Calamaro en el Polideportivo, en busca del rock perdido
El cantante estuvo este viernes en Mar del Plata, ante un estadio colmado, para presentarse en el marco de su gira Agenda 1999. Un repaso fundamental a los temas de su disco doble Honestidad brutal.
En 1997 Andrés Calamaro editó Alta suciedad, el disco que lo reinstaló en la consideración masiva del público argentino. Fue uno de sus renacimientos. Antes había tenido otro con Los Rodríguez y después vinieron muchos más como Ave Fénix de profesión: El Salmón, El Cantante… Alta suciedad fue presentado en vivo en Mar del Plata por aquel año y hubo que esperar hasta 2010, en la gira presentación de On the rock, para volver a ver a Calamaro en un escenario local. Fueron trece años y seis discos (Honestidad brutal, El salmón, El cantante, Tinta roja, El palacio de las flores, La lengua popular) los que conformaron esa distancia. Por eso la gira Agenda 1999, que propone rencontrarse con el disco doble Honestidad brutal, se presentaba como una revancha para el fan marplatense: la posibilidad final de escuchar en vivo muchas de esas canciones que nunca habían sonado arriba del escenario, de encontrar el rock perdido. Y Calamaro no decepcionó.
Sólo cuatro minutos después de la hora pautada, Calamaro -gafas de sol, religiosa vestimenta negra apenas cortada por una camisa lila y la bandana característica- apareció sobre el escenario del Polideportivo Islas Malvinas acompañado de su banda: Brian Figueroa y Julián Kanevsky en guitarras, Mariano Domínguez en bajo, Germán Wiedemer en teclados y Andrés Litwin en batería. El estadio repleto y el potente El día de la mujer mundial, que no casualmente abría con su intro entre tinieblas aquel álbum mítico de 1999, fue el puntapié inicial de un concierto de puro rock and roll, con algunos descansos menores en la cumbia y el funk.
Una puesta en escena mínima y acorde con la idea de volver a 1999, cuando los shows todavía no tenían tanta parafernalia técnica, ni tantas pantallas ni tanto led ni tanta cosa sobreproducida. Apenas unas columnas de luces y, sí, dos pantallas a los costados con una estética acorde: el registro en blanco y negro del recital, en lo que simulaban ser dos viejos televisores de tubo. Lo importante, claro está, eran las canciones. Y algunas palabras, pocas, que Calamaro dice sobre el escenario más como una forma de conectar con estéticas y dialogar con los lugares que visita: aquí la Mar del Plata de Piazzolla, de Uby Sacco, de Vilas y de los últimos días de Alfonsina y Olmedo. Lo alto y lo bajo, la biblia y el calefón, el cielo y el infierno. Porque sabemos que “si el invierno hace frío, también bajo al infierno un poco”.
Con el amplio repertorio repleto de hits que tiene Calamaro, restaba por ver cuán tentada se veía la lista de temas por ir a esos himnos de los corazones de la multitud y cuánto respondería a la consigna de repasar y repensar aquel disco. De 27 temas que sonaron en la noche del viernes en Mar del Plata, 16 salieron de la galera de Honestidad brutal en cuyo “librito” con las letras Calamaro afirmaba aquello de que la “honestidad no es una virtud sino una obligación”. Y honestidad y profesionalismo es aquello en lo que el cantante se ha amparado todos estos años, para conseguir en estas extensas giras que emprende un respeto por su público que lo muestra con una factura técnica inmejorable y una presencia única sobre el escenario, el lugar donde mejor nada contra la corriente el buen salmón.
Agenda 1999 comenzó tímidamente su relación con Honestidad brutal: de El día de la mujer mundial saltó a la rodriguesca y festiva A los ojos, para luego retomarlo con uno de sus hits, Cuando te conocí. Pero desde ahí comenzó un viaje a las profundidades de aquel disco, que el fan agradece “de mil amores”, como remata el cantante en redes sociales cada crónica de su gira: Más duele, Te quiero igual, Una bomba, Voy a dormir (impecable versión), Las heridas (otra vez notable), Son las nueve, Para qué, No va más (homenaje a Pappo incluido), No tan Buenos Aires en virtuoso puente con Clonazepán y circo y Los aviones fueron demostraciones de un disco con varios temas icónicos y otros que merecían este autohomenaje calamaresco.
Luego Calamaro entraría y saldría de Honestidad brutal en una segunda parte del show que apeló más a los grandes hits y al agite de la platea con algunos temas de su extenso repertorio: All you need is pop, La parte de adelante, Algún lugar encontraré, Cuando no estás, Crímenes perfectos, Tuyo siempre rematada con Mil horas y el tridente inmortal de Alta suciedad, Flaca y Paloma. Los aplausos, las ovaciones y los coritos inagotables marca registrada del cantante se estiraron hasta los bises que fueron más breves que en otras ocasiones: apenas Estadio Azteca y Los chicos rematados con El salmón, cerrando con el himno del disco quíntuple que siguió a Honestidad brutal y ¿tal vez? anticipando una próxima agenda, la 2001.
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Calamaro es un autor que se sostiene en sus canciones, en un repertorio inigualable que recorre cuatro décadas de rock nacional y varias generaciones, y además que ha escrito canciones sobre el hecho de escribir canciones, como un poeta, como un artista y -muy especialmente- como un laburante del escenario y el rock. “Canciones de dolor real, canciones partidas por la mitad, canciones de amor perdido, canciones que confiesan todo”. Pero canciones nomás. Canciones en definitiva que conectan con una parte muy emocional de su público y que tienen la noble dicción de la lengua popular. Y bien hace en el final del show, rematar con una canción españolísima mientras torea a la audiencia con su camisa. Demostración de galantería y buenas artes; de triunfo consumado en casi dos horas de un show perfecto.
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