Celulares en las aulas: entre el recurso pedagógico y el riesgo digital
El uso de dispositivos en las escuelas se ha convertido en uno de los debates más complejos del ámbito educativo. Desde AIEPA, advirtieron que "es un desafío para la escuela, pero también para las familias de los estudiantes".
En la provincia de Buenos Aires, la normativa vigente no prohíbe expresamen el uso de celulares, dejando la decisión en manos de cada institución. En este contexto, muchas escuelas privadas han optado por regular su utilización dentro del reglamento de convivencia.
Martín Zurita, director ejecutivo de la Asociación de Institutos Privados de la Provincia de Buenos Aires (AIEPBA), explicó a “Los datos del día”, programa que se emite en Radio Mitre (FM 103.7), cómo se está desarrollando esta situación en las aulas.
“En la provincia de Buenos Aires no hay una normativa que prohíba el uso. Esto queda a criterio de cada institución. En el último tiempo, muchas escuelas privadas decidieron incluir en su reglamento la no utilización del celular en clase. Muchas familias están de acuerdo, aunque otras no, porque en algunos casos el celular es la única vía para acceder a bibliografía o herramientas pedagógicas”, comenzó diciendo.
Zurita remarcó que el celular, bien usado, puede convertirse en una herramienta didáctica muy útil, pero también advirtió sobre los riesgos de un uso inadecuado.
“Depende mucho de cómo lo utilice el docente. Usado correctamente, puede ser un recurso pedagógico. Pero si no hay control, se desdibuja el rol de la tecnología en el aula. Por eso es fundamental buscar un equilibrio”, remarcó.
El directivo también hizo hincapié en el rol de las instituciones en conjunto con la comunidad educativa. “Hay escuelas que han llegado a acuerdos con los docentes y las familias para regular el uso, y otras que lo aprovechan como una herramienta pedagógica. En ambos casos, es clave la formación de los educadores para poder tomar decisiones acertadas”, afirmó.
No obstante, el celular en manos de los alumnos también puede ser la puerta de entrada a problemáticas más complejas. Zurita alertó sobre prácticas que se han detectado en algunas escuelas, como el uso de juegos de apuestas entre pares, y hasta el crecimiento de los “adolescentes centinelas” que trabajan para prestamistas en redes sociales, un fenómeno que también ocurre en los hogares.
“Hay un montón de desafíos. La familia tiene que acompañar de cerca estos procesos. Necesitamos una alianza muy estratégica y empática entre educadores, padres y alumnos para poder hablar de digitalidad, de cyberbullying, y de los peligros que muchas veces no se ven a simple vista”, agregó.
El desafío, entonces, no se limita al aula. También interpela a las familias, que muchas veces no logran seguir el ritmo del avance tecnológico. La educación digital, tanto dentro como fuera de la escuela, se vuelve cada vez más urgente en un contexto en el que los adolescentes están expuestos a una enorme cantidad de riesgos sin supervisión adecuada.
En un mundo donde la tecnología avanza a pasos acelerados, la pregunta no es si se deben usar los celulares en clase, sino cómo, cuándo y para qué.
Para eso, Zurita, remarcó que “es fundamental construir un marco de responsabilidad compartida entre docentes, instituciones y familias”.
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