La hazaña del marplatense que volvió en barco desde Portugal: "El mar templa el carácter y enseña humildad"
"Vengo de una familia de navegantes, no es raro para mi padre lo que hice. Ha navegado por casi todos los mares del mundo", contó Juan Manuel Ballesteros, el hombre oriundo de Mar del Plata que viajó en su velero durante dos meses desde Portugal para poder llegar a su ciudad y abrazar a sus padres, de 90 y 82 años.
Ballesteros arribó a la ciudad este miércoles por la tarde en su velero. El marino, de 47 años, se encontraba en una isla de Portugal cuando comenzó la expansión del coronavirus. Las fronteras cerraron y no pudo regresar a su ciudad natal, sin embargo, el aventurero se lanzó a altamar y lo logró.
"Vivo en España, pero aproveché que tengo experiencia navegando y vine a ver a mis viejos. En vez de encerrarme en la isla de Portugal de 5000 habitantes en la que estaba en la marina cuando comenzó todo, decidí venir a mi casa", manifestó en Radio Mitre.
Ballesteros vive en el velero "hace varios años". "Este es mi tercer barco. Los voy cambiando porque los compro reventados, los reparo y los pongo a funcionar", precisó.
Al ser consultado por cuál fue el momento más complicado del viaje, el marino dijo que "para el navegante a vela lo más difícil es cuando no hay viento", y contó que estuvo "7 días con el mar como un espejo atrapado en la zona tropical del Ecuador". "Eso fue muy fuerte para mí y para la psiquis más que nada, perder el control absoluto de no poder ir a ningún lado", expresó.
"En el otro extremo, tuve un golpe de mucho viento frente a Brasil que me hizo recalar a reparar el barco. Pero nada extraordinario, todo lo que uno está predispuesto a enfrentar en un viaje de estas características", agregó Ballesteros.
Además, el navegante detalló lo que comió durante los dos meses que estuvo en altamar para llegar a Mar del Plata desde Portugal. "Todo de combate, latas de atún y arroz. Cuando hay suerte pesco, pero la pesca sucede cerca de tierra, en el medio del Atlántico no hay pique", indicó.
Para hidratarse, llevó "100 litros de agua", y dijo que comió "mucha avena con miel y frutas secas" y que no "toma leche".
No estuvo solo en la travesura, "los habitantes del mar me han acompañado constantemente", señaló. "Una manada de delfines listados me acompañó desde las Islas Salvajes hasta el Ecuador, 4000 km", relató Ballesteros.
Y sumó otro condimento a este viaje de película: "me salvaron la vida", dijo. "Una vez recalando en Cabo Verde cansado y dormido, si no hubiese sido por los delfines que empezaron a saltar al lado mío a las 3 de la mañana, me chocaba contra unas piedras".
En los tiempos libres, Ballesteros "escribió mucho" y se "transformó en un radio aficionado". "Tengo una VLU que puede captar el mundo, y lamentablemente en esta situación escuchaba las peores noticias", expresó.
"Fue fuerte eso, iba escuchando cómo se moría todo el mundo y pensaba que cuando llegara acá no iba a haber nadie", manifestó Ballesteros. Sin embargo, no se comunicó con nadie. "Es increíble cuando se corta el proceso de comunicación y solo recibís. De Argentina no logré captar nada", indicó.
En cuanto a su descanso durante el viaje, el navegante explicó que "la embarcación lleva un sistema de timón de viento y se orienta al rumbo que vos querés". "Es un barco con velas desplegadas a toda velocidad en el medio del océano y un tipo durmiendo adentro", dijo Ballesteros.
La aventura que llevó adelante el marplatense, no fue la única en la que se embarcó. Ya había ido en altamar desde Barcelona hasta Buenos Aires y se encontró con un "rorcual marino". "El más grande pesa 20 toneladas y mi barco de 4500 kilos quedó chiquito. He tenido suerte que no han venido a curiosear mucho. Aquella vez pasó uno a 20 metros mío, bastante cerca, pero me quede alucinado, el animal era dos veces más grande que el barco", describió el marino.
Al hacer referencia a la cuarentena que debe cumplir por 14 días luego de su proeza, Ballesteros dijo que "tiene sentido porque su última retirada fue en La Paloma y la prefectura Naval me alcanzó los bidones con combustible", por lo que "hubo una situación". "Yo quiero estar tranquilo de que no tengo la enfermedad porque vine a casa a abrazar a mis viejos", señaló.
"Mi padre era capitán de la pesca. Fue uno de los primeros voluntarios en ir a las Islas Malvinas con un barco pesquero a hacer operaciones y espiar. Vengo de una familia de navegantes, no es raro para él. Ha navegado por casi todos los mares del mundo", precisó.
Por último, contó que dentro de los distintos obstáculos que tuvo que sortear, "tuvo una situación con piratas cuando llegó a Cabo Verde", narró, y detalló: "Quise recalar para llenar el barco de combustible y me chocaron con la lancha y me hicieron una vía de agua en vez de hablarme por la radio, muy autoritarios, con armas. Me fui con un miedo bárbaro sin combustible y sin frescos a cruzar el Atlántico. Esa noche me siguió una embarcación mucho tiempo, pero por suerte había bastante viento así que hizo buena velocidad", concluyó.
"El mar templa el carácter y enseña humildad". Así afirma el aventurero en sus redes sociales, y si de mar se trata, Juan Manuel Ballesteros lleva la bandera de templanza.