Día de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes
El 27 de septiembre se celebra el Día Nacional de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes (NNyA). La fecha se estableció en conmemoración de la sanción de la Ley N° 23.849 que aprobó en el derecho interno de nuestro país la Convención sobre los Derechos del Niño y estableció las bases del sistema de protección integral de derechos de la niñez y la adolescencia. Este hito permitió el reconocimiento como sujetos plenos de derechos y garantías, estableciendo derechos fundamentales como la educación, la salud y la identidad, entre otros.
Melina Antoniucci, integrante del Centro de Estudios Sociales y Políticos de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP), investiga las experiencias en torno al cuerpo, la sexualidad y la identidad de género, reconstruyendo experiencias de juventudes trans y no-binarias. “Me interesa analizar la manera en la que las juventudes experimentan las corporalidades disidentes, en diálogo con la cis-heternormatividad, ese paradigma que nos dice cuáles son los cuerpos y los deseos que valen y cuáles no”, explicó Melina. Y agregó que la existencia de una fecha particular permite poner estos temas en agenda, compartir historias de infancias y adolescencias trans y, sobre todo, brindar información a las familias, a docentes y a la sociedad para que esos niños y niñas puedan encontrar espacios de acompañamiento amoroso y una escucha atenta que respete sus derechos.
Antoniucci es comunicadora social y socióloga y desde hace cinco años participa del Grupo de Estudios sobre Familia, Género y Subjetividades en el proyecto “Procesos de hormonación en personas travestis y trans en Mar del Plata: tecnologías biomédicas, experiencias e identidades de género”, dirigido por la investigadora adjunta del CONICET Cecilia Rostoyburu y la investigadora y docente de la Escuela de Medicina de la UNMDP, Lourdes Vignolo.
La especialista explicó que a partir de la sanción de la Ley de Identidad de Género Nº 26.743 en Argentina se inició un proceso de despatologización y desjudicialización de la transexualidad. Esto significa que no se necesita ninguna instancia judicial ni un diagnóstico médico para acceder al cambio de género en el Documento Nacional de Identidad, ni para el tratamiento hormonal o las intervenciones quirúrgicas contempladas en la ley. Y aclaró: “en materia de género estamos hablando de un derecho humano fundante que es el derecho a la identidad, que en nuestro país toma también una relevancia particular por la larga lucha política que han llevado adelante los organismos de DDHH”.
Este marco regulatorio posibilitó, por ejemplo, que se le haya otorgado el DNI a Luana, la primera niña trans en el mundo que accedió a un DNI sin una mediación judicial ni un diagnóstico médico y abrió todo un camino para pensar infancias más libres y sin violencia. Este dato es clave, porque pone a nuestro país a la vanguardia en materia de Derechos de la Diversidad Sexual”.
Pero la sola sanción de leyes no es suficiente, es necesario el trabajo posterior, tan necesario como la existencia de la misma ley. Allí es donde se hacen necesarias dos aristas complementarias que garanticen el cumplimiento de los derechos de los niños, las niñas y adolescentes. Por un lado, es imprescindible la implementación de la Ley de Educación Sexual Integral, sancionada en 2006 que busca garantizar sus derechos .Y, por el otro, poner en discusión el "adultocentrismo", aquella idea donde un niño o niña o adolescente no tiene la posibilidad de decidir sobre su propia identidad hasta tanto no sea una persona adulta. “Dar un espacio a esa pregunta, problematizar y deconstruir esa “asignación compulsiva” del género en los primeros años de vida, abre la posibilidad de pensar en infancias libres de violencia y discriminación, con la garantía de que se cumplan todos sus derechos”, añadió Antoniucci .
La especialista investiga también continuidades y rupturas entre las experiencias de personas trans adultas, es decir aquellas que han atravesado su proceso de transición e identificación con lo trans en momentos de violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos y con marcos normativos que han patologizado y criminalizado a esas personas.
"Me interesa pensar en la construcción de la diferencia sexual en el campo de la medicina y la biología. Hay una idea muy marcada que sitúa a aquello que llamamos género en el campo de la construcción social, es decir en el ámbito de la cultura, y aquello que conocemos como sexo, adscripto al campo de la naturaleza, es decir a lo natural, objetivo, neutral, algo que siempre estuvo ahí y que está libre de interpretación humana. Ahí es donde el campo de los estudios de género pone en tensión los discursos de la medicina, la biología, la psiquiatría y toda la cadena de discurso patologizantes", relató Antoniucci .
La becaria consideró que poder historizar y desnaturalizar el sistema sexo-género permite comprender que no siempre fue tal y como hoy lo conocemos y que en lugar de un punto de partida existe un punto de llegada: vidas libres de violencia y discriminación. Así, explica que para lograrlo es necesario poner en discusión esa idea de naturaleza dada e indiscutible para poder entender otras corporalidades, otras identidades y experiencias, y sobre todo desarmar esa idea tan arraigada que plantea a las identidades cis como las auténticas, las verdaderas, las naturales y normales, y a lo trans como aquello que está por fuera, “lo otro”, lo “raro”, lo abyecto, lo diferente, lo novedoso.
Preguntarse y repensar el paradigma actual son los pasos iniciales para comprender y modificar a la sociedad que condena a la violencia y violación sistemática de los derechos humanos en lugar de revictimizar a las infancias y adolescencias. “Mientras eso no suceda no vamos a poder entender la potencia política que existe en la pregunta sobre la identidad y la posibilidad de pensarse por fuera del sistema binario, imaginando otros mundos y otras realidades posibles”, agregó.
Motivada por la temática de género a partir de su recorrido académico, Antoniucci se enfrentó a prejuicios y desconocimiento sobre el tema, tanto propios como por parte del personal de salud.
“La convicción y la fortaleza para habitar una identidad distinta a la asignada al nacer, me conmovió profundamente. Hay muchas historias de abandono, maltrato, violencia, muerte, pero también hay mucho amor, mucho acompañamiento y sobre todo mucha lucha”, agregó y explicó que algunas políticas o programas sociales parten de la idea de lo trans como aquello que está en un estado vulnerable o desamparado y que hay que ir a “ayudar”, a “rescatar”.
En el caso de infancias o adolescencias ese niño o niña hay que protegerlo o tutelarlo porque sufre. Cuando lo primero que debería hacerse es acompañar y escuchar a esas infancias y adolescencias, porque tiene mucho para decir y enseñar: “Hay que comprender que esa discriminación y ese sufrimiento no es por su identidad de género, sino porque todavía tenemos una visión binaria del mundo que permite la existencia de solo dos identidades, cada una con su genitalidad correspondiente: nenes con pene, nenas con vulva, pasa lo mismo con los cuerpos gordos, los cuerpos que tiene alguna diversidad funcional o que portan y atraviesan cualquier tipo de diversidad”, indicó la especialista.
Como trabajadora del sistema científico público y nacional, la socióloga considera que el trabajo que llevan adelante desde los grupos de investigación debe construir un conocimiento que permita garantizar derechos a las personas, en este caso, del colectivo de la disidencia sexo/genérica y contribuir a desarmar las nociones patologizantes y discriminadoras.
La historia muestra que hasta hace 30 años, la homosexualidad era considerada una enfermedad y hoy mucha bibliografía indica que la transexualidad va por el mismo camino despatologizante. En ese sentido la lucha política del colectivo trans ha sido clave para esto y la articulación de esas luchas con los conocimientos científicos de los estudios de género fueron imprescindibles.
“El conocimiento que construimos en nuestras tesis, nuestras investigaciones, tiene que estar disponible y tiene que ser de fácil acceso para la sociedad, tiene que abrir puentes de diálogo con el Estado, las organizaciones sociales, las escuelas, las familias de esas niñeces y adolescencias trans. Se trata un poco de re-distribuir a la sociedad aquella posibilidad que nos han dado de estudiar y formarnos profesionalmente en un sistema educativo público y de calidad, posibilidad que por cierto, existe en muy pocos países del mundo”, concluyó la investigadora.