Compraron casas a un euro en pueblos perdidos de Italia y la pandemia los dejó atrapados allí
Casas a un euro en pintorescos pueblos de la Toscana, Sicilia, Cerdeña. Es el sueño italiano al que, en los últimos años, han recurrido diversas localidades de la geografía local para combatir la despoblación, el deterioro y el olvido.
El reclamo es sencillo: poner a la venta viviendas a un euro y lograr que quienes las adquieren se comprometan a rehabilitarlas. Luego, cada municipio introduce unas u otras condiciones en el contrato como la residencia durante equis meses al año.
La oferta, se mire por donde se mire, resulta tentadora. Así le pareció a Álvaro Solórzano y Douglas Roque cuando decidieron invertir. Con lo que no contaban es que una pandemia por coronavirus fernaría sus planes y los dejaría atrapados en viviendas poco habitables.
Los propietarios contaron cuál ha sido su experiencia en estos meses atrapados en un país que no es el suyo en casas que necesitan prácticamente una reforma integral.
Solórzano, artista residente en Miami, compró dos viviendas en un pueblo siciliano llamado Mussomeli. Cuenta que viajó hasta la isla acompañado de su mujer, su hijo y la novia de este en marzo. Su familia regresó primero, pero él se quedó unos días más. Cuando quiso volver a casa, no pudo.
El vuelo había sido cancelado y se encontró atrapado en el sur de Sicilia sin posibilidad de salir, sin hablar italiano y con dos casas casi en ruinas. Ante un panorama así, decidió instalarse en la más habitable de las dos.
“Perdí la noción del tiempo. Vinimos aquí juntos y terminé viviendo la cuarentena en Mussomeli solo, sin muebles, solo una cama y un televisor, y nadie con quien hablar. Eso fue lo más difícil. Si mi esposa o mi hijo hubieran estado conmigo, hubiera sido diferente”, expresó.
Pese a todo y al frío que sufrió las primeras noches, valora positivamente estas semanas que ha pasado en su segunda residencia. Ha invertido el tiempo para poner a punto una de las casas. Algo que ha podido hacer porque, según ha explicado, la ferretería del pueblo siempre estuvo abierta y eso le permitió comprar pintura y otras herramientas que ha necesitado para poder ir haciendo arreglos aquí y allá.
“Hice pequeñas cosas, pero me ayudó a usar el tiempo, así que cuando mi hijo y su novia regresen, su casa estará lista”, se felicita Solórzano, que está deseando volver a reunirse con los suyos. De toda esta experiencia, se queda con el trato recibido por sus vecinos, que le proporcionaron radiadores, mantas y comida para ayudarle a pasar de la mejor manera posible la cuarentena.
Su experiencia, pese a todo, ha sido bastante positiva. No así en el caso del empresario brasileño Douglas Roque. Él, en el momento del cierre de Italia, se encontraba en Fabbriche di Vergemoli, en la Toscana, junto con su amigo Alberto Da Lio.
Estaba en la zona siguiendo de cerca la reforma de la casa que había comprado y estudiando otras propiedades en las que pudieran estar interesados compatriotas suyos. Lejos de su familia y con una casa inhabitable, su salvación fue que su amigo tiene familia en Italia y pudieron alojarse con ellos.