MARPLATENSES POR EL MUNDO

Una marplatense en Francia: "Es una vida más tranquila con menos carga mental"

Rocío Cortiñas tiene 30 años y trabaja como profesora de lengua extranjera. En el 2018 se inscribió en un programa de intercambio por seis meses y hoy vive con su esposo en un pueblo llamado Bourg-la-Reine de la región Ile France a 25 minutos de París.

Por Redacción

domingo 16 de abril, 2023

Por Camila Barros Palma

Dicen que en la vida hay que animarse. Cuando la incomodidad es fuerte y el contexto social, económico y político no acompaña, uno empieza a buscar más opciones, porque lo importante es no quedarse de brazos cruzados. 

Migrar es todo un desafío, desde elegir el destino hasta conseguir toda la documentación correspondiente, buscar alojamiento y sacar cuentas para sobrevivir el primer tiempo. Sin embargo, cada vez son más los argentinos que deciden explorar nuevos rumbos y vivir en el exterior. 

Rocío Cortiñas tiene 30 años y vivió casi toda su vida en Mar del Plata. Estudió en el colegio Don Orione, en su infancia participó del grupo scout 196 'José Manuel Estrada' y estudió francés. A los 18 años ingresó en la carrera de Letras de la Universidad Nacional de Mar del Plata donde tiempo después conoció a Luis, su actual esposo. 

Palacio de Versailles.

En el 2018 conoció a dos chicas de la facultad que habían sido parte de un programa de intercambio organizado por la Universidad Nacional de Mar del Plata, el programa Francia Educación Internacional o Asistentes de Lengua, por el cual podía viajar seis meses a ayudar a un profesor francés que enseñara español en los colegios. 

"Apliqué, tenía la ventaja de hablar un poco francés, había estudiado unos años en la Alianza Francesa, tenía el nivel de estudios requerido que era el 50% de la carrera, me faltaba un diploma, pero me tiré al lance y salió bien. Quedé seleccionada entre 2 mil personas que habíamos aplicado en diciembre del 2018 y en abril del 2019 me confirmaron la plaza", contó Rocío.

Hoy, cuatro años después, vive en un pueblo llamado Bourg-la-Reine de la región Ile France a 25 minutos de París y cumplió su objetivo: trabaja como docente de español como lengua extranjera.

Palacios del Loira.

-¿Por qué surgió la idea de irte a Francia?

-No es novedad que en Mar del Plata es difícil el tema del desempleo. Yo estaba estudiando una carrera que no es de las más prestigiosas como abogacía o medicina, quería ser profesora de literatura y hoy la educación está un poco denostada a nivel nacional.

Fue un poco la desilusión de saber que difícilmente iba a poder vivir bien como profesora y me encontraba trabajando de algo que sí me daba de comer, pero no era lo que estaba estudiando; era secretaria de laboratorio que no tenía nada que ver, muy interesante y te permite vivir, pero no era lo que yo quería.

-¿Cómo fue la adaptación en Francia?

-No puedo decir difícil porque realmente fue raro, yo estaba muy entusiasmada, todo me parecía nuevo, interesante, un desafío. La sociedad francesa no es tan diferente como Arabia Saudita que son dos culturas completamente opuestas. Hay bastante similitudes, entonces no fue un shock cultural enorme.

Quizás lo que más sufrí fue el tema del idioma. Yo había estudiado en Mar del Plata unos cuatro años, no era algo nuevo, me manejaba bastante bien con el escrito al igual que con la comprensión, pero pasar de la teoría a la práctica es otra cosa. Me costó mucho, como si me hubieran enseñado un francés diferente y fue difícil estar pensando o traduciendo en tu cabeza lo que tenés que decir, tratar de corregir la pronunciación para hacerte entender y al mismo tiempo darte cuenta del nivel de francés formal que te enseñan en la academia. Acá hay muchas abreviaturas, palabras del lenguaje corriente que no tenía y me hizo sentir muy insegura, con muchos dolores de cabeza por estar 24 horas pensando en otro idioma. 

Los primeros tres meses fueron todo novedad, después es cierto que la familia se empieza a extrañar, los amigos. Por un lado es super lindo tener redes sociales y sentirte conectada con la gente que quedó allá cuando viniste, pero al mismo tiempo sentís que te estás perdiendo cosas.

La estás pasando bien y estás apuntando a la evolución de tu carrera o una nueva vida, pero al mismo tiempo en Instagram ves que tus amigos se juntaron, que es el cumpleaños de tal y vos no estás, tu primito está más grande y termina siendo algo agridulce porque es difícil.

Casa Monet en Giverny, Francia.

-Lo que empezó como un intercambio de meses se extendió por la pandemia, ¿Cómo fue ese proceso?

-Un poco todo lo que no está planeado, te pone ansioso y esta no fue la excepción. Teníamos que volver y efectivamente por la pandemia no teníamos permitido salir de Francia, tampoco entrar a Argentina, no teníamos laburo, papeles, fueron tres meses de incertidumbre total.

Pero al mismo tiempo, como país primermundista se pudo hacer cargo de bancar a los inmigrantes que estábamos, seguimos cobrando como si nada hubiera pasado, aunque no les correspondía, y nos dieron la extensión de papeles, seguíamos estando legales. Inclusive tuvimos la suerte de que nos renovaran el contrato para el año siguiente porque había muchas personas que no iban a poder viajar para seguir siendo asistentes. Por un lado, dentro de todo lo mal que estaba la situación, me fue muy beneficiosa, salió bien para mi. 

Sin embargo, tenía angustia porque la situación era rarísima a nivel mundial y la desesperación de no saber si tenía laburo, papeles, no poder salir, tampoco entrar, no saber cómo está mi familia.

Mucha ansiedad, angustia, pero terminó saliendo muy bien porque gracias a eso me renovaron el contrato, tuve dos años de experiencia en el cv y un permiso de trabajo más estable que el de intercambio. Ya pude entrar al sistema público de educación nacional como profesora, ya no como asistente, y me permitió empezar a dedicarme a lo que yo quería finalmente que era la enseñanza del español. Me dio un mejor puesto de trabajo, un mejor sueldo, la posibilidad de vivir en un lugar mucho mejor porque yo estaba en una residencia para estudiantes viviendo con otras 10 personas. 

Palacios del Loira.

-Has vuelto a Mar del Plata varias veces para reencontrarte con la familia y tus amigos. ¿Qué es lo que te hace elegir Francia para proyectar tu vida?

-El 100% de la gente que se fue para hacer la vida afuera es porque se está mejor lamentablemente. A nivel profesional, económico, seguridad, bienestar del día a día estás mejor.

Es una pena que nuestros países no nos puedan dar este nivel de bienestar porque cuesta el doble de esfuerzo intentar estar bien y eso termina desganándote o quitándote energía. Las cosas todos los días aumentan, la inflación está por las nubes, te enterás que el desempleo creció, que otro de tus amigos la está pasando mal al momento de llegar a fin de mes, si no es que sos vos el que no puede. La explotación laboral a la que tenés que "someterte" porque la otra chance es estar desempleado y sabés que es peor.

Todo eso acá no se vive y es una pena que en nuestro país no lo podamos conseguir porque creo que si hay algo que me falta es la familia y la gente. Eso nos duele a todos los que nos fuimos y seguiríamos eligiendo Mar del Plata, pero es verdad que desde un punto de vista profesional, yo no sé si iba a llegar de la misma manera por lo rápido y lo bien vista que está mi educación y potencial acá. 

Todos los beneficios, la tranquilidad al salir a la calle, tomar el transporte y ver que pasa a tiempo, las escuelas no se caen a pedazos, el día a día es agradable, la gente vive bien. No significa que no pasa nada, hay problemas, pero es una vida más tranquila con menos carga mental y está buenísimo. 

-¿Qué es lo que más extrañás de Mar del Plata?

-¡La comida! Los churros de Manolo, las medialunas de SAO, los "sanguchitos" de Las Vegas, las cervecerías se extrañan un montón. Mar del Plata como un gran polo gastronómico, eso se extraña también. Muy rico el croissant, pero dame unos churros. Hasta en una cantina "italiana" comes mejor que en Italia.

-¿A qué se debe esta diferencia?

-Un poco es la forma que tenemos de comer, no solo el sabor de la comida que es riquísimo y la abundancia, sino también porque comer es un momento de encuentro, sentarte, charlar, que haya quilombo alrededor, la panera con pan gratis, que te puedas quedar cinco horas si querés a cenar.

Todo eso acá no existe, es más correcto, venimos, nos sentamos en esta mesa todo en silencio, comemos la porción que nutricionalmente está adecuada y pensada para no morir de un atracón, terminamos de comer y nos vamos. Le falta contenido y vivir en un país donde la milanesa napolitana no existe no sé si vale la pena.

Mont Blanc, Chamonix

-Pasaron cuatro años desde que empezaste esta aventura, ¿Cuál es el próximo objetivo?

-Quiero seguir viviendo acá y voy a hacer lo posible por continuar, no sé si me veo envejeciendo en esta ciudad, pero al menos este tiempo, de acá a 10 años, sí.

A nivel laburo estoy bien y dentro de tres años ya puedo pasar a planta permanente, tener un contrato de duración indeterminada. Más o menos por ese tiempo ya puedo pedir también la nacionalidad y ya siendo nacional francés, con laburo fijo, creo que todo va a ser un poco más sencillo.

Este futuro próximo se va a dar acá porque en el fondo estoy bien. Mis proyectos son seguir laburando, aprovechar las vacaciones que a nivel laburo es lo mejor que tenemos, viajar lo más que se pueda y poder volver a casa para disfrutar a la gente que quiero y amo como si fueran vacaciones.

Comentarios