A 36 años de su muerte en Mar del Plata, Nancy Herrera recordó a Olmedo
"Obviamente, lo recuerdo todos los días de mi vida. Y es inevitable dado lo horroroso que fue todo. Me pregunto por qué se tuvo que subir a esa baranda", cuestionó la actriz.
A 36 años de aquel 5 de marzo de 1988 en el que Alberto Olmedo perdió la vida luego de caer del piso 11 del edificio Maral 39 de Mar del Plata, la única testigo, Nancy Herrera, recordó la tragedia y aseguró que a pesar de la terapia, continúa sin superarlo. “Me pregunto por qué se tuvo que subir a esa baranda. Pero estaba tan en pedo, que jodiendo se puso a hacer caballito”, sostuvo.
“A veces me enojo con él, me pregunto cómo puede haber sido tan pelotudo de subirse ahí...”, contó la actriz. Fueron diez años de terapia los que le llevó poder salir adelante luego del accidente: “Quedé con estrés postraumático. Y, cada dos meses, me veo con mi psiquiatra para hacer como un refuerzo. Quizás no me había pegado tanto a los 28 años, pero ahora a los 64, sí. Creo que es porque estoy vieja. Es como les pasa a los bebés, a esta edad te duelen más las cosas. Además, en aquel momento me llevaba más tiempo ocuparme de mi hijo que pensar en un boludo que jugando se cayó. Pero fue un horror. ¿A ver si se entiende? Es imposible salir bien de eso”.
En el momento del accidente, Herrera esperaba a Albertito Orlando, fruto de su relación con Olmedo, quien hoy tiene 35 años. “Los periodistas le decían ‘el hijo del milagro’. Fijate que, cuando se cae este hombre, yo ni sabía que estaba embarazada. Me enteré cuando me hicieron los análisis de sangre y, después de una segunda prueba, me lo comunicó mi médico de cabecera. Creo que eso fue lo que me hizo dejar de pensar en pegarme un balazo o tomar una decisión absurda”, reconoció.
Seguido a la tragedia, la actriz afrontó un embarazo, momento en el que reveló: “Lo que me hizo bien fue irme al campo. Porque era salir de mi casa y encontrarme con cincuenta periodistas con cámaras y micrófonos. Así que agarré el auto y me fui a la casa de mis tíos. Estuve cuatro meses ahí, contenida por mi familia, en una colonia de alemanes de Santa Elena, en Entre Ríos. Era una época en la que no llegaba ni el agua corriente, ni el gas ni la electricidad".
Sin embargo, dijo que nunca le molestó salir de las comodidades y la fama. Al contrario, aseguró que prefiere estar en ámbitos donde no tiene que hacer nada para figurar o para impresionar a los demás. “Cuando lo conocí al Negro, no era rico. Yo tenía más guita que él. De hecho, el departamento que le dejé a nuestro hijo, prácticamente lo compré yo. Él creo que puso unos veinte mil dólares, nada más. Después sí, compró el de Oro y Libertador. Pero a mí no me importó estar de este lado o del otro de los flashes”, señaló.
Hoy, la actriz vive su presente junto a sus dos hijos, ya que también es mamá de Lucas, de 30 años. Corre 5 kilómetros por día y luce espléndida. Sin embargo, en lo más profundo de su corazón, la herida que le causó el triste final de Olmedo sigue abierta por más que ella intente ocultarlo. “Del tiempo que estuvimos juntos, me quedan un montón de anécdotas, sobre todo de los viajes. Obviamente, lo recuerdo todos los días de mi vida. Y es inevitable dado lo horroroso que fue todo. Me pregunto por qué se tuvo que subir a esa baranda. Pero estaba tan en pedo, que jodiendo se puso a hacer caballito”, expresó.
“Yo había roto una copa de cristal. El fiscal me lo preguntó y yo recién me acordé después. Es que yo estaba sentada un un sillón, salí corriendo al balcón y me llevé puesta la mesita ratona. Ahí se rompió. Pero en aquel momento tenía muchos baches en mi memoria. El juez me fue a tomar declaración a la clínica pero, cuando empezaba a hablar, se me daban vuelta los ojos para atrás y teníamos que parar. Fue terrible. Por suerte, pude reconstruir lo que pasó. Hasta que en un momento, llegó mi hermano, me sacó todos los cables y me dijo: ‘El Negro murió como quería: al lado de la mina que amaba, con champagne y en pleno apogeo de su carrera’. Recién ahí me quedé tranquila”, confesó.
Fuente: Infobae
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