El juego no es cosa de chicos
La salud pública, enfrenta numerosos desafíos en el Siglo XXI, entre los que destacan el impacto de las apuestas de juegos en línea en la juventud y las infancias.
El rápido avance de la tecnología y el creciente acceso a internet han transformado numerosos aspectos de la vida cotidiana, incluyendo el entretenimiento y el juego. Una de las manifestaciones más destacadas de esta transformación es el auge de las apuestas de juegos en línea que presenta un desafío significativo para la salud pública, especialmente en relación con la juventud y las infancias. La accesibilidad y la naturaleza adictiva de estas actividades pueden tener efectos negativos profundos y duraderos. Por ello, es esencial implementar estrategias integrales que incluyan educación, regulación, apoyo y tratamiento, así como investigación continua para proteger y promover el bienestar de los jóvenes. La coordinación de esfuerzos entre gobiernos, organizaciones de salud y comunidades es vital para enfrentar eficazmente este problema emergente y salvaguardar el futuro de las generaciones más jóvenes.
Las apuestas en línea engloban una variedad de actividades que incluyen apuestas deportivas, casinos virtuales, póker, y otros juegos de azar accesibles a través de internet. A diferencia de los casinos físicos, estas plataformas ofrecen la posibilidad de jugar en cualquier momento y lugar, lo que ha contribuido a su popularidad. Los jóvenes, quienes son nativos digitales y están altamente familiarizados con la tecnología, encuentran en estas plataformas una fuente atractiva de entretenimiento y potenciales ganancias rápidas. La disponibilidad de plataformas de apuestas en línea las 24 horas del día y el anonimato que ofrecen son factores que incrementan el riesgo para los jóvenes. La posibilidad de jugar sin supervisión y sin restricciones de tiempo facilita el desarrollo de hábitos de juego perjudiciales; los jóvenes están expuestos constantemente a la publicidad de apuestas en línea, a través de redes sociales, aplicaciones móviles y otros medios digitales. Además, la presión de grupo y la influencia de amigos que participan en estas actividades pueden aumentar la probabilidad de que los jóvenes comiencen a apostar. Son particularmente vulnerables a los efectos negativos de las apuestas de juegos en línea debido a su desarrollo cognitivo y emocional en proceso. La exposición temprana a estas actividades puede tener consecuencias duraderas para su bienestar. El estrés y la ansiedad asociados con las pérdidas financieras y la compulsión de jugar pueden desencadenar o agravar problemas de salud mental como la depresión, la ansiedad y otros trastornos emocionales.
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La desesperanza y la sensación de fracaso que a menudo acompañan a la adicción al juego pueden llevar a una disminución significativa en la autoestima y el bienestar general. Su impacto en la Juventud trae como consecuencias, entre tantas, una aguda adicción al Juego; uno de los mayores riesgos de las apuestas en línea para la juventud es el desarrollo de adicción. La combinación de fácil acceso, anonimato y la naturaleza adictiva del juego puede llevar a los jóvenes a desarrollar comportamientos compulsivos. La adicción al juego se caracteriza por la incapacidad de controlar el impulso de apostar, a pesar de las consecuencias negativas. Esta adicción puede interferir significativamente con la vida diaria, afectando el rendimiento académico, las relaciones personales y el bienestar emocional. Esto a su vez se retroalimenta por una falta e inmadurez en la educación financiera, ya que los jóvenes son particularmente vulnerables a las pérdidas económicas significativas. La expectativa de ganancias rápidas puede llevar a apuestas imprudentes, resultando en deudas y problemas financieros. En casos extremos, los jóvenes pueden recurrir a préstamos o a pedir dinero prestado, exacerbando su situación económica y creando una carga adicional para sus familias.
Para abordar el impacto de las apuestas en línea en la juventud e infancias, es crucial que las políticas de salud pública incluyan estrategias específicas que consideren este problema emergente. Podríamos enumerar varias opciones, herramientas y hasta incluso proyectos para poner énfasis en la concientización de esta problemática, no podemos evitar el uso de la tecnología, y menos el uso de celular, o aplicaciones de juegos, es un tema ya inmerso en la sociedad y en el ser humano, una extensión más de uno de sus miembros. Pero sí podemos ahondar en la temática, profundizar este tema para lograr una mayor higiene mental y social en estos casos.
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Implementar programas educativos en escuelas y comunidades que informen a los jóvenes sobre los riesgos de las apuestas en línea es crucial. Estas iniciativas deben enfocarse en proporcionar información sobre la adicción al juego, la gestión financiera y las estrategias para resistir la presión social. A través de una regulación y control para las plataformas de apuestas en línea, incluyendo restricciones de edad y controles de verificación de identidad para evitar que los menores accedan a estos servicios. También se debe limitar la publicidad de apuestas en medios accesibles a los jóvenes. Dar apoyo y tratamiento para jóvenes que ya están afectados por la adicción al juego es fundamental. Esto incluye líneas de ayuda, programas de terapia y recursos para padres y educadores para detectar y manejar problemas de juego en la juventud. Investigación y monitoreo basados en las intervenciones basadas en evidencia. Monitorear las tendencias y patrones de juego entre los jóvenes permitirá ajustar las políticas y estrategias para abordar eficazmente el problema.
Estamos ante un momento crucial para el futuro, ya que si no actuamos sobre el presente de manera urgente y con prioridad, atentaremos contra generaciones y será un impacto significativo a nivel social. Hay que pensar qué mensaje queremos que nuestros chicos tengan, ¿ganar dinero desde lo fácil y ser su propio jefe? Sacrificio y la satisfacción del logro obtenido están siendo cosas del pasado, ya todos quieren ser CEO’s o “sus propios jefes”, y en parte somos nosotros, los adultos quienes estuvimos dándoles mensajes. Nadie es culpable, somos responsables en mayor o menor medida, pero seremos culpables si no tomamos cartas en el asunto y ayudamos a que los niños y jóvenes disfruten de sus tiempos, de sus edades y procesos. “El juego” NO es cosa de chicos.
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