El clásico que dejó de ser prohibido
Luego de muchas idas y vueltas; Mar del Plata volvió a tener el clásico que tantas veces había soñado.
Siempre se insistió con “el clásico prohibido” cuando en realidad resultaba una expresión hasta un poco molesta. ¿Quién lo impide? ¿Quién no quiere que se juegue? Ni amistoso, ni por los puntos. Que se enfrenten Alvarado y Aldosivi parecía un símbolo de violencia inmediata.
Sin embargo, se logró dar un paso adelante socialmente para demostrar que era un miedo que no tenía fundamentos; sobre todo en el contexto actual del fútbol, desde hace un tiempo a esta parte, donde no hay público visitante.
Cuando la información se dio a conocer, se removieron viejas sensaciones y hasta algún temor de tener dos clásicos al año. Parecía un verdadero peligro. Todos tuvimos ese miedo latente. Sin embargo, no hay peor intento que el que no se realiza.
Había que ponerse los pantalones largos y, comenzando por los dirigentes de ambos clubes, continuando por las autoridades de seguridad y terminando en el público marplatense, todos trabajaron para que sea una fiesta. Y fue una fiesta. Dos fiestas.
Primero le tocó a Aldosivi y no hubo ningún inconveniente que lamentar; luego le tocó a Alvarado redoblando la apuesta en este folclore de ver quien es el más popular de la ciudad. La cancha, en la capacidad que tiene disponible, estuvo llena y no hubo hechos que lamentar como en otras ocasiones.
Los hinchas entendieron que no se pueden privar de esa fiesta. Que todos somos responsables de cuidarla y demostrar que aquello de “prohibido” no es más que una consigna marketinera que vende bien la idea de algo que no se puede llevar adelante. Si se pudo y con creces.
Los protagonistas hicieron el esfuerzo desde la organización de un evento con muchas complejidades, los futbolistas que lo asumieron como propio, los hinchas que entendieron la importancia de lo que estaba en juego y todo se dio en paz.
Fueron 27 años donde las sociedades cambiaron. Muchos de los que, todavía muy pequeños o en etapa de adolescencia, ponían la nariz contra el alambrado de una cancha llena para ver a sus ídolos en la década del 90 enfrentando al que se estaba volviendo su “clásico” rival; querían volver a sentir ese corazón que latía más fuerte.
Los -30 que nunca estuvieron en una cancha para vivir el partido, entendían que era una oportunidad única del destino que no había que desperdiciar, porque podía pasar a ser un componente central de sus vidas como hinchas del club. Y pudieron vivirlo, sentirlo, sufrirlo y gozarlo.
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A partir de los dos clásicos que se jugaron en este 2024, se contarán historias, fábulas, anécdotas ampliadas con el correr del tiempo (ayer se vendieron algo más de 22 mil tickets pero en unos años, seguramente los que digan haber estado allí serán casi el doble) que nos remitirán a ese 23 de marzo o al 11 de agosto.
Fiel a la impronta marplatense, entre los dos partidos pasamos por las cuatro estaciones. Hubo sol, frío, un fuertísimo viento y lluvia; pero no hace más que “vender” a la perfección lo que significa Mar del Plata. El clásico dejó de ser prohibido. En realidad nunca estuvo prohibido sino que el miedo le había ganado a la organización y la sensatez. Hoy parece parte del pasado porque la ciudad tiene un clásico para disfrutar.
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