Nicolás Maduro y Edmundo González cerraron sus campañas con enormes movilizaciones y la convicción absoluta de que ganarán “por mucho”
Decenas de autobuses movilizaron a los seguidores del chavismo en la última medición de fuerzas en la calle. La oposición, sin tarima ni recursos, desbordó una de las principales avenidas de Caracas
De diez a diez, prometió Nicolás. Quería ver Caracas movilizada desde la mañana hasta la noche. Esa obsesión tan del poder por las cosas gigantes. Cumplió su deseo a medias: a lo largo y ancho de la ciudad se instalaron pequeños escenarios, algunos con muy poca asistencia, otros con bastante. En todos se repetía la puesta: el título “Nicolás Maduro Presidente”, su imagen, la bandera venezolana, y un grupo de potentes parlantes para pasar música.
La lista de hits del madurismo no tiene desperdicio. Hay una que dice: “suenan la diana, los soldado’ a la batalla/ los enemigos de la patria que se vayan”. Con siete millones de venezolanos en el exilio, es un verso cuanto menos extraño. Y sigue: “Chávez soy yo, Chávez eres tú, aquí estamos los guerreros del PSUV”.
Otra línea argumental recorre sus virtudes de gallo: “El gallo de Venezuela, yo voy a mi Gallo Nico/ pues mi gallo tiene espuelas, a la le lo le le laila”. Y en la misma línea, hay otra que reza: “Este es mi gallo, mi gallo a toda prueba/ dignidad y valentía para defender a Venezuela”. Y después, a puro caribe y convicción, la canción augura: “ya ganó mi gallo Nico, ya ganó mi gallo Nico”.
-¿Por qué le dicen Gallo Pinto a Maduro? -pregunto.
-Pues porque es el Gallo Pinto -me responde.
La señora está bailando al ritmo de una banda que toca sobre el escenario en la salida de la estación del Metro Francisco de Miranda. Son las dos de la tarde y comenzó a llegar gente. A este punto llegan principalmente de Petare, el barrio popular más grande de Venezuela (y uno de los más grandes de toda América Latina). Todos tienen una camiseta con la cara de Maduro, algunos la de Chávez (muchos menos), y en la mayoría está el apodo “Gallo Pinto”.
-¿Pero por qué es el Gallo Pinto? -insisto.
-Porque ha sido el presidente más fuerte de Venezuela.
-¿Y Chávez?
-Bueno, es el hijo de Chávez.
También se ven algunas de las caricaturas del superhéroe con su cara que mandó a diseñar. Se llama “Súper Bigote” y está vestido como el Superman del imperio pero no es del imperio sino que lo combate. Tiene una capa roja y está bastante más en forma que el verdadero Maduro.
Los colores y la creatividad no faltan en la marcha, que de pronto, después de dos horas de recital de campaña, comienza a moverse por la avenida Francisco de Miranda rumbo al centro, a la Avenida Bolívar, donde está montado el escenario principal y donde hablará Nicolás Maduro para una multitud verdaderamente imponente.
-¿Por qué lo vota? -le pregunto a un hombre que se presenta como Carlos Meoli, del estado de Miranda.
-Es el que garantiza el amor y la paz -dice, con voz de locutor.
-¿Cree que van a ganar?
-Vamos a ganar con todas las de la ley. La democracia es así. Con el voto seguro, arriba y a la izquierda. Nicolás Maduro Moros presidente de la República.
-Hay mucha gente de la oposición que está convencida que ganan ellos.
-La oposición que se quede quieta porque la mayoría es el partido y el gran pueblo patriótico y los hemos derrotado varias veces. Ellos lo que quieren es cantar fraude y derrochar sangre en Venezuela. Y eso no va a suceder. Nosotros somos patriotas, nosotros somos democráticos.
-¿Cuántos votos esperan?
-Estamos convencidos de que el 58% o 60% de los venezolanos son chavistas, antiimperialistas, y estamos dispuestos a lo que sea.
Cerca de ellos una mujer tiene una falda con la imagen de una burra, es como un disfraz out of context, si se me permite lo imperialista del término. “Es la burriquita chavista”, dice.
- ¿Por qué lo vota?, le pregunto.
- Porque es un hombre que ha demostrado ser un patriota, ha defendido los derechos del pueblo venezolano a capa y espada. Y eso con amor se paga.
Me alejo un poco, la veo bailar junto a sus compañeras. Dice que Maduro, como ella, es artista, es músico, y defiende la cultura. Responde con calidez, todos lo harán en la marcha, y no hay tanto tabú al recibir siempre la misma pregunta, la obvia: por qué.
-¿Está en una buena situación el país?
-Es un país que está en construcción, que ha sido asediado muchos años por los imperialistas de Estados Unidos, las potencias europeas, y nuestro país ha luchado, y sigue en pie. Hay muchas cosas que cambiar, el pueblo no se rinde y vamos a hacer de nuestro país un país potencia.
No tan lejos de ahí, a unos diez minutos en moto, comienzan a llegar los manifestantes opositores a la zona de Las Mercedes, donde convocaron Edmundo González Urrutia y María Corina Machado.
El camino a la multitud lo marcan los motorizados, multitudes en motos que por algún motivo creen que es buena idea meterse en medio de las concentraciones. Es ya una marca registrada de Venezuela, cuando llegan los motorizados muchos celebran, y se llenan los espacios de humo y sonido de tubos de escape disparando. Durante años los motorizados eran puramente chavistas, hoy los hay opositores, y algunos incluso aseguran que están los conversos.
Allí esperando, con cara de entusiasmo, un hombre mira al cielo emocionado por un drone que pasa. Dos objetos voladores acompañan el acto, los mencionados drones (que despiertan el fervor popular y el asombro por un bicho volador que los filma), y los helicópteros. Cuando uno de estos pasa, todos miran para arriba con los dedos en fuck you y abucheos. Es, asumo, un helicóptero del gobierno.
Me acerco al hombre, tiene una cinta en la frente con el nombre de Edmundo González Urrutia, su flamante candidato a presidente.
-¿Hace cuánto conoce a Edmundo?
-Bueno, en realidad lo estoy conociendo recientemente. Y me cae bien porque mi segundo apellido es González.
El hombre tiene, además de la cinta, un collar lleno de llaves. “Es para abrir las puertas de los corazones de las personas que vengan a votar el día 28″, explica.
-¿Cómo están esos corazones? ¿Muy cerrados?
-No, estamos abiertos. Este grupo está abierto para el día domingo hacer el cambio que necesita el país.
-Acá están todos convencidos de que hay un triunfo de la oposición el 28. ¿Usted qué piensa?
-Evidentemente. Por lo menos se debe duplicar la votación de Nicolás Maduro. Por lo menos se le duplica.
-Hace un rato estuve en la marcha oficialista y están convencidos de que ganan ellos por mucho. ¿Cómo es posible estos dos mundos tan disimiles?
-Bueno, todo depende de la perspectiva. Si usted trae a una persona de otro país y lo mete aquí en el centro de la gente, dirá que aquí está la gran mayoría. Y si lo sueltan allá en un mitin de ellos donde hay muchas personas, puede pensar lo mismo. Pero las encuestas más recientes y más confiables dan una diferencia de 30 puntos a nuestro favor aproximadamente.
-¿Confía en la transparencia de la elección?
-Lamentablemente esa es la duda, pero creo que la diferencia va a ser tan grande que no van a tener posibilidad de hacer triquiñuelas.
Desde las cuatro de la tarde -la hora de la citación-, la gente esperará por Corina Machado. Ella y Edmundo llegarán, pero mucho más tarde de lo esperado. Su caravana avanza lento cuando la multitud la ve pasar.
Del otro lado, camino a la Avenida Bolívar, la marcha de Maduro comienza a avanzar. Una mujer me ve sacando fotos y me hace una seña. Me acerco y me señala una imagen. Levanto la cámara y ella da unas indicaciones a su gente, que pronto levantan sus carteles de Maduro y celebran. La mujer tiene un accesorio en la cabeza que le esconde el pelo, usa aros de argolla grande y anteojos rojos muy bonitos.
-¿Cómo ve la situación para el domingo?
-Yo veo que la situación está muy bien. Aquí se va a elegir el que cada uno quiera. Todos tenemos derecho al sufragio. Va a pasar lo que el señor permita. Nosotros apoyamos a nuestro presidente Nicolás Maduro, pero conscientes de que el señor toma determinación de todo.
Me dan ganas de preguntarle para qué votar si es el señor quien toma determinación de todo, pero me contengo. Ella sigue: “Ojalá, Dios permita, sea favorable para todos nosotros”. Es amable y se muestra interesada en preguntas extranjeras, llámese, preguntas de alguien que no entiende el fenómeno del que ella es parte.
-¿Cree que ha sido una buena gestión la de Maduro hasta ahora?
-Bueno, tal vez no ha sido la mejor, la que todos estábamos esperando, porque las intervenciones, los problemas que tenemos… no ha sido fácil. No gobiernas tú mismo si en tu casa tu esposa y tus hijos te lo ponen difícil, pero cuando nosotros ayudamos y apoyamos, todo sale mejor.
-En la oposición están convencidos de que ganan ellos por mucho…
-Ellos siempre están convencidos de que ganan por mucho. Están convencidos de algo que es pura ilusión. El 28 el pueblo venezolano tomará la decisión.
-¿Y lo que suceda se aceptará?
-Lo que suceda tiene que aceptarse. Lo dijo el presidente Nicolás Maduro, yo no puedo decir lo contrario, es la voz del pueblo.
-¿Cómo interpreta la advertencia de Maduro de que si perdiera, podría suceder un baño de sangre?
-No, no me vengas con esos cuentos.
-Pero lo dijo él.
-Aquí no va a pasar nada, aquí va a ocurrir lo que el pueblo decida. Tanto unos como otros tienen que aceptar lo que ocurra.
Me pregunto por qué el mundo se compone de mundos separados. Cómo puede ser que haya tanta convicción por lo que se ve, cuando apenas a lo lejos ya se escucha el murmullo de lo que no se ve. ¿Quién vive con esa calma, con esa convicción que te borra la curiosidad por aquello que no se oye del todo?
Vamos a ganar, dicen. La frase toma caminos más floridos a veces, en ocasiones es gritada, otras suena como un soliloquio maniaco de autoconvencimiento. Por primera vez en la historia, si nos basamos en la calle, dos partidos opuestos ganarán arrasadoramente. ¿Será este un punto de quiebre? ¿el paso de universo a multiverso? ¿Será que existen dos verdades previas al domingo y una de las dos anochecerá el 28 con el desengaño más grande conocido jamás? ¿Será que uno de los dos -una de las dos masas- miente? ¿Finge demencia? ¿Dice lo que no cree para construir lo que sueña?
Todos sueñan lo que son decía el verso aquel, pero en un partido entre dos no pueden los dos soñarse vencedores, y serlo. El lunes será un día de duelo y de fiesta, se separarán por fin las aguas de lo desconocido y alguien verá morir el mundo en el que vivió estas semanas. A menos, claro, que pase lo otro, lo que nadie quiere.
¿Qué haría, un baño de sangre, con todas estas dudas?
Me acerco a más personas para conversar.
-¿Por qué apoya a Maduro?
La mujer tiene un cartel en la mano con la imagen del gallo Nico.
-Porque quiero que continúe su mandato. Me gusta su gestión de trabajo, a pesar de todo. Detrás de esto hay muchas sanciones de Estados Unidos. Ellos quieren que hagamos lo que ellos digan. Pero nosotros no nos vamos a arrodillar ante el imperio, somos libres y soberanos.
-¿Tiene algún familiar afuera del país?
-Sí, tengo.
-¿Y qué les dice?
-Bueno, cada quien con su tema y su forma de pensar.
-Si ganara Maduro el domingo, ¿qué le diría?
-Que haga las cosas bien hechas. Hay cosas todavía por hacer, pero se puede. Podemos, como venezolanos, luchar por este país, que ha sido asediado por el imperio norteamericano, que es el que siempre quiere tomar las riendas de todos los países y convertirlos en sus esclavos. Nosotros no, nosotros somos libres.
Otra mujer, ahí cerca, camina junto a la hija.
-¿Por qué apoya al gobierno de Maduro?
-Lo apoyo porque hemos tenido muchos logros. Muchos avances a pesar del bloqueo que nos han implantado. Hemos tenido un desarrollo y vamos camino a ser una potencia. No tanto con los recursos y la riqueza que tenemos en nuestro país sino humana. Gente humana. Gente socialista. Gente que quiere el bien común de un país.
-Mucha gente de la oposición está convencida de que ellos van a ganar.
-Bueno, está bien que se sientan ganadores, porque es lo que ellos quieren. Así como nosotros queremos que nuestro presidente vuelva a ganar. Y estamos seguros de que así será.
Me parece que, sin quererlo, la mujer resuelve toda la cuestión de los dos mundos con muchísima más sencillez. A su lado está su hija de 21 años. Le pregunto por quién vota, más allá de que la respuesta en este contexto sea obvia: a Maduro.
-¿Por qué?
-Gracias a él yo estudié en la Universidad Politécnica Territorial. Gracias a él tenemos una educación gratuita y de calidad con grandes profesionales, y nos permite a nosotros ser grandes profesionales para esta patria querida.
-¿Tenés amigos que se hayan ido del país?
-Sí, tengo. Y tengo a mis hermanas afuera también. Y a mi hermano.
-¿Los extrañás?
-Sí, pero ellos están con esa convicción de que podemos salir adelante por toda esta revolución, y tener un futuro para seguir siendo una juventud para nuestro país.
-¿Por qué se fueron?
-Por trabajo. Pero acá también tienen un futuro prometedor y van a volver muy pronto.
Avanzan y las pierdo de vista. Forman parte ya de una marea gigantesca de gente. Maduro tiene, por fin, el desfile de su multitud. Más tarde, cuando vuelva de la marcha opositora a la marcha oficialista por cuarta vez, veré en la autopista decenas y decenas de autobuses. Decenas y decenas forman cientos. Todo a lo largo de la autopista que baja en la Avenida Bolívar se ven micros estacionados a la espera de la gente que trajeron. La gran mayoría de los asistentes al cierre de campaña oficialista son de fuera de Caracas. Es un dato que no invalida a una multitud, pero la oposición se aferra a él para explicar por qué hoy, 25 de julio, Maduro pareció ganar la calle, en términos de cantidad de asistentes al menos, y de despliegue escénico. Es, por supuesto, una batalla desequilibrada: mientras Maduro montó tarimas en toda la ciudad, la oposición está impedida de montar siquiera una carpita de supermercado.
-¿Qué va a pasar? -le pregunto a un hombre con la barba pintada de los colores de Venezuela en la concentración opositora.
-Va a pasar que nos van a fastidiar lo más posible, no hay dudas de eso, pero esto es tan obvio, tan evidente, que mejor vayan haciendo sus maletas.
-¿La barba pintada es solo por hoy?
-La barba es hasta el final, porque no nos movemos hasta que no tengamos la victoria asegurada. ¡Que ya la tenemos! Pero vamos a contar voto por voto.
A su lado, una mujer mira la entrevista con ganas de ser la entrevistada. Un deseo tan fácil de complacer debe ser complacido.
-¿Por qué está aquí?
-Estoy aquí porque quiero a mi país libre, estamos cansados de un gobierno que maltrata, humilla y somete a la población. Yo soy educadora graduada en la universidad y no me alcanza el sueldo porque cobro menos de 30 dólares.
-¿Votó al chavismo alguna vez?
-Nunca fui chavista, no. Siempre dije que cuando Chávez hacía campaña, era muy agresivo.
-¿Qué diferencia hay entre este cierre de campaña y el de Maduro?
-Le pido al mundo que venga y vea la cantidad de participantes. Pero que no se coman el cuento: él paga a la gente para que se movilice, pero a la oposición nadie nos paga, venimos por nuestra cuenta.
Suenan las motos, las cornetas y los gritos de celebración. La caravana de María Corina Machado y Edmundo González Urrutia se abre paso entre el mar de gente y bajo las luces de los celulares, ya en horas de la noche, hablan con su gente. Lo mismo hará Maduro, un larguísimo discurso en el que hablará de su fe religiosa, de sus orígenes de conductor de buses, del “odio racista de la derecha”, de su padre político Hugo Chávez. Dirá tantas cosas buenas sobre sí mismo que el personaje de Súper Bigote queda chico.
Ya no habrá actos hasta el domingo. De regreso en mi hotel encuentro cerca de treinta mujeres en la recepción. Están vestidas todas igual, con una remera que dice “el gallo pinto” y una gorrita con los colores de la bandera venezolana. Intento entablar conversación, pero no parecen muy abiertas, hay en ellas una desconfianza (o tal vez sea en mí un aire sospechoso). Logro romper la muralla con una de ellas, apenas. “Mucha gente hoy”, digo. “Mucha gente”, dice. Le pregunto de dónde son, de Trujillo me responde. Hago un silencio, básicamente porque no sé dónde queda Trujillo ni qué decir al respecto. “De la planta”, dice entonces. Ah, le digo, como si hubiera entendido. “De la planta de Trujillo”, insiste. “¿Trabajan todas en la planta?”, pregunto, por preguntar. “Claro”, me dice.
-¿Y es una planta privada o del estado?
La mujer sonríe. Hay ironía en esa mueca. Se pone de pie. “Es del estado, claro”, dice, y luego me saluda y explica que se tiene que ir. En el estacionamiento descansa el bus que las llevará de vuelta al día siguiente. Trujillo, googleo después, queda a unas siete horas y media manejando desde Caracas.
Fuente: Infobae.
Comentarios
Para comentar, debés estar registrado
Por favor, iniciá sesión