Industria automotriz: la necesidad de innovar
En enero la producción de la segunda actividad exportadora del país cayó un 16,7% interanual
En 2023, se produjeron en Argentina un total de 580.000 vehículos, lo que implica un aumento del 18% con respecto al año anterior. Sin embargo, en enero de 2024, la producción se desplomó un 16,7% interanual. ¿El problema? El mismo que tienen casi todas las actividades productivas: los impuestos, el dólar y al incertidumbre a largo plazo.
La historia de la industria automotriz en Argentina comienza a principios del siglo XX con la producción de los primeros talleres artesanales hasta que, en 1925, Ford instala la primera fábrica para la producción en serie en nuestro país. La actividad se afianza más tarde cuando, en la década de 1950, arriban nuevas marcas y se desarrollan algunos modelos nacionales como el Rastrojero.
Luego de la crisis del 2001, la industria se fue recuperando lentamente, posicionando a la Argentina como el sexto productor de vehículos en América Latina y el vigésimo tercero a nivel mundial. El 75% de los vehículos que se producen en el país, se destinan a la exportación.
Incertidumbre
Sin embargo, sostener la competitividad en el actual contexto económico no es sencillo. Como bien indicó Roberto Acquavita, referente de esta industria: “Somos el país en dólares más caro de toda la región. No existe en la región que, un auto inicio de gama, este rondando de los u$s18.000 a u$s20.000. En Argentina, los de alta gama cuestan mucho más que el doble que en cualquier parte del mundo».
La actividad se fuertemente afectada por la inflación de los últimos tres meses, que se calcula en un acumulado de un 70%, y el dólar que ronda los $980. Pero, además, la fuerte carga impositiva afecta el valor del producto final, restándole competitividad: la suma de la carga impositiva total sobre la producción y comercialización de un vehículo en nuestro país alcanza el 58,09%. En Argentina, los impuestos representan el 11,6% del costo total de producción de un sedán mediano, mientras que en Brasil es de sólo el 7% y en México, el 0%
La expectativa es que el modelo de desregulación que impulsa el gobierno nacional permita encontrarle incentivos a la producción, y facilite la importación de insumos, pero es un camino largo y lleno de incertidumbres. El sector busca garantías impulsando la sanción de leyes específicas.
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La sombra de Brasil
Mientras tanto, el principal competidor de Argentina en este mercado, que es Brasil, anuncia inversiones a niveles históricos: esta semana se supo que Stellantis invertirá en dicho país un total de u$s6.000 millones entre 2025 y 2030, dándole continuidad a la inversión actual, que ronda los u$s3.000 millones. Esta inversión está fuertemente orientada al desarrollo de propulsiones sustentables, basada en 40 modelos de autos diferentes entre híbridos Flex (pueden funcionar con Etanol), híbridos Flex enchufables, y vehículos completamente eléctricos. Además, se suman las inversiones de Volkswagen de u$s3.000 millones, Toyota con u$s2.200 millones, General Motors con u$s 1.400 millones y la china BYD de u$s605 millones.
¿Cuál es la diferencia? Según el presidente de ADEFA, Martín Zuppi, el principal factor es la legislación: «Sabemos que hay una urgencia por resolver muchos problemas que incluso no pasan por la industria automotriz como prioridad. Tenemos que entenderlo, pero al mismo tiempo, no podemos quedarnos atrás, hay que subirse al tren porque es el rumbo hacia el que se dirige el mundo. La electrificación de la movilidad, aunque Argentina tenga todavía un gran déficit y una infraestructura muy limitada, es el camino y Brasil está creciendo mucho más por su legislación en esa materia».
Ellos ven una Ley de electromovilidad como punto de partida. El proyecto, creado por el gobierno de Alberto Fernández, nunca se movió y perdió estado parlamentario el año pasado. Mientras tanto, Brasil absorbe las inversiones del sector, que se alejan de la incertidumbre que plantea el mercado argentino.
«Es cierto que cuando en 2035 el mundo desarrollado deje de fabricar autos con motores térmicos, regiones como la nuestra continuará haciéndolo por muchos años más, y que esa es una situación que podría beneficiarnos a nivel industrial para recibir más producción. Pero al mismo tiempo, esta industria programa las cosas con mediano y largo plazo, y concentrarnos en aprovechar esa oportunidad también nos alejaría de los objetivos hacia los que va el mundo», asegura Zuppi.
La oportunidad es clara: nuestro país puede elegir sumarse a las tendencias mundiales y avanzar en un modelo que le permita competir fuertemente en la industria automotriz del futuro, cuyas características a 30 o 50 años, ya están claras el día de hoy… o dejar pasar el tren, una vez más.
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