Perú, aún herido por los tensos y singularmente polarizados comicios generales del año pasado, volverá a las urnas este año, para elegir a los 24 gobernadores de departamentos, los 195 alcaldes de provincias y los 1.845 alcaldes de distritos.
“Serán unas elecciones distintas (a las generales) porque no habrá disputas ideológicas izquierda-derecha o de visiones de mercado, sino disputas por intereses locales de la mano con una enorme corrupción”, dijo en entrevista con Télam el politólogo Alonso Cárdenas, de la universidad jesuita Antonio Ruiz de Montoya.
“Si en los comicios generales se evidencian la improvisación y precariedad de los partidos, en las elecciones regionales –en las que hay gran protagonismo de movimientos locales- la improvisación y precariedad son incluso mayores”, agregó Cárdenas.
Las postulaciones para este año aún son incipientes. En Lima, principal plaza en disputa, el más activo es el excandidato presidencial ultraconservador Rafael López Aliaga, del partido Renovación Popular (RP) –el mismo del fallecido Castañeda- quien dice sin tapujos que piensa usar el cargo como trampolín hacia la jefatura de Estado.
Pero los partidos socios de RP en la ofensiva contra Castillo, Fuerza Popular y Avanza País, tienen sus propios planes y preparan candidaturas propias. Otros dos postulantes para la presidencia el año pasado, Daniel Urresti y George Forsyth, ambos de centroderecha, también se acercan a la línea de partida por Lima.
En opinión del académico Cárdenas, al margen de que las elecciones regionales puedan ir por un carril distinto al de la convulsión política nacional, sí puede haber situaciones de confluencia. Por ejemplo, señala, es una constante histórica que en estos procesos crezca la movilización popular en torno a la minería, lo que impacta al Gobierno central.
El poblador promedio peruano, del que dicen las encuestas que está harto de su clase política, quedó así inmerso en un nuevo proceso electoral, cuando aún no logra asimilar qué fue realmente lo que ocurrió en el anterior.