Impacto del Covid-19 en la salud mental: lo “más sorprendente” fue que los adultos mayores tenían mejores indicadores
Lo detalló la investigadora del CONICET Lorena Canet, quien lideró un proyecto de investigación en el que evaluaron el impacto de la pandemia en diferentes grupos de personas por cuatro años.
Tras la distinción que recibió en los Premios Alfonsina el proyecto de investigación que lideró, la investigadora del CONICET y docente de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP), Lorena Canet, comentó que si bien la ansiedad disminuyó en la postpandemia, no ocurrió lo mismo con la depresión, que bajó pero “siguió con niveles altos”.
Cante y su equipo del Instituto de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología distribuyeron encuestas a través de redes sociales durante cuatro años, con el objetivo de evaluar el impacto emocional del Covid-19 en la salud mental de la población argentina. Evaluaron niveles de ansiedad y depresión, así como diversos factores sociodemográficos, y como resultado de este esfuerzo se publicaron trece artículos en revistas científicas de prestigio, uno de los cuales fue reconocido como el más citado en la revista Stress & Health. Además, del proyecto surgieron varias tesis doctorales y una tesis de maestría.
“Fue un estudio longitudinal que se hizo hasta hace muy poco, llevó más de dos años y en el que se le enviaba a las personas la misma encuesta cada cierta cantidad de tiempo para ver la evolución de los síntomas. Lo que nos encontramos al inicio fue un aumento sostenido tanto de la ansiedad como de la depresión, seguido de una disminución fuerte en la ansiedad a los 750 días, mientras que la depresión, si bien disminuyó, siguió con niveles altos”, comentó la doctora en Psicología.
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Al miso tiempo, subrayó que “hubo una disminución sistemática a lo largo de las tomas que coincidían con las medidas del distanciamiento social, preventivo y obligatorio, y con el paso del tiempo y el retorno total a las actividades cotidianas".
Las encuestas fueron destinadas a diversos grupos de adultos, jóvenes, mujeres embarazadas y niños, por lo que con ello se aseguraron que no se comportaran de la misma manera.
Y en tanto a los resultados, explicó que las personas “más afectadas” fueron las mujeres, las personas con niveles socioeconómicos más bajos y los adolescentes o jóvenes universitarios, y destacó que lo “más sorprendente” fue que los adultos mayores tenían mejores indicadores de salud mental, en comparación al resto de la población.
El estudio fue financiado en un principio por el entonces Ministerio de Ciencia y Tecnología, al que le enviaban informes sobre el proceso del proyecto, al igual que también lo hacían con autoridades provinciales que habían avalado el estudio para que recibiera tal financiamiento. Y además, en pandemia y postpandemia tenían la obligación de divulgar los resultados en diferentes medios de comunicación, ya que “el estudio surgió para trabajar en algo que fuera una necesidad en el momento”, de acuerdo a la investigadora.
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Por otro lado, consideró que no se habla de la postpandemia “en los términos que se tienen que hablar”, como desde el punto de vista científico, “sino que se habla mucho desde el sentido común”. En esa línea, añadió que “la gente se hartó mucho” del tema y que “hay una especie de negación”.
Y referido a la ansiedad, concluyó: “No está mal que los términos se conozcan y hablen de esto, pero las personas tienen una etiqueta y conocen bien qué refleja esa etiqueta. No necesariamente refleja que haya aumentado la ansiedad a nivel poblacional, sí en periodios de estrés. Hay momentos de la vida y el país que hacen que estemos más ansiosos, y no deja de ser una emoción adaptativa. No es mala en sí misma, como ninguna emoción, solo cumple su función”.
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