A 30 años del encendido del pebetero Panamericano en 1995, el fuego sigue prendido
El 11 de marzo de ese año se realizó la ceremonia inaugural de los Juegos Panamericanos que fueron un punto de inflexión para la historia del deporte de nuestra ciudad.
La historia no debe ser olvidada. Por el contrario, cada vez que una fecha nos da la oportunidad de recordar lo sucedido, es un momento para dar dimensión a aquellos hechos que marcaron la historia.
En Mar del Plata, el deporte experimentó un cambio rotundo desde la organización de los Juegos Panamericanos de 1995; un evento que congregó a toda la ciudad y le permitió ampliar su espectro heredando un Parque Municipal de los Deportes. Como nunca antes y tampoco después, el público colmó todos los escenarios y brindó el respaldo a los deportistas de la ciudad y aquellos que representaban al país.
En lo estrictamente estadístico, Argentina cumplió con una destacada labor que dejó como saldo 40 medallas de oro, 45 de plata y 74 de bronce para ubicarse en el cuarto puesto de la general detrás del todo poderoso Estados Unidos, Cuba y Canadá. Pero la huella del evento fue mucho más allá de aquello que los deportistas aportaron.
La creación del COPAN que permitió desarrollar toda la organización, construir escenarios y transformar, literalmente, la imagen de la ciudad; fue sólo una muestra del tesón, la perseverancia y, sobre todo, del espíritu amateur del deporte. Porque en esos momentos se puso todo para organizar el evento, dejando de lado situaciones personales, laborales y todos estaban abocados al objetivo.
Los Juegos Panamericanos resultaron inolvidables para muchos. Los que estuvieron adentro de los escenarios deportivos compitiendo, los que estuvieron del otro lado alentando, los que organizaron y hasta los voluntarios que fueron una parte clave para que todo saliera bien.
Tal fue la importancia de los Panamericanos que Argentina sólo había organizado la primera edición de los Juegos en 1951 donde nuestro país ganó el medallero; pero en la era moderna, todavía no había tenido la oportunidad. Incluso, fueron los últimos Panamericanos en Argentina y parece difícil que hoy vuelva a ser sede.
La herencia tangible de un evento de esta magnitud han sido los escenarios que, algunos mejor otros, hoy están en pie y son utilizados por los deportistas locales para sus competencias o entrenamientos. Siempre se puede estar mejor, ese es un hecho; pero si Mar del Plata hoy puede contar con una importante infraestructura concentrada en un mismo lugar, es gracias al legado que dejaron los Panamericanos. Al esfuerzo de mucha gente, algunos todavía contando historias increíbles acerca de aquellos días de locura, y otros que ya no están entre nosotros.
Fue un punto de quiebre, un envión para todo lo que Mar del Plata se proponía ser para el deporte. Fue ponernos en el mapa de las grandes ciudades deportivas que quizás no se supo aprovechar en los siguientes años de la misma manera. Fue soñar con que algo enorme podía suceder en la ciudad y transformarlo en una realidad. Trabajar incansablemente y con un sólo objetivo: que un día como hoy pero hace 30 años, Nora Vega se transforme en el gran ícono de aquella gesta subiendo la interminable escalera en la tribuna del Estadio “José María Minella” para encender el fuego olímpico en nuestra ciudad.
Para algunos, nunca se apagó. Apagar el pebetero fue sólo un acto formal para la conclusión de un evento. Lo que encendió Vega en aquél momento, fue un espíritu deportivo en un sentido que Mar del Plata no había sentido antes y que sigue brillando a pesar de todo.
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