“En cada lugar que hay una vida rica alrededor, los vinos tienen otro color”
Andrés Biscaisaque es uno de los dueños de Bodega Los Dragones, ubicada en el Valle de Calingasta. “La idea es que acá el lugar sea lo que importa. No es vino de autor, es vino de lugar”, destacó.
En el paisaje dramático y silencioso del Valle de Calingasta (San Juan), a 1650 metros sobre el nivel del mar, al pie de la imponente Cordillera Frontal de los Andes, se encuentra la Bodega Los Dragones, que proviene de los picos montañosos que Andrés Biscaisaque, uno de sus propietarios, supo explorar junto a sus amigos y que en breve, según cuenta, volverá a escalar.
Biscaisaque es una figura clave detrás de la bodega. Su historia comenzó como andinista y eventualmente se enamoró del lugar y de la viticultura. “Este es un lugar muy lindo, tiene una belleza natural muy particular, mucha tranquilidad en un marco escénico dramático. Un lugar con cielos impresionantes, con montañas y glaciares a la vista. Para los que nos gusta la montaña es un imán. Hay aventura por todos lados, y la gente es muy buena, se vive muy tranquilo”, comentó en diálogo con De boca en boca por Radio Mitre Mar del Plata.
Según contó, el vínculo con la vitivinicultura comenzó de la mano del montañismo cuando precisamente un amigo suyo de ese rubro, quien produce los vinos Carasur, lo hizo descubrí este universo: “Me metí de lleno. Estamos con mis hermanos armando este proyecto. Ellos están en Buenos Aires, uno en Necochea y el otro en Capital, pero los tres somos socios acá”.
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Sobre Los Dragones, los definió como “vinos bien del lugar” y explicó que su producción se encuentra “en un lugar muy particular, con mucha personalidad. La idea es que acá el lugar sea lo que importa. No es vino de autor, es vino de lugar”.
En ese sentido destacó que “tratamos de intervenir lo menos posible, tanto en los productos como en las técnicas de vinificación. Sí intervenimos en la viña, buscando condiciones sanas para las uvas y que después tengamos vinos sanos que reflejen los aromas del lugar, la acidez, la frescura. Todo eso llega al vino. El clima repercute un montón en la uva y en el vino, los aromas, las plantas que lo rodean”.
Biscaisaque contó que algo importante en la producción son los corredores biológicos, que constante básicamente de “rodear las viñas de plantas nativas. Es superimportante porque trae muchísima diversidad, que también entra en el viñedo y trae muchos aromas y muchas cosas. En la piel de la vid se quedan muchos aromas. Cada lugar que tiene una vida rica alrededor, los vinos tienen otro color. Son cosas sutiles”.
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Entre esas “cosas sutiles” destacó que los corredores biológicos “brindan servicios ecosistémicos” como por ejemplo la presencia de las hormigas: “Si vos tenés nada más que viña plantada y suelo desnudo, las hormigas comen la viña. Si tenés todo lo demás, tienen más cosas para comer, compiten con la viña y el daño es menor”.
Pero además de las hormigas hay “otros bichitos que comen hormiga” resaltó el productor y destacó que se trata de “un ecosistema en el que pasamos a una cosa más compleja, también más compleja de trabajar. No todo es color de rosa, pero terminamos teniendo más calidad a nivel general. No solo calidad en los vinos, sino calidad de vida para los que estamos todo el día en las viñas”.
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