Cazzu: las batallas de una mujer en su camino a la cima
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"Recibo tanto hate acá que a veces pienso que el país me odia, porque pongo un pie afuera y me ponen como una alfombra roja", dice Cazzu a fines de junio mientras la cámara de su computadora la enfoca en un contrapicado. Lo que parece un flow de una canción de trap es el lamento y la virtud de la artista argentina con mayor proyección en la música latina, un sonido que cada vez se vuelve más global, y que le permite mezclar el lunfardo argentino con un fraseo caribeño y una rima en inglés. La niña emo que pasó de la cumbia al reggaetón, dominó el trap y ahora se mete en el soul, lleva la cruz de ser la protagonista de una conversación pública entre jóvenes en las redes sociales que abusan del racismo, el moralismo y la misoginia. No importa cuántos millones de reproducciones muestren sus perfiles en Spotify y YouTube, ser mujer, jujeña y exitosa parece transformarla en un blanco de balas llenas de odio que esquiva con ideas y perreo.
La llaman "la jefa del trap", por haber sido la primera mujer en destacarse entre una camada de referentes locales como Duki, Khea, Ysy A o Neo Pistéa. Ese estatus la llevó a codearse con las máximas estrellas internacionales de la música, pero no fue un trayecto corto ni fácil. Desde Fraile Pintado, un pueblo de 12.000 habitantes en Jujuy, Cazzu recorrió unos cuantos géneros, escenas, kilómetros y críticas para llegar hasta los escenarios de esos fenómenos latinos, fabricantes de hits pegadizos que se escuchan desde los autos y en todas las pistas del mundo.
Julieta Cazzuchelli nació en 1993 y a los 15 años ya hacía música como la lady a la cabeza de una banda de cumbia santafesina. En 2012 se fue a vivir a Tucumán para estudiar Cine y ahí empezó su proyecto Juli K de cumbia villera. "Fui re kamikaze, terminé en la villa El Triángulo con los pibes que hacían música ahí, re en una, y yo toda una cosita delicada. Ahí conocí la calle, en el ambiente cumbiero tucumano", recuerda por videollamada desde su casa en Palermo. Fue ahí donde empezó a hacer fusión con el reggaetón y a mezclar todo lo que le gustaba, una ensalada de referencias norteñas, argentinas, latinas y norteamericanas. Entre los pasillos de tierra de El Triángulo, en San Miguel de Tucumán, Cazzu caminaba con sus auriculares y pasaba desde Snoop Dogg a Damas Gratis, Cyndi Lauper a Scorpions, Linkin Park a Daddy Yankee o Callejeros - en su adolescencia escuchó mucho rock nacional por su hermana y sus amigas rollingas, contó en febrero, un día después de haber cantado con Los Gardelitos en el Cosquín Rock-. "Siempre tuve ese cambio de personalidad absoluto donde puedo ser una bad bitch, un ángel, cantar folclore y pasar en un segundo a Pantera, era normal para mí, y después llegaba al estudio a cantar un flash re lady, tipo Karina La Princesita". En 2017 estaba en Buenos Aires haciendo reggaetón y sus primeros flows del trap. Cuando sacó su disco debut, Maldade$, recibió una atención que la llevó a participar en el hit de Khea, "Loca", la canción bisagra de su carrera -y del trap como género en Argentina- con más de 500 millones de plays. No pasó mucho tiempo hasta que se hizo dos amigos claves: el puertorriqueño Bad Bunny y el colombiano J Balvin, las dos figuras más importantes de esta era dorada de la música latina.
Las puertas de la música internacional se abrían, y Cazzu entendió qué había del otro lado: hits, plata y un mercado mucho más grande. Mientras que en Argentina recibía bardo por ser la única en esa escena, por tener una estética callejera y por venir desde Jujuy, aspectos que no significaban nada en la arena latina. 2018 fue el año del boom: en mayo, Bad Bunny vino a hacer tres fechas con entradas agotadas en el Luna Park y la invitó a cantar en vivo el remix de "Loca", en el que había participado el boricua. Frente a la euforia de los fans -y sus teléfonos-, Bad Bunny se le acercó tanto a Cazzu en el final del dueto que, según el ángulo de las cámaras de celular, parecía que le estaba dando un beso en la boca. Automáticamente, para la prensa, Cazzu era la novia argentina del reggaetonero. Pero no, solo eran buenos amigos.
En noviembre de ese año, J Balvin vino a actuar al mismo estadio y la invitó a presenciar el show. Más allá de la cortesía, José Osorio Balvín quería presentarle a su manager, Fabio Acosta, de Vibras Lab / Akela Family Music, porque estaba muy interesado en su música. Ese gesto le cambió la carrera. Ese año lo terminó cantando "Toda" -de Alex Rose, otro remix en el que participó Cazzu, que contando Spotify y YouTube lleva más de ¡1.000 millones de reproducciones!- sobre el escenario del Coliseo de Puerto Rico ante 18.500 personas con el Conejo Malo. "Él me ha brindado espacios musicales sumamente importantes", dice. Su proyección internacional ya estaba dando frutos.
El manager que timoneó la carrera meteórica de J Balvin a la cima de los charts del mundo se interesó por la música de esta chica, la Jefa de la banda de traperos argentinos, la única chica de saco de piel tumbando el club entre la liga local de pibes. "Estaba muy sorprendida", cuenta, cuando Fabio Acosta le ofreció el manejo de su carrera internacional. La atención recibida la asustó. "¿Seré lo que ellos esperan?, ¿seré la persona que están buscando?", esas preguntas todavía las siente como una piedrita en la zapatilla cada vez que está por sacar un tema que sabe que no va a chartear, que no responde a las lógicas de hit del mercado. "Hubo un momento donde sentí mucha presión porque había gente que decía que yo era la Bad Bunny mujer, y estaba muy lejos de sentirme un fenómeno como él. Me están poniendo una vara muy alta. Y con todas esas dudas confié en ellos, pero lo primero que hice fue decirles que yo en mi música hago lo que quiero, y esa es mi única condición".
Cazzu, cuando habla y revolea las trenzas que ahora son rojas desde su casa, parece no tener miedo a la incorrección política y a las decisiones arriesgadas. Desde la trinchera obligada por la cuarentena por el coronavirus habla de su carrera en dos frentes: por un lado las colaboraciones con otros músicos latinos, que le aseguran un lugar en los primeros puestos del chart y, por el otro, sus discos solistas, con pocos invitados, en apuestas arriesgadas, que van desde el reggaetón de Maldade$, el trap emo lento de Error 93 y su próximo disco Una niña inútil, nacido en aislamiento, que es un giro al R&B, con "canciones escuchables", como dice.
El primer encuentro con Cazzu para esta nota fue la tarde del 11 de febrero, apenas un mes antes de la fecha de su primer Luna Park, que después sería suspendido por la pandemia de Covid-19. En un estudio de fotografía, Cazzu ya no sabe qué cara poner frente a la cámara. "Siento que siempre hago lo mismo", le dice a la fotógrafa Ana Bugni que dispara mientras ella muerde un collar dorado con el número 93. Estaba nerviosa, era la víspera de una jugada local arriesgada. Después de agotar tres Teatro Ópera tras la salida del antihitero Error 93, iba por su estadio. "Ese fue el gran salto en mi vida, había hecho un disco que no puedo escuchar, no me gusta, no lo quiero, y al mismo tiempo lo amo", dice días antes de lanzar su single "C14TORCE III", de la serie de canciones que saca cada 14 de febrero. "Cuando hicimos el disco fue porque tuve la intención de salir del lugar de nena que canta bonito en los featuring, la única piba que canta en un remix lleno de pibes. No quiero sonar así, quiero que la gente sepa quién soy: fue como una catarsis", decía en aquel momento. Sin embargo, ese disco y esa estética le demostraron que el público local quería más de esa Cazzu, y ella tenía el EP Bonus Trap listo para entregárselo.
Pero justo en ese momento su amiga J Mena despertó una visceral y violenta polémica por la promoción de su sencillo "Puta". "Si yo me siento criticada, no quisiera imaginarme lo que sería de mí si estuviera en una situación como la de ella. Cuando los medios de la tarde quieren ver sangre y de repente hay muchísima gente sirviéndose de un pedazo de tu cuerpo derrotado en el piso, siento que lo que le hicieron no está lejos de ese momento donde alguien decía 'mirá, ¡bruja!', y de repente todo el pueblo dice 'sí, bruja', nadie sabe por qué, nadie sabe lo que dijo. Me siento primitiva, en un lugar de la humanidad que no quiero estar", dice. El video que acababa de grabar del corte de difusión, "Bounce", podía agrandar el fuego de la discusión social entre las abolicionistas (de la prostitución) y las regulacionistas (que reclaman derechos laborales para las trabajadoras sexuales), entonces Cazzu decidió ser más cauta y esperó a que pasara un poco de agua bajo el puente de los feminismos. "Con toda la confusión que tiene la gente sobre la libertad de los cuerpos y las decisiones, decidí postergarlo". Aunque solo fuera por un par de meses: el video de "Bounce", que salió a fines de mayo, muestra una escena en un club de strippers, con culos y billetes volando por el aire, donde ella es la jefa de la fiesta de un montón de chicas, y cuenta con la participación de Srita. Bimbo como la dueña del local que cuenta dólares y echa a un grupo de pibes para que ellas estén cómodas en el VIP.
La comediante y actriz conoció a Cazzu hace un par de años en YouTube, empezaron a conversar por redes y, charlando sobre uno de sus videos, le dijo "en el próximo estás vos". "La canción me encanta y re feliz de estar en el video. Hay cuerpos de todos los tamaños, culos gordos, culos chicos. Estamos bailando como se baila en un club, y las críticas son cosas que pasan en redes, un micromundo que no es la realidad. La realidad son los conciertos con miles de personas que llena Cazzu, cómo se escuchan las canciones, y no un par de comentarios moralistas en un video", dice María Virginia Godoy.
Aunque Cazzu fue precavida, la polémica sobre la sexualización de los cuerpos no tardó en llegar. "Es patético y moralista, porque muchas chicas que critican eso usan su capital erótico para agradar en redes, pero si lo ven en otras lo critican", dice Srta. Bimbo, que bien sabe de polémicas por estar siempre en la boca de las discusiones feministas desde sus shows de standup o su programa Furia bebé en Futurock, junto a Malena Pichot. "Cada vez que veo un video de Cazzu, veo una piba que vino de Jujuy y que la rompió, sola. Y que, además, tiene un equipo de mujeres con las que labura, entonces ¿qué ven cuando ven?", les pregunta a los haters. "Porque yo veo una piba que es un ejemplo de abrirse camino con talento".
El video tiene, al momento de publicar esta nota, 7.5 millones de reproducciones y cientos de comentarios que polemizan sobre el tema. Unas pocas semanas después Cazzu estaba por instalar un tubo de pole dance en su casa, proyecto interrumpido por la cuarentena. "El strip es un arte para mí. Conocí bailarinas increíbles que se me cae la baba, me hipnotizan sus culos, no las puedo dejar de mirar. De repente, quería que la gente tuviera eso, pero después pensé que no siempre todos están en la misma".
No solo el video y la idea del pole dance en casa sufrieron cambios de planes. Dos días antes del show en el Luna Park, Cazzu decidió suspenderlo, al mismo tiempo que todos sus colegas empezaban a bajar fechas venideras: a los pocos días, Alberto Fernández decretaba el comienzo del aislamiento social, preventivo y obligatorio. En su casa de Palermo tenía instalada a toda su familia, que había viajado desde Jujuy para verla. El show, planificado hasta el último detalle por ella, con guiones y dibujos explicativos para su equipo, está guardado en su casa esperando una nueva fecha -después de la primera suspensión, llegó a anunciarse que sería el 30 de mayo, pero eso también quedó descartado-. Lo de "guardado" es literal: los trajes que se había confeccionado para el concierto están en su placard.