Fue secuestrada hace 24 años y asegura que sus captores compraron su falsa identidad en Mar del Plata
Marina Fernanda Aragunde fue arrebatada el 1° de febrero de 1995 de su casa, en Marcos Paz, y nunca más se supo de ella. Hasta que, a principios de abril, y gracias a las publicaciones en redes sociales, la joven de 28 años encontró a su madre biológica. Se contactó con ella, le ofreció datos para que ambas pudieran verificar que estaban frente a la persona que buscaban desde hace años.
"Me reconozco en una foto de Facebook en el grupo '¿Dónde estás?'. Hablo con ella por privado y le empiezo a brindar muchísimos datos", explicó Marina, a quien sus apropiadores rebautizaron con el nombre de Valeria. Su historia está cruzada por un trasfondo delictivo. Su padre y su abuelo fueron detenidos en septiembre de 1995, siete meses después de que secuestraran a Marina. Fernando y Horacio Esquivel cayeron por integrar una banda que robaba comercios y que se dedicaba, además, a traficar drogas.
Ese dato permitió profundizar las pistas hacia una disputa narco, algo que a pesar de las sospechas de la madre hacia su suegro jamás pudo terminar de comprobarse judicialmente. Marina, sin embargo, tiene claro que lo que le sucedió fue una venganza contra su abuelo por ese tema.
"Estoy esperando la respuesta de la partida de nacimiento y de un acta para sacarme una identidad que no es mía, que es el principal derecho de una persona. A mí me secuestraron y me vendieron. En Migraciones de Mar del Plata se compró una identidad falsa. Yo fui un ajuste del narcotráfico entre mi abuelo paterno y estas personas que a mí me secuestran y me venden. Fue para hacerle daño a mi abuelo, pero no vieron que le hacían daño a mi mamá detrás de todo esto", aseguró Marina en un testimonio que brindó a Cadena 3 de Rosario y en que no dio a conocer su rostro, ya que, desde que su historia salió a la luz, recibió varias amenazas.
"Yo en un primer momento estaba en la postura de que me querían separar de mi familia. Pasó el tiempo y me quedó la duda. Voy a (la oficina de) Migraciones, porque tengo una numeración extranjera, y me dicen que la persona con mi identidad falleció en el 95. Me habían dado, después de comprarla, la identidad de una persona muerta", detalló más tarde en diálogo con Clarín.
Enfrentarse a la verdad fue parte de un proceso doloroso. "Me ponía mal toda la situación. Saber que lo que me habían dicho era todo mentira, que toda la vida desde que me crié era mentira", explica. La familia que se apropió de la pequeña ocultó siempre aquella historia. Ella creía estar frente a sus padres biológicos.
"Desde el momento que me compraron, cada dos años, cambiaban de casa. Yo tenía el pelo rubio y me cortaron los rulos. Me vestían como un varón para que no fuera reconocida. Vivíamos en la ciudad de Buenos Aires, pero cada dos años automáticamente cambiábamos de casa. O al año me mudaba", recuerda. Era parte de una maniobra que buscaba ocultarla, pero que ella, aún pequeña, no terminaba de comprender.
Al advertir lo que había sucedido cortó el diálogo con sus apropiadores. "Hace cuatro años que no hablo con ellos", precisa. Dejó Buenos Aires, se instaló en Rosario y, aturdida por la nueva realidad, inició una búsqueda imprecisa que le permitiera conocer su pasado, su historia, sus raíces.
Valeria sintió que ya no era Valeria. Pero todavía no tenía claro que era Marina. Comenzó a investigar, a buscar en redes sociales algún indicio. Un día tropezó en algo que fue como un flash: se reconoció en una foto de Facebook, que la retrataba siendo pequeña, y a partir de allí todo se convirtió en un vértigo del que todavía no logra reponerse.
"Veo la foto, me impacta y quedé una semana traumada. Una madrugada busqué hablar con ella --su madre biológica-- porque ya no aguantaba más. Le cuento los recuerdos que tengo y me dijo: 'Sos Marina'. Fueron días de hablar, de hablar, de hablar". Lo cuenta y se conmociona.No recuerda el día exacto del encuentro, en un banco del bulevar Oroño de Rosario. Sí tiene claro lo que le dijo su madre, algunas de sus primeras palabras: "Mi mamá me miró a los ojos y me dijo 'sos Marina'".
En esa charla confirmó sospechas. Algunas dolorosas. Por ejemplo, que narcotraficantes le pagaron a la ex mujer de su abuelo paterno para que la secuestre del jardín de la casa familiar, en Marcos Paz. Ella jugaba. No entendió qué sucedía. Recién ahora lo sabe.