El valor del arbolado urbano en Mar del Plata y cómo aportar "un granito de arena"
Por Juana Martí
Sabemos que proporcionan oxígeno, limpian el aire, que marcan las estaciones del año, eso está a la vista. Pero pocos ciudadanos, o mismo gobiernos, cuidan los árboles de la ciudad como corresponde. Quizás la intención está, no la manera.
La educación es fundamental para entender la importancia del arbolado urbano, aunque lo creamos natural, porque está a nuestro alrededor desde que llegamos al mundo, hay que cuidarlo, porque los árboles son una parte fundamental de nuestra ciudad.
Con la intención de tener en cuenta cómo aportar "un granito de arena", tal como dice Nicolás Antoniucci, hablamos con él para que transmita su sabiduría a El Marplatense y así aprender el valor de nuestro arbolado urbano.
"Si hablamos de árboles urbanos hablamos del arbolado como un órgano. En un organismo, una célula, no pasa nada que se pierda. Sí importa la cantidad", inicia mientras recorre las calles de un barrio residencial de la ciudad en compañía de este medio.
"Cuando una ciudad está bien forestada, las diferencias climáticas se sienten con respecto a otra a la misma latitud que no lo tiene. Los árboles regulan la atmósfera. No son decisivos, el mar tiene mucho más influencia en lo atmosférico, pero el arbolado ayuda", explica.
Además, sostiene algo más abstracto pero no menor: "Para nosotros antropológicamente, incluso neurocognitivamente, estar cerca de un árbol nos influye totalmente desde el punto de vista del ánimo".
"Crea entorno, dan un ambiente agradable. Los seres humanos necesitamos el verde desde nuestras células madres, porque somos animales que derivamos del mono, que vivía en los árboles. El hombre siempre vivió alrededor del árbol y estuvo ligado a él. Es algo que va mucho más profundo que cualquier cuestión cultural o algo educativa. Es fundamental para nosotros tener un entorno arbolado", asegura.
Nicolás habla apasionado y con indignación de "ver los árboles en barrios de Mar del Plata mutilados como candelabros". "A mí me genera una situación de empatía con la planta de una tristeza aguda", expresa.
Y continúa enumerando los beneficios: "El arbolado en su conjunto funciona como un pulmón. Va a filtrar una gran parte de las partículas de contaminación que pueden ser polvo de tierra que respiramos, de escapes de autos, de chimeneas de fábricas".
"También regula desde el punto de vista auditivo, ayuda para la contaminación sonora. Tener una gran masa vegetal sirve para que todas las ondas cacofónicas que salen de los escapes de las motos, los autos o ruidos propios de la actividad de la ciudad, sean absorbidos. No quiere decir que son muteadas, pero te aseguro que no es lo mismo que un caño de escape o un ruido rebote entre paredes de edificios, duras, que amplifican y multiplican, que el arbolado que absorbe y disminuye. No es la solución divina, pero sí ayuda y colabora", suma a la lista de ventajas.
Las aristas que toca los frutos de un buen arbolado urbano son muchas. "Cuando uno circula por una calle en invierno, alrededor de las 5 de la tarde, la seguridad con la que se puede transitar cuando, por ejemplo, las copas de los plátanos se abrazan y dan sombra, cambia completamente a tener el sol en la cara".
Y si molestan las hojas que caen, es "la obligación de todos nosotros barrer la vereda, limpiar nuestros techos, porque el mismo tipo que mutila el árbol después va y pone el auto en la sombra del vecino". "Es el pago que nosotros tenemos que dar por ese servicio, cuidar las plantas", expresa Nicolás.
"Incluso también los árboles son contenedores de vida. Tenemos que estar consciente que las ciudades van desplazando el ambiente natural de un montón de mamíferos que se ven desplazados por la ciudad. Para las aves y algunos animales este sirve como un contenedor de vida", agrega.
Al consultarle por si hay árboles autóctonos en Mar del Plata, Nicolás planteó que "no, por lo menos no que se entiendan útiles para el arbolado urbano".
Y va más allá de la ciudad: "Tenemos que entender que hay una división geográfica por zonas climáticas y geológicas. Nosotros estamos en el sudeste de la llanura pampeana, que no tiene nada que ver con la región fitogeográfica del Chaco, donde es nativa el jacarandá, el palo borracho, entre otras que no son nativas de acá, ni siquiera el ombú o el tala", expone.
"Probablemente hubiera faltado un millón de años para que, sin interferencia del hombre, algunas especies fueran bajando del norte para nuestra zona", indica.
Y plantea la historia para terminar de redondear la importancia:
"Los Peralta Ramos y Luro, que fueron los primeros desarrolladores inmobiliarios de Mar del Plata, se enfrentaron con que iban a hacer una ciudad y no había árboles. Y ya sabían, está documentado. En un libro de plazas fundacionales de Mar del Plata, de Marta Lamas, se muestra que hay ordenanzas, como circulares, donde contaban la importancia del arbolado urbano y de la regulación atmosférica", repasa.
"Lo que es novedad para nuestros intendentes contemporáneos, ellos ya lo sabían, y en una época que no era necesario porque no estaban las mismas necesidades urbanas que ahora, con una ciudad que va a tener un millón de habitantes en diez años, con problemas demográficos, de tránsito, de contaminación. Y ellos no los tenían, pero sabían que tenían que plantar árboles", transmite con vehemencia.
De esta forma, planteó ciertos problemas actuales. "Las autoridades recomiendan plantar árboles que no son los correctos. De características que no superan el horizonte del alumbrado público".
"La luz del alumbrado tiene que caer limpita al suelo. Es un tema de seguridad, tanto vial como personal. También de economía. Pagamos una fortuna de alumbrado público", indica. Sin embargo, expone que "la gente no debería ocuparse del árbol de vereda, es algo que es público".
Acá, un ejemplo: "Fijate la sombra, la oscuridad", expone.
Y contrasta:
Pero no solo suelta los problemas, también planteó soluciones: "Tengamos un criterio forestal que esté coordinado y que rija para toda la ciudad".
"Poner árboles de hojas caducas, para que caigan las hojas en otoño, porque necesitamos sol en invierno, que tengan un fuste que la parte verde pase la altura de las farolas, que no sean alergénicos. Son servicios urbanos que pagamos y se tienen que brindar", manifiesta.
Por otro lado, propone "hacer un censo de arbolado urbano". "No puede ser que un vecino saque un árbol y no quede registro", cuestiona Antoniucci.
"Lo mismo pasa con la poda de un árbol. No es lo mismo una poda selectiva, subirte con un hydro a 12 metros de altura y podar una rama, que subir a un escalerita y cortar a la altura que te da la mano. Por eso mutilan, porque es lo más fácil y barato, y porque el frentista no está en condiciones económicas. No todos pueden pagar lo que sale una poda selectiva", indica.
Y reitera: "La gente piensa que mutilando el árbol achica el problema. En realidad está agrandando, porque por cada tronco que vos cortas al otro año hacen 15 ramas".
Por eso, Nicolás ratifica que el "arbolado urbano tiene que estar a cargo de la ciudad". "Mantenerlo al menos en un auto con tres personas que se dividan en diferentes turnos las 24 horas para hacer un control activo", propone.
"Ahora las autoridades están ocupados con el COVID, pero el coronavirus se va y el desastre ecológico va a quedar", concluyó.
Por último, reafirmó que "nuestra responsabilidad es hacer un control como especie dominante para que la vida no desaparezca", sin embargo, reflexionó en "no paranoiquearse".
"Desde el origen, la vida en el planeta va cambiando. Capaz que nosotros somos el virus que viene a cambiar la existencia, como fue en su momento el meteorito que terminó con la era de los dinosaurios. Capaz somos ese meteorito. Tampoco hay que paranoiquearse con que somos un virus. Capaz que lo somos, pero quizás está bien. Por ahí parte de la vida sea eso, extinguirnos y que después venga otra cosa", concluyó.