¿Cómo funcionan las vacunas? Explicación científica detallada
Las vacunas son uno de los avances más significativos en la historia medicina moderna, han sido responsables de salvar millones de vidas y ayudaron a controlar epidemias devastadoras. Pero ¿cómo funcionan las vacunas? En resumidas cuentas, las vacunas preparan al sistema inmunológico del cuerpo para defenderse contra infecciones futuras sin que la persona tenga que pasar por la enfermedad real.
El sistema inmunológico: el cuidador de nuestro cuerpo
Para entender cómo funcionan las vacunas, primero es importante comprender cómo funciona el sistema inmunológico. El sistema inmune es un conjunto de células, tejidos y órganos que actúan conjuntamente en la defensa del cuerpo de virus, bacterias y demás. La inmunidad es la capacidad del cuerpo para reconocer y defenderse contra estos agentes patógenos.
El sistema inmunológico cuenta con varios tipos de células especializadas, como los linfocitos T y B, que tienen la tarea de reconocer y eliminar a los patógenos invasores. Estas células son capaces de identificar sustancias extrañas gracias a las proteínas llamadas antígenos, que se encuentran en la superficie de los patógenos.
¿Cómo actúan las vacunas?
Las vacunas funcionan estimulando al sistema inmunológico para que desarrolle una respuesta defensiva sin que la persona tenga que sufrir la enfermedad. Las vacunas contienen una versión inofensiva del patógeno, o una parte de él, que es suficiente para activar la respuesta inmunológica.
Existen varios tipos de vacunas, pero todas tienen el mismo objetivo: enseñar al sistema inmunológico cómo reconocer y combatir un patógeno en caso de que entre en contacto con él en el futuro.
Tipos de vacunas
Vacunas de virus o bacterias muertos: estas vacunas contienen virus o bacterias que han sido inactivados (muertos) de manera que no pueden causar enfermedad. Sin embargo, siguen siendo lo suficientemente similares a los patógenos vivos como para que el sistema inmunológico los reconozca. Un ejemplo de este tipo de vacuna es la vacuna contra la polio.
Vacunas de virus o bacterias atenuados: en este caso, el virus o la bacteria que se utiliza ha sido debilitado (atenuado), de modo que no puede causar la enfermedad en individuos sanos, pero sigue siendo capaz de estimular una respuesta inmune. La vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola (vacuna MMR) es un ejemplo de este tipo.
Vacunas de subunidades, componentes o proteínas: estas vacunas contienen solo una parte del patógeno, como una proteína que está en la superficie del virus o bacteria. Esta proteína es suficiente para que el sistema inmune aprenda a reconocerla sin necesidad de usar el patógeno completo. Un ejemplo de este tipo de vacuna es la vacuna HPV (virus del papiloma humano) , que contiene proteínas del virus que no son capaces de causar la enfermedad, pero sí de enseñar al cuerpo cómo defenderse si entra en contacto con el virus.
Vacunas de ácido nucleico (ARN o ADN): son una de las tecnologías más innovadoras y recientes en el desarrollo de vacunas. Estas vacunas contienen material genético del patógeno (generalmente ARN mensajero) que instruye a las células del cuerpo a producir una proteína del patógeno. Esta proteína luego activa la respuesta inmune. Las vacunas contra el COVID-19 desarrolladas por Pfizer-BioNTech y Moderna son ejemplos de vacunas de ARN mensajero.
Proceso de inmunización
Cuando una persona recibe una vacuna, el sistema inmunológico responde de la siguiente manera:
- Reconocimiento del antígeno: el componente de la vacuna (el virus inactivado, la proteína, el ARN y demás) es reconocido por el sistema inmunológico como una amenaza. Las células presentadoras de antígenos, como las células dendríticas, capturan el patógeno y lo presentan a las células inmunológicas.
- Producción de anticuerpos: las células B, que son un tipo de linfocito, comienzan a producir anticuerpos. Estos anticuerpos son proteínas especializadas que se unen a los antígenos del patógeno, neutralizándolos y marcándolos para que otras células del sistema inmunológico los destruyan.
- Memoria inmunológica: después de la respuesta inicial, algunas de las células B y T se convierten en células de memoria. Estas células "recuerdan" el patógeno y están listas para actuar rápidamente si el cuerpo vuelve a estar expuesto al mismo patógeno en el futuro. Esta memoria inmunológica es lo que proporciona la protección a largo plazo contra las enfermedades.
Eficacia y duración de la protección
Una de las preguntas más comunes es cuánto tiempo dura la protección proporcionada por las vacunas. La respuesta depende del tipo de vacuna y de la enfermedad en cuestión. Algunas vacunas proporcionan inmunidad de por vida, como la vacuna contra la viruela, mientras que otras requieren dosis de refuerzo, como la vacuna contra el tétanos, que se debe administrar cada 10 años para mantener la protección.
La duración de la inmunidad también puede depender de la exposición al patógeno en la vida real. Si una persona está constantemente expuesta a un virus o bacteria, su sistema inmunológico puede mantenerse alerta y mantener una buena memoria inmunológica.
La importancia de las vacunas
La vacunación de la población protege a cada individuo en particular, que se vacuna y además ayudan a la protección de aquellas personas que no pueden vacunarse por diversas razones, como aquellas con sistemas inmunológicos comprometidos. Este fenómeno es conocido como inmunidad colectiva o de rebaño y ocurre cuando una proporción suficientemente grande de la población está vacunada, lo que dificulta la propagación de la enfermedad en la comunidad y protege a los más vulnerables.
Además, las vacunas han sido esenciales para la erradicación de enfermedades peligrosas. La viruela, por ejemplo, fue erradicada a nivel mundial debido a un esfuerzo masivo de vacunación. Actualmente, estamos en el camino hacia la erradicación de otras enfermedades, como la poliomielitis, en gran parte gracias a las campañas de vacunación. En los últimos meses se han conocido casos de enfermedades que se creían erradicadas pero que volvieron por culpa de no cumplir con un plan de vacunación adecuado para que estas cosas no ocurran de nuevo.
Vacunas y pandemias
El primer caso que se viene a la mente ocurrió en 2.020 y todos sabemos cuál fue. La pandemia de COVID-19 puso a las vacunas en el centro de atención mundial. El desarrollo y distribución rápida de las vacunas contra el COVID-19, como las de ARN mensajero, demostraron la capacidad de la ciencia para responder a emergencias de salud pública. Estas vacunas no solo han ayudado a reducir la mortalidad, sino que también han sido cruciales para contener la propagación del virus y reducir la carga en los sistemas de salud.
El uso de vacunas durante pandemias no es algo nuevo. A lo largo de la historia, las vacunas han sido herramientas clave en el control de enfermedades como el sarampión, la rubéola, la gripe, la poliomielitis y tantas otras, y continúan siendo esenciales en la lucha contra futuras amenazas. Últimamente, se está haciendo un esfuerzo para frenar al dengue y que no se convierta en un problema más grande de lo que ya es.
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