El amor en tiempos de cuarentena: abrazos virtuales
Muchas cosas cambiaron en este 2020. Un año que quedará plasmado en los libros de historia, en los de economía, en los de salud y también en los de psicología y literatura. Desde estas dos últimas perspectivas desde el CONICET analizaron qué sucede con los vínculos en un contexto de aislamiento obligatorio como el que se está viviendo hace más de 80 días.
María Laura Andrés y Florencia Ana Bortolotto, especialistas en Psicología, dieron su parecer.
De repente, las teclas del teclado se convierten en lo más tocado por día, reemplazando un apretón de manos, un abrazo, un beso en el cachete o uno más apasionado. Por momentos, la soledad desespera y, para otros la compañía familiar ahoga. ¿Qué pasa como seres humanos individuales y colectivos en el encierro? La tecnología ¿puede reemplazar lo que generan los cinco sentidos?
Un vínculo se compone de varios tipos de contactos. El Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) quita el aspecto físico, el piel a piel, y el visual y auditivo se ven afectados pero no imposibilitados dado la virtualidad. Justamente, este aspecto físico, el del tacto, es uno de los más importantes y está relacionado con el aumento de marcadores biológicos asociados al bienestar.
María Laura Andrés, es Dra. en Psicología, trabaja como investigadora asistente en el Instituto de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología (IPSIBAT, CONICET-UNMDP) y junto a Florencia Ana Bortolotto, también Lic. en Psicología y docente en la materia Psicología Laboral en la UNMDP, forman parte del grupo de investigación que llevan adelante desde marzo un proyecto sobre el impacto emocional del aislamiento por COVID-19 en población adulta.
Son muchas las consecuencias en diferentes aspectos de las vidas las que han ido cambiando y adaptándose a las medidas impuestas por el contexto, uno de los aspectos que más ha tenido alteraciones para la gran mayoría es la de vincular, el contacto con los otros, y cómo todas estas modificaciones en los hábitos diarios también repercuten en la dinámica del hogar compartido.
Más allá de que se conoce poco sobre situaciones de aislamiento obligatorio en contextos de pandemia, “lo que sí podemos decir es que en contextos como éste, se ha registrado (y comienzan a registrarse investigaciones específicas para COVID-19) un aumento en los niveles de estrés, ansiedad, depresión e irritabilidad. Por lo tanto, es posible suponer que las familias se ven expuestas a mayores niveles de estas respuestas afectivas negativas y deben lidiar con ellas. A su vez, resulta evidente que el contexto dentro del hogar se ha modificado, se suman nuevas rutinas, que pueden generar focos de tensión: incremento del uso de TIC por parte de los niños/adolescentes, los padres que realizan su trabajo desde casa compartiendo los espacios con el resto de la familia, la escolarización de los niños en sus hogares, el sedentarismo, irregularidades en el sueño, sumado a las preocupaciones económicas”, explicó María Laura Andrés.
Además, “algunas investigaciones llevadas a cabo en países europeos indican también un incremento en las tasas de violencia familiar y el abuso de sustancias”, agregó Bortolotto.
Cuando todo esto comenzaba, allá por el mes de marzo, muchas personas sintieron este contexto laboral y personalmente como la posibilidad de unas “vacaciones”, de un descanso de la vorágine diaria. Sin embargo, las investigadoras explicaron que este aislamiento no puede compararse con un periodo de vacaciones familiares ya que éstas son un descanso de una rutina que conlleva habitualmente cierta exigencia (por ejemplo, vacaciones del trabajo, de la escuela) con fines recreativos, de esparcimiento.
“Aquí lo único que tenemos parecido podría ser un cambio respecto de la rutina diaria tal como la conocíamos. Pero esta “nueva rutina” mantiene exigencias (laborales, escolares) en un contexto un tanto frustrante, de cierta preocupación y no tiene como fin el esparcimiento o recreación. Así que, en sentido claro, una cuarentena o aislamiento social obligatorio no es una vacación”, indicó Andrés.
Por otro lado y como resultado de la investigación que vienen desarrollando sobre Impacto Emocional del Aislamiento por COVID-19 encontraron que estar solo o acompañado no hizo diferencia en la sintomatología de depresión, pero quienes se encontraban acompañados reportaron mayores niveles de ansiedad y afecto negativo (sentimientos de malestar, de aversión) y menores de afecto positivo (disposición afectiva de carácter positivo, como entusiasmo, alegría, energía).
Con el paso del tiempo, quienes se encontraban solos mostraron descensos más pronunciados en los niveles de ansiedad y afecto negativo que quienes estaban acompañados. Esto coincide parcialmente con investigaciones en otras poblaciones llevadas a cabo en otros países, si bien aún es relativamente pronto para tener resultados concluyentes respecto de los beneficios de estar solos o acompañados durante el aislamiento.
Con respecto a lo que puede suceder en los vínculos de pareja ante una situación como ésta, Andrés manifestó que: “Quizás la clave pueda ser moderar las expectativas y profundizar en la flexibilidad en cuanto a exigencias. A lo que Bortolotto agregó: “También consideramos recomendable que las parejas no pierdan de vista que el confinamiento representa un cambio de vida frustrante pero temporal, que va a implicar la puesta en marcha de nuevos acuerdos en la pareja, y va a demandar un esfuerzo de acomodación permanente. Cobran importancia, en este proceso, organizar rutinas, horarios de trabajo y horarios de ocio, para que no se vea afectada la comunicación y se produzca un distanciamiento afectivo”.
Las investigadoras recomiendan fomentar la paciencia, la flexibilidad y la tolerancia para transitar este período de manera más fluida. “Está bien que tengamos una rutina que nos organice, que nos ordene, que vuelva un tanto más “predecible” el día a día en este contexto “impredecible”. Es fundamental entonces entender y aceptar que vamos a estar expuestos a muchas frustraciones, producto del confinamiento y que ello puede repercutir negativamente en nuestra forma de pensar, sentir y actuar. Por ello, debemos fortalecer nuestra paciencia y tolerancia tanto hacia nosotros mismos como hacia el resto de los integrantes de la familia y trabajar en el desarrollo de competencias parentales, buscando siempre el equilibrio entre las demandas internas y externas”, explicó la investigadora del IPSIBAT.
Con respecto a los más pequeños, Bortolotto aconsejó ayudarlos a expresar sus emociones, sobre todo en este contexto tan particular: “Incentivar la “puesta en palabras”, legitimando su malestar y luego acompañarlos en la búsqueda de estrategias adecuadas para sobrellevar la situación, un ejemplo de ello podría ser: “validar” la tristeza que le genera al niño no ver a su abuela (“te entiendo”, “Yo en tu lugar sentiría lo mismo”), y proponerle alternativas de solución (hacer videollamadas a diario con su abuela, escribirle una carta a diario, hacerle un regalo que le entregará cuando termine la cuarentena) poniendo en juego la creatividad en pos de generar nuevas formas de estar presente y contribuyendo a disminuir su angustia y ansiedad”. Otro recurso muy valioso, es hacer uso de los servicios de Psicología Online gratuita, que ofrecen diversas instituciones del país.
Por otro lado, vivir en un mundo virtual y globalizado permite que como sociedad se haya avanzado tecnológica, informática e informativamente. Y, en este contexto, ha “salvado” de la soledad absoluta. En este sentido, Andrés, explicó que “en períodos normales los contactos virtuales exclusivos pueden llevarnos a la pérdida de habilidades sociales, a una socialización “ficticia”, a un aislamiento “encubierto”. Pero en este contexto, el contacto virtual con aquellos seres queridos con los que no convivimos es nuestro único modo de mantenerlo, cuidarlo y fomentarlo. Sería recomendable que dichos contactos se den diariamente o con una frecuencia que nos permita sentirnos cerca emocionalmente, estableciendo, por ejemplo, ciertos horarios para llamar a los abuelos, amigos, etc. Y en situaciones laborales, aunque requiere de cierto esfuerzo de adaptación (nuevas tecnologías, reuniones virtuales, generación de nuevos hábitos laborales), también resulta productivo”.