Cruzó el oceáno y gracias al hisopado negativo pudo celebrar junto a su padre
El resultado negativo de un hisopado le permitió al navegante Juan Manuel Ballestero concretar hoy uno de los objetivos con los que decidió cruzar en solitario el Atlántico en plena pandemia: celebrar el Día del Padre junto al suyo, de 90 años, después 85 días de travesía y 72 horas de espera a bordo del velero amarrado en el Club Náutico Mar del Plata, para cumplir con los protocolos sanitarios por el nuevo coronavirus.
Ballestero (47) arribó al puerto marplatense el último miércoles, después de un viaje que se inició el 24 de marzo en Portugal, tras el cierre de las fronteras aéreas por el avance del coronavirus, y una vez superado el test que le practicaron, fue habilitado a continuar el aislamiento de 14 días en la casa de sus padres.
De ese modo, este navegante, socorrista, surfista, paracaidista y aventurero marplatense pudo cumplir su meta de pasar el Día del Padre 2020 junto a Nilda (82), su mamá, y Carlos, jefe del clan Ballestero y ex capitán de pesca con más de medio siglo de recorrido náutico.
El primer abrazo entre padre e hijo se concretó un día antes sobre la cubierta del "Skua", el velero de 28 pies que soportó el cruce oceánico, cuando el ex marino de 90 años se acercó hasta el amarradero del club a buscar a su hijo para acompañarlo a casa en la tarde del sábado.
"Emoción", "felicidad", fueron las sensaciones que describió el navegante recién regresado a la Argentina, y antes del almuerzo dominical familiar contó que aun está "terminando de ordenar" en su cabeza las vivencias de la travesía.
Ballestero completó su viaje días atrás, cuando una pequeña ventana en medio de un fuerte temporal de lluvia le permitió ingresar al espejo de agua del puerto de Mar del Plata, el lugar donde él se convirtió en navegante.
Tras haber cubierto el último tramo desde el puerto de La Paloma, en Uruguay, y completar así una aventura de 85 días, efectivos de Prefectura Naval Argentina le informaron que debería permanecer otros 14 a bordo del buque amarrado, para cumplir con la cuarentena.
Ballestero lo entendió inmediatamente y aseguró que cumpliría con todos los protocolos para evitar cualquier riesgo a sus padres.
Un empresario pesquero de la ciudad y amigo suyo, que lo esperaba en el muelle en su arribo, ofreció entonces pagarle un hisopado en un laboratorio privado, para que pudiera pisar tierra cuanto antes en caso de dar negativo.
El resultado del hisopado se conoció el viernes, y las autoridades sanitarias le permitieron completar el aislamiento en la casa de sus padres.
"Lástima que esto es en el marco de una pandemia maldita, de cuarentenas y demás, pero ojalá que volvamos a la normalidad todos. Ojalá nos veamos pronto", había asegurado el navegante en un video enviado a sus allegados minutos antes de llegar a Mar del Plata, emocionado porque el abrazo final estaba "más cerca".
Ballestero había partido desde Porto Santo, la segunda isla más grande del archipiélago portugués de Madeira, frente a las costas de África, cuando el cierre de las fronteras lo dejó sin más opciones que lanzarse al mar si quería regresar al país.
Después de cruzar el océano y acercarse a la costa brasileña, debió recalar en la localidad de Porto Belo, en Santa Catarina, por algunos inconvenientes técnicos, y tras algunas escalas más en Brasil y Uruguay encaró el tramo final de 500 kilómetros hacia el puerto marplatense.
Este cruce oceánico fue el segundo del navegante, ya que en 2011 había realizado un viaje en velero entre Barcelona y Mar del Plata.