"El fotoperiodismo es la vedette de los fotógrafos, porque todo lo que contamos es real"
Por Manuel Straccia
Fotos: Archivo Diego Izquierdo
En el auto aguarda una libreta, una muda de ropa, medias, un poncho de lluvia, un casco, una sillita, una máscara anti gas, un IPAD, tres lentes y, por supuesto, una cámara de fotos. Diego Izquierdo afronta un día más de trabajo con todo el equipamiento que lleva "por las dudas". En Argentina, Latinoamérica o Kosovo, en la otra punta de la ciudad o en tu misma cuadra, siempre hay algo para contar.
A sus 41 años, afirma que se toma todo con más calma y trabaja menos que hace veinte años. De todas formas, se lo ve corriendo de aquí para allá para cumplir con todas las historias que merecen ser contadas. En una íntima charla con El Marplatense, en el marco del Día del Reportero Gráfico, repasó su carrera y la importancia de las fotos.
-La pregunta de base es, ¿cuándo empezaste a sacar fotos?
Empecé estudiando cine, pero me di cuenta que no era para mí. Era una tarea grupal y yo soy bastante solitario. Siempre me gusto la fotografía y el cine, pero no había tenido ningún contacto con la cámara. En esa época el cine era algo muy imposible y me di cuenta que no quería compartir mis ideas con otras personas. La fotografía me daba esa libertad.
Yo me crié en los 90, la información se manejaba en los fanzines. Ahí en ese interín de estudio descubrí el fotoperiodismo y me voló la cabeza. Es mi ecuación perfecta, una patita en el arte, otra en la cuestión social o real, y una patita que te permite vivir de eso. Empecé trabajando en la revista puerto, después en El Atlántico, colaboré con La Nación, trabajaba en el Festival de Cine, colaboré para Reuters que me abrió puertas y me enseñó una manera de trabajar muy diferente, profesional. Es lo que uno quiere, contar historias. A veces uno piensa que se tiene que ir lejos, pero las mejores historias siempre están en la misma manzana.
-¿Solitario en el laburo o en la vida?
Va en paralelo. La ecuación te cambia ahí, cuando laburas de lo que te gusta es parte de tu vida. No imagino mi vida sin fotografía, por más que sea laboral o no.
-¿Te acordás tu primera cámara?
No recuerdo mucho, no le doy mucha importancia. Es una cuestión técnica. Fue una F70, común, pero soy muy destructivo con las cosas
-Lo importante son las historias y cómo contarlas…
Claro. Educar el ojo. La cámara es una herramienta. Depende la herramienta podes hacer una u otra cosa. Son diferentes posibilidades. Para mí lo más importante es educar el ojo.
-¿Cómo se educa el ojo?
Viendo (risas). El consejo que siempre doy, que a mí no me gusta mucho dar consejos, no me creo capaz de nada, me preguntan de algún curso o algo, yo siempre recomiendo es hacer algún taller de historia del arte.
-Pero con tanta experiencia, ¿no te ves cómo alguien que puede enseñar y transmitir algunas cosas?
Uno puede enseñar y transmitir, pero la experiencia es experiencia, es el camino de cada uno. Uno puede ayudar en algunas cuestiones, explicar que la parte técnica engorrosa sea más rápida, pero después cada uno tiene su propio camino. Doy talleres, pero enseño a fotógrafos sobre los medios, la fotografía como herramienta para el periodismo.
-¿Cómo ves esa herramienta en la actualidad? Sobre todo ahora que cualquiera tiene acceso a una cámara
Para mí es buenísimo, porque de alguna manera es más democrático que la herramienta sea alcanzable para cualquiera. Antes una cámara era inalcanzable, miles de dólares. Ahora uno tiene acceso a una cámara con un celular y ya está, no necesita más. Sólo aprender a ver. Lo puede hacer cualquier persona. El problema pasa por otros lados.
-¿Por qué lados?
Es una teoría que tengo… las redes son una herramienta para hacer el bien pero también atonta un poco a la gente. Veo fotógrafos que quieren ser protagonistas ellos, pero nosotros somos narradores de historias de otros. Alguna vez uno trata de ser más introspectivo. Igual cada vez que uno cuenta la historia de otro hay un poco de su historia personal ahí, en qué elegís, por qué esto y no aquello. Hay una cuestión muy ególatra que hace que la gente quiera ser protagonista con su cámara y no hacer protagonistas a otros, para contar lo que pasa y el mundo sea un poco mejor.
-¿Entonces te sentís incómodo siendo vos el centro de la historia en esta nota?
Si, obvio (risas)
-A lo largo de tu carrera tuviste muchos trabajos, pero quiero puntualizar en tu experiencia en Kosovo. Desde cómo pasó hasta lo que viviste ahí.
No fue la guerra en sí. Es una provincia que quiere dejar de ser provincia para convertirse en país. En el camino que uno emprende aparece el azar, casualidades, y uno termina en ese país. Siempre me gustaron los Balcanes, mi película favorita es Las Flores de Harrison que sucede en los Balcanes, por el tipo de conflicto y cómo el periodismo hizo que ese conflicto cambiara. Un conflicto de 700 años que sigue latente.
-¿Qué clima se vivía?
Tenso. El mejor ejemplo que doy es que imagines que Tucumán deja de ser de Argentina para ser de otro país, Bolivia por ejemplo. Nosotros los argentinos vamos a decir, no, esperá, si la independencia de Argentina se declaró en Tucumán, es parte de nuestra historia. Kosovo es algo parecido. Serbia se funda después de una gran batalla con los otomanos que se llamó la batalla de Kosovo.
-¿Cuál es la historia detrás de la foto del chico “jugando a la guerra”? (NdR: Foto que fue destacada por la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA) y la añadió a su fototeca)
Si busco en mi agenda, te puedo decir los nombres de los nenes, porque tengo todo anotado. Es tan simple como entender que un país, que en ese momento (2008), tenía el 65% de su población con menos de 30 años, faltaban dos generaciones. La mayoría eran niños. Un país atravesado por la guerra, los niños juegan a la guerra. Yo trabajaba mucho con los soldados españoles, fui con varias fotos y ellos se mostraron asombrados de que el nene se manejaba como ellos. La manera de mirar, apoyarse, todo lo incorporan.
-Dijiste que tenías anotados los nombres… ¿guardas un registro amplio de las historias además de la foto en sí?
Anoto mucho porque he viajado muchas veces y no he anotado, entonces después no me acuerdo. Rebuscar en los datos que uno escribe es revivir un montón de cosas. Hablando de periodismo, no es lo mismo que yo te diga que es un niño a que te diga: se llama tal, tenía tantos año, quien era su familia, que origen es, por qué estaba ahí, hace que la historia sea mucho más fuerte.
-¿Cuál es tu equipo de trabajo?, porque no es sólo la cámara…
La cámara es una herramienta, hoy en día la tecnología y la inmediatez es muy fuerte. Trabajo en la agencia que nutre de noticias al país, cuanto antes está la foto, mejor. Trabajo con una cámara chiquita que tiene el formato de una cámara vieja, tres lentes, un IPAD. En el coche tengo un bolsito con una muda de ropa, un par de medias, un poncho de lluvia, máscara anti gas, un casco. Uno no sabe hasta que lo necesita. Me ha pasado que lo necesité y no lo tuve.
-Esta nota se da en el marco del Día del Reportero Gráfico, por el día que asesinaron a José Luis Cabezas. ¿Qué significó eso para el fotoperiodismo?
Yo era chico, sí me acuerdo de un montón de cosas. A nivel fotoperiodismo en el país, uno nota que a veces nos creemos que a los periodistas o fotógrafos no nos pasan las cosas. Vamos a una manifestación y no nos pasan las cosas, vamos a contar y somos como invisibles. Pero los 90 en argentina fue una época de mucha corrupción y eso fue el miedo que te pueden tocar, que te pueden matar por una foto. Eso también hizo que los reporteros se unieran, trabajaran diferente, se cuidaran, tomaran más recaudos que antes. El periodismo siempre es incómodo. Algo que a veces me molesta es que nos dicen que los fotógrafos no somos periodistas, pero nuestras fotos cuentan y, además, testimonian. Si el fotógrafo estuvo ahí contando eso, es como “la verdad”. No es sólo una foto que sale y las cosas pasan por delante, hay un autor atrás. Bueno, la foto de Cabezas a Yabrán es eso.
-Suena obvio, pero son muy importantes las fotos…
Si, no tomamos dimensión a veces. La fotografía es directa. Si te cuento la nena con un buitre atrás, todos sabemos de lo que estábamos hablando. Pero si te cuento que esa nena estaba en Sudán del Sur, uno de los últimos países en independizarse del mundo, de Kevin Carter, en el año 93. Esas cosas nos quedan grabadas. La foto de Yabrán, aunque no sepamos quién era Cabezas, esa foto la tenemos. Las fotos de Perón con las manos abiertas, por más que alguien lo odie, la tenemos en la mente. Ese es nuestro trabajo. Incorporar una historia visual, algo que queda ahí.
-¿En qué momento de tu vida te ves ahora?
Uno cambia. Por primera vez me siento maduro en un montón de cosas, más criterioso. Entiendo que los medios son lugares de trabajo como cualquier otro, y uno puede autogestionarse, no necesita de un medio para contar cosas. Para eso internet es buenísimo. Pero me gusta contradecirme, está buenísimo lo virtual, pero lo real es más poderoso. El fotoperiodismo es la vedette de los fotógrafos, porque todo lo que contamos es real. Por más que no saben que te aburris en una guardia o te mojás en un partido de fútbol. Es lo real, lo que está pasando de verdad. El periodismo tiene esa cosa de estar tan cerca, que es donde todos quieren estar.
-¿Cómo creés que va a ser el futuro del fotoperiodismo?
Se muere… en un montón de aspectos. Internet, tecnología, hizo que conozcamos muchos fotógrafos. No digo que va a morir y no existir más. Se va achicar. Cuando se achique, ahí vamos a tener que ser muchísimo mejores porque va a haber menos lugares, pero también hay otros caminos, de Autogestión, buscar las historias y publicarlas uno mismo.