El otro lado de la terapia
El comienzo del año estimula a que muchas personas se decidan por arrancar terapia con el objetivo de encontrar la solución a dificultades o mejorar el estado de ánimo. La licenciada en psicología María Noel Lucano detalla los tipos de tratamientos que podemos elegir y qué tener en cuenta a la hora de llegar al consultorio.
Dentro del ámbito psi existen diferentes marcos teóricos, que a su vez cuentan con distintas metodologías de trabajo. Psicoanálisis, cognitivismo, gestalt, sistémica, es amplia la oferta a la hora de elegir desde que postura ideológica trabajar como paciente y con qué tipo de abordaje profesional uno siente que puede modificar o encontrar aquello que ha ido a buscar en un espacio terapéutico.
Lo que todas poseen en común es el objeto de estudio: el ser humano y más aun, todas buscan de una manera u otra modificar una situación de malestar, angustia o una actitud y conducta que no está siendo efectiva para esa persona en cuestión, por otra más optima.
Como dar el primer paso
Ante todo, teniendo en cuenta que la persona que consulta, llega a un espacio terapéutico con ciertos síntomas que le generan malestar, imposibilidad de hacer cambios o alcanzar determinados objetivos, lo principal es observar la gravedad de ese síntoma puntual, lo urgente del mismo.
No es lo mismo acudir a un profesional de la salud mental con ataques de pánico, fobias que le están impidiendo al paciente lleva a delante su rutina de vida habitual, que un paciente que consulta por la necesidad o mejor aún el “deseo” de realizar determinados cambios en su vida.
Si lo comparara con la medicina, no es lo mismo observar a un paciente que llega a la clínica con un principio de peritonitis que alguien que acude por una angina. Entonces, revisando lo urgente de la situación y abordando el síntoma, se definirá luego cómo continuar el proceso terapéutico a llevar a cabo.
Claramente es importante que los síntomas desaparezcan o para ser más realista, que se atenúen, pero es tan importante como esto último, detectar las causas, los orígenes de esos síntomas.
Es trabajando sobe la raíz que efectivamente se ´podrá arribar a un cambio o modificación genuina y sostenible en el tiempo de aquellas conductas o modalidades de funcionamiento que no estarían siendo sanas para el paciente.
La duración del tratamiento que se llevará a cabo, va a depender de varios factores y justamente el tipo de abordaje que se utilizará, es uno de esos. La terapias que sólo apuntan a “quitar” el síntoma tendrán una duración más acotada mientas que las que apuntan a trabajar sobre la raíz de la problemática y abordan en profundidad el malestar, requerirán de más tiempo, lógicamente para hacer un efectivo trabajo.
Esto no implica que una terapia tenga que ser interminable. Y a diferencia de la medicina en la que se puede hablar de “cura”, podríamos particularmente mencionar el término cierre de etapas en el momento en que se decida concluir un proceso terapéutico, teniendo en cuenta que es ser humano no es fijo ni inmutable y está en constante movimiento y cambio.
Por ende los motivos que pueden llevar a una consulta a los 20 años no van a ser necesariamente los mismos que llevarán a una consulta a los 50 años. Hay cambios biológicos, vitales y por supuesto cambios que tendrán que ver con la historia particular de cada individuo.
Por último, pero no por eso menos importante, un factor clave para llevar a adelante un proceso terapéutico es que brinde los resultados que paciente y terapeuta han acordado (implícita y explícitamente) es que haya una buena alianza de trabajo entre paciente y terapeuta. Ambos tiene en el derecho de elegir con quien trabajar y llevar adelante este proceso que (más largo o más corto) requerirá de confianza y esfuerzo por parte de ambos.
Finalmente, cabe señalar algo de vital importancia: no hay terapeuta que pueda si no hay paciente que quiera. Es el deseo del paciente el motor fundamental para que una terapia funcione.
Obviamente, no es el único: la capacidad, formación e idoneidad del profesional son fundamentales para levar adelante un buen trabajo en el marco de una terapia, pero sigue siendo el principal factor, el deseo del paciente de trabajar en sí mismo todo lo que se necesario para estar mejor, para que una terapia pueda dar buenos frutos.
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