Luis Distefano: “En una provincia donde los chicos no saben leer, todos los docentes tenemos 10 de calificación”
Esto sucede porque los directores le temen al reclamo gremial, que lo toma “como un derecho laboral”, dice este profesor marplatense, ex titular de un colegio secundario. “Ese puntaje impacta luego en los cargos”, advierte. “Todos tienen 10, como si la educación de nuestra provincia fuera excelente”. También explica los déficits y trampas de la formación continua de maestros y profesores
La provincia de Buenos Aires se prepara para aplicar una reforma del secundario que institucionaliza varias de las facilidades otorgadas en la post pandemia, no para paliar las consecuencias de más de un año de aulas cerradas sino para disimularlas.
Luis Distefano afirma que estos cambios los deciden especialistas que están alejados del aula y que los sindicatos dan el visto bueno porque ejercen una suerte de cogobierno en materia educativa. En cambio, “en sala de profesores, en las charlas con los colegas, el docente, sin importar en dónde esté parado ideológicamente, ve la realidad de las escuelas y no condice con lo que se baja o con los planteos de los sindicatos”, dice este profesor de Ciencia Política, con 31 años de antigüedad en el sistema educativo de la Provincia de Buenos Aires.
En base a esta experiencia, detalla las falencias del sistema de calificación docente así como de la formación continua y del control de asistencias y licencias de maestros y profesores. Asegura que bastaría con cumplir el Estatuto docente para resolver varios de estos problemas.
La oferta de cursos y talleres de formación que dan puntaje a los docentes es ideológicamente sesgada y no apunta a fortalecer la enseñanza de las materias troncales. Consultado al respecto, Distefano explica además que, como el límite de puntaje es de diez, una vez que lo alcanza, el docente puede “hacer 25 años más de carrera” sin seguir capacitándose. “El sistema no premia a aquel que continúa formándose”, dice.
En Mar del Plata, ciudad de la que es oriundo, Distefano fue director de la Escuela Secundaria n° 25. A lo largo de su carrera, también ejerció funciones como secretario de Educación Municipal, de Asuntos Docentes, director de Tribunales de Clasificación Docente, en Mar del Plata, y a nivel provincial como subdirector de Concursos Docentes y Pruebas de Selección y asesor docente (Técnico) en las gestiones de los ministros Mario Oporto y Gabriel Sanchez Zinny, entre otros.
Actualmente es profesor de la Universidad FASTA en las cátedras “Sistemas Educativos, Legislación Laboral Docente” e “Historia de la Educación”. Además es Director de “Profesionales de la Educación Asociados”.
— Usted criticó las últimas reformas del secundario en la provincia planteando que, en general, y como casi todas las reformas educativas que hemos vivido, son elaboradas por gente que está alejada del aula. Pero la gente que sí está en el aula, como por ejemplo, se supone, los sindicatos docentes: ¿qué dijeron sobre esta reforma?, ¿cómo reaccionaron?, ¿qué participación tuvieron?
— En nuestra provincia, Buenos Aires, los sindicatos forman parte del cogobierno en esta gestión educativa, razón por la cual, si bien no hay una interacción en el día a día en las escuelas, en el ámbito de la cogestión, todo lo que define el Ministro de Educación o el director general, en este caso (Alberto) Sileoni o las autoridades educativas, está consensuado porque forman parte. Por esta razón, el impacto en la escuela no lo ves, porque se resolvió todo antes y baja ya definido en la instancia provincial. Sí puedo decir que en los comentarios en sala de profesores, en las charlas con los colegas, el docente, sin importar ideológicamente en dónde está parado, ve la realidad de las escuelas y no condice con lo que se baja o con los planteos de los sindicatos. Hoy mismo charlaba con una colega que recibió presiones en una escuela secundaria técnica de la ciudad por haberle llamado la atención a una alumna y fue inmediatamente convocada por la dirección para iniciarle un procedimiento. Esto pasa todos los días y cuando estos docentes van a los gremios, en este caso Suteba, si bien la asesoraron en la respuesta, lo real es que el docente manifiesta estas situaciones de violencia, de presiones, de planteos para no exigir de más en todas las escuelas.
— Claro. Porque la reforma esencialmente apunta a oficializar lo que se hizo en pandemia o post pandemia. Casi un Viva la Pepa, un vale todo.
— La realidad es esa, el vale todo, el todo es lo mismo, ya sea en cuestiones académicas como de disciplina, que es el gran problema hoy de la escuela. Es muy difícil que un profesor, sobre todo en secundaria, el nivel en el que más experiencia tengo -fui director hasta hace muy poquito-, pueda llevar a cabo una clase de dos horas. Si entra al aula y tiene que llamar la atención porque usan el celular, porque los alumnos entran a cualquier horario, porque la inasistencia y la impuntualidad son algo común, no estamos en condiciones de exigir cumplimiento porque el discurso es que todos los chicos tienen que estar en la escuela, no importa cómo lleguen, no importa si faltan. Entonces ese profesor en sus dos horas semanales lidia con la falta de respeto, el agravio, alumnos que entran y salen, que se pelean, chicos con integración; digo, es un grupo de 30 a 40 alumnos con diversas situaciones. ¿Cuánto le queda a ese profe para poder dar una clase? El aula de hace tres décadas no existe más, el aula donde un profesor hablaba y 30 alumnos estaban callados, sentados. Esto es solamente para los especialistas que hablan de propuestas o de inteligencia artificial, cuando no logramos que un alumno se ponga de pie para exponer o escuchar más de diez minutos en un aula.
— Por lo que usted dice, los sindicatos no estarían representando el sentir ni el interés de los docentes, al menos de la mayoría. El docente que sufre una falta de respeto o una agresión, por parte de un alumno, algo cada vez más frecuente, ¿qué recursos tiene?
— Puede recurrir al sindicato. Tenemos una legislación que plantea la defensa del docente cuando es agredido, pero en la práctica todo esto que vivimos en las escuelas bonaerenses es parte de una determinación que se tomó en esta gestión y se fue profundizando en la post pandemia. Es decir, estamos blanqueando lo que nos pasó y lo que vivimos en las aulas, y el docente va bajando los brazos. Pensemos en uno de esos docentes que uno quisiera de profesor para sus hijos, esos académicamente formados, muy respetados, que llega a un aula y se encuentra con esta realidad y a veces no tiene ni la contención de los colegas, ni de los directores y baja la cabeza. Mucha gente está dejando el sistema, se está jubilando sin esperar el máximo posible, porque es insostenible. Cómo podemos pensar en lo académico si cuando hay un profesor que exige medianamente, en línea opuesta a lo que se plantea, empieza a tener presione. Hoy está planteado en el nuevo régimen académico que los chicos van a pasar directamente. Les sacás el incentivo, dejás a todos en igualdad. Ese profesor, ¿cómo logra que el aula lo siga, se preocupe, se esfuerce? El esfuerzo es algo que no está bien visto hoy. Y el año que viene ese profesor, que va a estar dando física de tercero, en un momento de intensificación [N. de la R: se trata de recuperar los contenidos de materias no aprobadas por el alumno], como está planteado en la norma, se va a encontrar con tres alumnos que vienen de un 1°, dos que vienen de otro 1° y entonces, además de dar clases en su nivel, va a tener que intensificar con estos tres, cinco o diez alumnos, para que aprueben lo que adeudan de otros años. Y en el 2026 y 2027, cuando tenga alumnos que van a ir dando vueltas de un lado a otro de la escuela, el profe lo que va a hacer es aprobar a todo el mundo, porque es imposible estar con tu grupo, más todos aquellos que adeudan contenidos. Es muy difícil luchar contra el sistema. Porque hay muchas presiones, y el sindicato te puede asesorar en cómo manejarte administrativamente, pero políticamente está alineado con la gestión educativa.
— Claro, porque uno ve que nunca se pronuncian sobre estos temas públicamente. O sea, solo hablan de cuestiones salariales, de estatutos y esas cosas, pero nunca de la función de enseñar.
— La calidad educativa no es agenda.
— ¿De qué manera participa el sindicato del cogobierno de la escuela? También interviene en la formación y lo que ofrece en ese plano confirma el “adelgazamiento de contenidos”, como decía un ministro.
— Adelgazamiento, es así. El sindicato tiene participación con el equipo del ministro en cada una de las instancias. Muchos de los funcionarios del gabinete educativo son parte del sindicato. Y a nivel territorial, en cada uno de los 135 distritos de la provincia tenemos una autoridad política en educación, que es el inspector jefe distrital que representa en cada distrito al Ministro y al Gobernador en materia educativa y tiene diálogo constante en materia de cogestión con los sindicatos de cada ciudad, razón por la cual el sindicato tiene ese peso. Ahora bien, todos los docentes, más allá de si están alineados o no, saben que estamos cada vez peor. Esto que pasó esta semana con un chico que apuñaló a otro es la diaria, lamentablemente, y en muchas escuelas. No tiene que ver con un sector geográfico en particular. Nos pasa en todas las escuelas, también en las de gestión privada. Situaciones de bullying, de violencia, y no tenemos herramientas. No digo que vayamos a un sistema de sanciones disciplinarias como las de antes, pero lo cierto es que si ante un hecho como el de esta semana, la respuesta es reflexión, reparación, vamos a hacer una actividad a la biblioteca… Cuando volvemos al aula, ¿cómo se hace con dos alumnos que tuvieron un hecho violento o con un alumno que le pega o le dice cualquier barbaridad a un profesor, algo que es habitual? Si la línea es “hay que reflexionar, hacer una actividad, vamos a charlar”, vuelve y sigue todo igual. ¿Cómo sigue dando clases ese profesor?
— Roberto Baradel dijo que no hay que permitir que la violencia de la sociedad entre al aula como si no estuviera ya.
— Ya es tarde. Creo que es importante entender que nosotros estamos formando a los ciudadanos del futuro y ya tenemos una sociedad violenta, que no respeta las leyes, que no tiene valores concretos de aquellos que aprendíamos en su momento a través de la escuela justamente que daba lo que a veces no pasaba en casa. En la escuela, podíamos formarlos y prepararlos. Hoy esto no se da. Hoy estamos complicados como sociedad. Imaginemos en 5, 10, 15 años, ¿qué ciudadanos vamos a tener?, ¿qué egresados de secundaria que puedan llegar a una universidad? Donde se van a encontrar con una instancia de examen que no van a poder superar porque no están acostumbrados a la mesa de examen. Eso se elimina en el nuevo régimen académico. No es sumando años de obligatoriedad que se recupera calidad, porque la obligatoriedad en la secundaria cumple 20 años y no implica que tengamos calidad. Es una guardería. Los chicos tienen que estar, tienen derecho a la terminalidad.
— Derecho a la terminalidad. Es increíble.
— No importa cómo. Es derecho al título, llegar como sea, como en su momento se desvirtuó el programa Fines, que era darle la posibilidad a aquella gente que no pudo completar su secundario, y después terminó pasando a regalar el título. Bueno, eso que antes sucedía en el Fines, hoy lo vemos en las escuelas, hoy es que tengan su título para que después hagan lo que quieran. No importa cómo llegan, si saben o no, si cometen una falta grave; todo sigue como si nada. El tema es que los chicos estén en la escuela.
— El bullying, por ejemplo, no se resuelve ni se va a resolver sin disciplina, porque el que tiene que frenar el bullying, que es el docente, está desautorizado. Hasta tenemos una ley contra el bullying, pero cada vez hay más violencia.
— Leyes sobran. El estatuto docente está, hay que cumplirlo. Si realmente lo cumpliéramos, la gestión estatal y la privada funcionarían mejor. De hecho, los docentes somos los mismos. La legislación es prácticamente la misma. Sin embargo, hay cosas que funcionan mejor en la privada. La cuestión del bullying es común a todos. Pero el ausentismo docente es uno de los grandes problemas en la escuela estatal. La privada no lo sufre. ¿Por qué? Porque hay acompañamiento, supervisión, control. Todo lo que nos pasa en el Estado en general se replica en la escuela y los que más impacto van a tener son justamente aquellos alumnos de escuela estatal que están en una institución que no tiene garantizada su autonomía para poder tomar las medidas que correspondan en función de esa comunidad educativa. Esto se perdió.
— O sea que el Estatuto docente permitiría limitar el ausentismo si se cumpliera. ¿Qué otras cosas no se cumplen del Estatuto?
— El Estatuto docente tiene un régimen de licencia que es el mismo para la escuela privada y la estatal. Sin embargo, en la escuela privada el docente no falta tanto. En la escuela estatal no hay control. El docente sube su licencia a una aplicación del portal ABC y en general nadie controla eso. Cuando se implementó este portal, hubo casos en los que se subían hojas en blanco, recetas de cocina, y se otorgaban las licencias de dos o tres días. Por la cantidad de licencias que tiene el Estado Provincial, es imposible controlar. Entonces, cuando son licencias de un día o dos, no hay control. Uno sube la licencia y automáticamente se otorga el día. Por ejemplo, situaciones que viví como director: “Llevo a mi hija al dentista a la tarde” y la hija tiene 17 años. Falta a los dos cargos, a la mañana y a la tarde, y esto lo sube al sistema y nadie controla, porque esa docente podría tranquilamente ir a la mañana y faltar sólo a la tarde. Y estas faltas ocurrían casi todas las semanas. Hay otras cuestiones.
— ¿Cuáles por ejemplo?
— Nosotros sostenemos como profesores a gente que por ejemplo ha cursado una materia o dos, que en algún momento tomó una suplencia. El Estatuto dice que esa persona, alumno de una carrera como ingeniería por ejemplo, tiene que cesar a fin de año para darle lugar al año siguiente a nuevos profesionales egresados que puedan tomar esa suplencia. Bueno, esto no se aplica. Y tiene un impacto, porque si se tiene durante ocho años alguien que cursó una materia en ingeniería y abandonó su carrera y sigue como suplente de una escuela, eso impacta en la calidad educativa, porque tenemos una persona que no estudió más, que cursó dos materias, que tomó una suplencia larga y no les da lugar a los nuevos docentes.
— ¿Y qué hay del sistema de puntaje?
— Bueno, está el hecho de que todos o casi todos los docentes tenemos diez, porque no se aplica como corresponde el seguimiento, la supervisión. Entonces, en una provincia en la que los chicos no saben leer o llegan a la secundaria sin condiciones mínimas de lectura o de cálculos matemáticos, el 99% de los docentes de la provincia tiene una calificación de diez.
— ¿Esa calificación quién la da?
— El director, que debe ir durante todo el año a supervisar las aulas, entrar, acompañar, marcar. El superior jerárquico es el que nos califica. Ese puntaje después tiene un impacto para acceder a los cargos docentes en las asambleas. Entonces, si yo no le pongo diez, si le bajo a un nueve, automáticamente el docente va a recurrir, va a decir que hubo persecución u otros motivos. Y como se tomó esto como una cuestión de derecho laboral, los directores terminan poniéndole diez a todo el mundo para no tener un recurso con el sindicato que va a plantear que vulnera derechos. En definitiva, todos tienen diez, como si la educación de nuestra provincia fuera excelente. Lo mismo pasa con los alumnos...
— El otro aspecto de esos puntajes es la formación. Si uno ve lo que lo que proponen, desde el Estado u otros oferentes, como las universidades o los institutos de formación docente y los sindicatos, que pueden dar cursos o talleres. La oferta es sinceramente ridícula. Dan puntaje por cursos como por ejemplo “La enseñanza del inglés desde una perspectiva de género”. Otro es “Memoria y derecho a la identidad en el secundario”. O ”La transversalización de la ESI en las prácticas pedagógicas”, porque todos los docentes tienen que dar ESI. En Mar del Plata, su ciudad, ofrecen cursos sobre “Medios de comunicación en la escuela”, “Educación ambiental”, “Efemérides patrias”. Este último parecía serio. Pero el subtítulo dice “estereotipos”. O sea, es deconstrucción de las efemérides. Otro curso es “Abordar la salud menstrual desde la ESI”. Estos son cursos que dan puntaje.
— La formación o la capacitación continua está impedida de lograrse porque un docente tiene un máximo de diez puntos para sumar a sus antecedentes para acceder a nuevos cargos y esto implica que hagan cursos tanto de los que ofrecen los CIIE [Centros de Capacitación, Información e Investigación Educativa] como los de universidades, instituciones de nivel superior o sindicatos incluso, que dan puntaje, pero esto tiene un límite. Es como comprar puntaje. Hacés cursos, llegás hasta diez y después hacés 25 años más de carrera y no hiciste nada más. El sistema no premia a aquel que continúa formándose, si llegó al máximo de puntaje. Por ahí lo hiciste temprano para tomar un cargo, pero después estás 30 años y no hiciste nada más. O sí, pero una maestría te da 1,2 comparado con cursos que hoy son virtuales. Entonces, si querés tener un docente profesional tenés que reconocer en lo salarial o en el puntaje de antecedentes, o en ambos, a aquel colega que se esfuerza por ser cada vez mejor. Pero esto afectaría un derecho laboral, razón por la cual no se aplica. Y llegamos a ese máximo. Hicimos cursos de lo que quieras. Y el resto de los años que estoy en la carrera no me perfecciono porque total ya está, con tener la calificación, los puntajes que quería tener y sigo en el sistema y me jubilo de esa manera. Por supuesto que eso atenta contra la calidad educativa, no valora el esfuerzo, la capacitación continua. Sin entrar en la discusión de qué pasa en los profesorados o cómo formamos a nuestros docentes, que es todo otro gran tema. Pero si llegaste a un cargo de gestión, podés estar 20 ó 30 años y no pasa nada, ni siquiera desde el punto de vista de una aptitud psicofísica. Los docentes de la provincia pasamos por un examen de aptitud psicofísica una vez en la carrera. Después se puede seguir tranquilamente sin que nadie controle nada. A las escuelas privadas se les pide casi todos los años que los docentes hagan el examen preocupacional o de aptitud psicofísica. En la estatal, podés tener a cualquiera dentro del aula con cualquier condición.
— Es difícil pensar en cómo reformar todo esto porque es tan extendido el problema y abarca todos los aspectos, que…. ¿por dónde empezar?
— La primera medida debería ser derogar el 70% de la normativa que tenemos hoy y volver un poco a lo que era antes. Y darle autonomía a las instituciones, que es lo que la Ley de Educación también plantea. Autonomía. Yo como director de una escuela en un barrio vulnerable, tengo que poder tener autonomía para manejarme con los códigos de esa comunidad. No puedo estandarizar, porque no somos todos iguales. Entonces, en una zona en la que la escuela puede ponerse más exigente, la comunidad educativa acompaña, dirigir una escuela con mil y pico de alumnos en donde las cosas eran claras y si vos cometías una falta había una consecuencia. No puede ser todo reflexión porque la norma no te impide hacerlo. Lo que pasa es que la presión es muy grande, Te decían “los chicos tienen que pasar de año, no puede haber repitencias, hay que mezclar las materias y hacer un peinado de materias, vos ves física de primero y de segundo, te hago un combo y aprobás todo”. Nosotros no lo aplicamos en mi escuela porque la norma habilitaba esta posibilidad y exigimos y si hay que repetir se repite. Y tuvimos 70 repetidores del mil y pico de alumnos porque los chicos no sabían y lo hicimos. Presiones hay, pero los chicos saben que con esfuerzo llegan. Ahora, esto que pudimos hacer hasta el año pasado, ahora con el nuevo régimen académico, ya es mucho más difícil porque se estandarizó todo. Entonces va a ser muy difícil sancionar y exigir, porque los chicos saben que ahora van a pasar. Si a un adolescente se le dice quédate tranquilo que te podés llevar 5 ó 6 materias y el año que viene y vas a intensificar, es decir, un trabajo práctico. Olvídense que esto sea como antes, lo que siempre te piden es que egresen, que tengan su título y después veremos. La universidad verá qué hace, si baja el nivel o se queda sin alumnos.
— Leí que usted considera que el currículum actual es obsoleto. ¿En qué sentido?
— Esta es una secundaria que no le da a los alumnos las herramientas que necesita. Hoy estamos pensando en alumnos que tienen otra forma de conectarse con el mundo y con profesiones totalmente distintas a las que teníamos nosotros, razón por la cual la secundaria tiene que replantearse. Pero hoy ni siquiera pensaría en una revolución educativa que cambie la currícula y que plantee robótica, inteligencia artificial; si los chicos no saben leer, no saben escribir, no saben reflexionar. Así que me parece que lo fundamental hoy es volver a lo básico. Para que los alumnos tengan pensamiento crítico, tengo que lograr que puedan saber leer, saber escribir, volver a hacer una sintaxis, redactar, poder enfrentar al profesor en una exposición oral. Hoy se plantea en muchas primarias que hacer que el alumno pase al frente es estigmatizante. Entonces lo dejamos afuera de la realidad. Tenemos que pensar en una nueva secundaria. Lo que sí me parece es que tenemos que volver a lo básico. Volver a poner pautas claras para todos y volver a la exigencia. Pasó antes, siempre tuvimos chicos que, vinieran de dónde vinieran, se esforzaban y llegaban. Bueno, hay que volver a lo básico.
Fuente: Infobae.
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