La marplatense que logró ser la primera inspectora de tránsito motorizada del país durante la dictadura
Por Bárbara Benitez
Sandra tenía 22 años, era estudiante de Diseño Gráfico, vivía en el Bosque Peralta Ramos, salía al aire para un programa en LU6, era guía de Tránsito del Municipio de General Pueyrredon y le fascinaba conducir su moto Yamaha en las playas marplatenses. Sandra tenía el pelo castaño claro, ojos azules redondos y radiantes, medía un 1.60, de contextura física pequeña y con grandes ambiciones. Sandra, la joven valiente sin fronteras ni tabúes, vivió su juventud bajo un contexto dictatorial y con todas estas condiciones tomó la decisión, sin ser consciente en su totalidad, de romper una estructura social y cultural. Lograría ser la primera inspectora de tránsito motorizada de la República Argentina.
Actualmente Sandra Vázquez Carmona tiene 63 años, es Diseñadora Gráfica y recuerda sus días como inspectora con alegría. “Trabajaba en un programa de radio que se llamaba Torre de Tránsito realizaba un relevamiento zonal donde había cortes, peligro, accidentes y se obstaculizaba la calle. Como yo estudiaba Diseño Gráfico pensé que lo mejor era estar arriba de la moto y así poder trabajar y estudiar. Combinaba todo lo que me gustaba. La moto, la radio, mi trabajo y esto me permitía llegar a mi meta como profesional. Inconscientemente abrí puertas a otras mujeres por un deseo personal”.
Así fue como Sandra en 1980 decidió rendir el examen. “El día que rendí el examen nos llevaron a la Plaza Pueyrredón, era la única mujer. El señor que nos tomó el examen dijo 'señores, si la piba hace el examen mejor que ustedes le voy a dar la moto a ella'. Las motos estaban destruidas, era muy gracioso todos se quejaban, yo me subí a la moto de prueba y aprobé”. Ese día el jefe de tránsito, ex policía de la fuerza federal, le dio a conocer que era la primera Inspectora Motorizada de Argentina y asumió un rol que, para esa época, como ella recalcó “era una tarea difícil en un mundo de hombres”.
La joven Inspectora tenía adjudicada una Gilera 215 CC versión patrullera con sirena y balizas sobre manubrio, era un vehículo muy pesado y por ese motivo le cargaba solo un litro de nafta para poder moverse con facilidad. “Cuando ingresé al cuerpo de tránsito nos dieron un curso sobre la ley de tránsito, seguridad vial, manejo defensivo, RCP y bomberos. Era una época difícil, en pleno proceso, donde tenías que saber muy bien donde te parabas. Cuando nos asignaron el lugar también nos marcaron que sucedía si paraba el Servicio de Inteligencia. Teníamos que colocarnos detrás del auto y ver si tenía una calcomanía particular. Al detectarla teníamos que retirarnos, era una advertencia que ahí iba a pasar algo malo, como, por ejemplo: tiroteos”, remarcó Sandra con tono más firme, entre sus variantes de graves y agudos que tiene su voz.
Como ella lo resaltó, era una mujer motorizada en un mundo de hombres. Entre sus compañeros algunos lo aceptaban y otros no. Tuvo que pagar “derecho de piso”. “Ocurría que había muchos celos. Me robaban las bujías del vehículo o me quitaban la nafta, algunos de mis compañeros estaban contentos, pero había otros que estaban enojados. Con el tiempo se dieron cuenta que mi aporte era válido y estaban contentos con mi función”, recordó entre algunas sonrisas sarcásticas.
Al principio le asignaron una zona para controlar: “Se nos asignaba un lugar en forma de cruz para poder controlar, en mi caso era San Martin y Córdoba. Hacia 10 multas por días, pero luego consideraron que era riesgoso que siga en la calle y me trasladaron al rol de estafeta”. En esa función realizó trabajos de logística. “Llevaba las infracciones a tribunales, era mucho más administrativo”.
Sandra le abrió nuevas puertas a mujeres que deseaban este puesto. Aún se encuentra con compañeras que le agradecen. “Algunas personas venimos a hacer este accionar para que otros puedan lograr cosas impresionantes. Yo fui una, de forma inconsciente. Recuerdo mis días como inspectora de tránsito con alegría. Los medios fueron los encargados de difundir este nuevo camino. Yo solo quería andar en moto, colocarme mi casco, mis auriculares conectados al walkman y salir a patrullar”, finalizó.