridad.

    El médico Mario Sturla observaba una herida en el arco superciliar izquierdo de Hatcher; la sangre que brotaba a borbotones y recomendó parar. Pero el árbitro mexicano Ernesto Magaña no hizo lugar a la solicitud. Recién medio minuto después, cuando el castigo de 'Uby' continuaba, el referí acordó detener el duelo.

    Sacco, que terminó su carrera al año siguiente con un balance de 47 victorias (23 por la vía rápida), 4 derrotas y un empate, se inclinó sobre el cuadrilátero, se puso de rodillas y levantó los brazos en señal de agradecimiento.

    Los especialistas coincidieron en que el marplatense resultó uno de los exponentes más técnicos e inteligentes arriba del ring. A punto tal que era admirado y 'bendecido' hasta por el propio Carlos Monzón, el eterno rey de los medianos.

    Sin embargo, los excesos de alcohol y drogas se volvieron incontenibles y minaron una preparación deportiva adecuada para la alta competencia internacional.

    En marzo de 1986, en Montecarlo, 'Uby' perdió el título ante el desgarbado italiano Patrizio Oliva, en el Stade Louis II de Montecarlo. Resultó el principio del fin.

    No volvió a pelear y su vida ingresó en una pendiente sin retorno. Escándalos en la vía pública, más consumos prohibidos y la cárcel como consecuencia de haber sido imputado "por tenencia de estupefacientes", además de un combate callejero con un mozo (Julio César Salet) al que le provocó "lesiones". La Justicia, tanto la Federal como la local, unificó causas y dictaminó: tres años y cuatro meses de prisión.

    Cumplió condena en Batán durante un tiempo y logró la libertad un domingo de marzo de 1993. Ese mismo día concurrió a ver un clásico de Liga Nacional de Básquetbol (LNB) en el que "su" Peñarol (fanático desde chico) derrotó a Quilmes, por 83-82.

    Sus queridos hijos Lorena (39 años) y Sebastián (29 años) realizaron un paciente y minucioso trabajo para rescatar los manuscritos realizados por Uby a través de los cuales confiesa sus infiernos .Veamos el primero:

    — ”Mis límites se rompieron por completo el día que entré llorando al boliche de un amigo. No sé por qué lloraba. De vergüenza, para que nadie me viera, seguí para el baño. Lamentablemente para mí había un conocido que se estaba haciendo el lazo en el brazo para luego inyectarse. No le di tiempo, manoteé la jeringa ya preparada y me la inyecté. Ese día arruiné mi carrera de boxeador que podría haber sido mucho más promisoria. Y lo peor de todo es que también arruiné mi vida. Luego, seguí un tiempo más así. De esta manera vivía pura y exclusivamente para drogarme. Llegué a tener siete convulsiones seguidas. El médico no podía creer que mi corazón pudiera haber aguantado semejante disparate. Me encerraba en una pieza de la casa de Los Troncos y hasta que no convulsionaba, no paraba. Hasta que alguien me salvó en el baño, me tiró la lengua para atrás y me hizo respiración boca a boca porque yo me moría. Todo esto es increíble, pero es cierto. Pero lo más impensado es que después de todo este infierno, me llegó la oportunidad más importante de mi vida. La chance por el título mundial”.

    O sea que antes de saber que habría de pelear por el titulo, que la revancha prometida se había concretado, que la vida volvía a darle otra chance, Uby ya le había entregado sus sueños a la droga.

    Los manuscritos de Sacco son la muestra póstuma de su valentía. Y Lorena y Sebastian habrán de transformarlos en los valiosos elementos para una antología que el periodista y escritor Rodolfo Palacios enriquecerá con su talento aportando otros testimonios de gente que conoció bien al campeón. Será un libro imperdible o una miniserie extraordinaria. Sus hijos también han logrado piezas testimoniales como guantes, batas, botitas luego de una intensa búsqueda. Tanto es así que hallaron un guante en un contenedor de basura y otros que fueron ofrecidos por Mercado Libre. El Uby de los boliches, de la alta noche, el que se peleaba con marineros, policías, culatas, sicarios o femicidas, el admirado por Diego y por Menotti; el pibe que tuvo una singular genética para los deportes y se lució siempre jugando al fútbol, al basquetbol, al handball, al ping-pong, al billar, el admirado por Sugar Ray Leonard y Mano de Piedra Duran, también escribió de puño y letra:

    — “No tengo nada, estoy en un calabozo de la Policía Federal en Mar del Plata. La fama me llegó al mismo tiempo que el título mundial de boxeo. Pero todo me duró poco. La droga me destruyó. Durante mucho tiempo fui un barrilete sin cola. Siempre me gustó ir por el filo de la cornisa. ¿Por qué? Porque me gustaba el peligro. Estar en la frontera del abismo me producía placer. Así fue que perdí todo”.

    — “Mi peor pesadilla con la cocaína fue más o menos a mediados de 1984, cuando más cerca de pelear por el título del mundo me encontraba. Ni les cuento lo que fue 1985, año que gané el título en la revancha ante Gene Hatcher, y mucho menos 1986, año ese que, a pesar de que arriba del ring no perdí el título porque el italiano Patrizio Oliva en ningún momento fue superior para ganar un campeonato del mundo. Yo ya se lo había regalado antes de pelear, a él o a cualquiera que me hubiese enfrentado. ¿Por qué subí mal entrenado? ¿Por qué mi mentalidad no era la de un deportista que tiene que defender y representar su patria? ¿Saben por qué? Porque estaba totalmente atrapado por la droga”.

    — “No tengo nada, estoy en un calabozo de la Policía Federal, en Mar del Plata. En el mundo muchos le echarían la culpa a la fama y al dinero. O a los amigos que el dinero y la fama te dan. Otros le echarían la culpa al éxito y a las consecuencias del éxito. Todo es más fácil: las mujeres, mujeres entre comillas, se te entregan y te prometen placeres indescriptibles. Otros culpan a la droga. Yo digo y lo aseguro, que nunca estuve maduro para estar con una mujer como Patricia, a quien llamo Peco’s. Ella fue y es demasiado mujer para un niño de 25 años que se creyó un hombre que se las sabía todas y en realidad, no sabía nada. Todo lo que puedo saber ahora lo aprendí a su lado. Recién ahora que la vida me hizo crecer 20 años en un solo minuto. Pero ya es tarde, no se puede remediar lo irremediable. Ojalá a los que les fallé encuentren la felicidad que yo nunca les di. Con haberme aguantado a mí, se ganaron el paraíso hace ya muchos años. No aflojen porque estoy seguro de que van a lograr ser feliz. Todo lo que haga ahora quiero que sea para mis dos hijos, Lorena y Sebastián, dos seres únicos. Que Dios los bendiga a ambos, los amo hasta la eternidad”.

    Esta criatura sin odios ni rencores, ya enjuto, envejecido e irreconocible con el andar desequilibrado y la respiración agitada descendió al sótano de su destino el 28 de mayo de 1997 en el Hospital Regional de Mar del Plata cuando tenía 41 años. Soportaba un tumor nasal, tuberculosis y algún otro padecimiento infeccioso que suelen transmitir las jeringas promiscuas.

    Su encuentro con Monzón en la cárcel de Batan le puso lagrimas a la historia, pues la gloria muere en cada amanecer.

    Y Uby sabía que estaba llorando su propia muerte.

    Fuente: Télam/Infobae

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    • Gene Hatcher
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