Solo muere a quien se olvida y Mar del Plata lo recuerda siempre
Diego Armando Maradona se transformó en un recuerdo hace casi tres años y con su paso a la eternidad afloraron incontables historias de él, pero hay detalles de su primera tarde en nuestra ciudad que no conocen la luz, hasta ahora.
Cuando las personas ya no están y los lugares no existen, solo podemos apelar al recuerdo. Lo tedioso es encontrar a los dueños de la memoria y si lo logramos, que la compartan con nosotros. Diego Armando Maradona falleció el 25 de noviembre de 2020, hace casi tres años, y el estadio General San Martín de Mar del Plata en mayo de 1996, hace veintisiete.
Entre el debut del memorable futbolista de Villa Fiorito en la Primera y su llegada a Mar del Plata, solo pasaron 25 días y varios caños de por medio. El primero de ellos fue apenas pisó el césped del estadio de Argentinos Juniors, en su debut ante Talleres de Córdoba en la octava fecha del Nacional, y su víctima, Cabrera.
Si bien existen distintas versiones del lujo, la revista El Gráfico develó que tuvo lugar cerca de la mitad de cancha y frente a frente, aunque no confirmó si en realidad fue la primera pelota que tocó. No hay registro de cuántas personas asistieron ese primaveral 20 de octubre de 1976 a las tribunas de La Paternal, pero sí que tenían un buen aspecto y que la recaudación de esa tarde fue de 1.273.100 pesos (9000 dólares), superando los ingresos de varios de los grandes.
Aproximadamente 600 horas y tres partidos más tarde, un “Pelusa” con 16 años recién cumplidos desembarcó en nuestra ciudad para visitar a San Lorenzo. Ya conocido por “sus exhibiciones en el entretiempo y su nivel en inferiores”, poco más de 1000 personas fueron al estadio General San Martín para verlo a él, según explicó Jorge Federico, quien tuvo el privilegio de observarlo a un metro de distancia.
Federico era hincha de Once Unidos “por los colores” y de Independiente “por la familia”. A pesar de que asistía a cualquier partido de equipos de Buenos Aires y extranjeros en Mar del Plata, dijo que en esa oportunidad fue “para ver a Maradona, al igual que las mil y pico de personas (1355 según el registro) que estuvieron ese día”.
Lo dice orgulloso, consciente de que fue espectador de lujo del Big Bang de aquel habilidoso adolescente. El primer tiempo, sin Maradona en cancha, no importa y ni siquiera fue tema de conversación en aquel café de la Peatonal San Martín.
“Cuando terminó el primer tiempo me acerqué al alambrado. Estaba pegado al banco de suplentes y a un metro pude ver las indicaciones de Enrico a Maradona, quien entró en lugar de Rubén Giordano. Ingresó como número quince y recuerdo la primera jugada”, comenzó a relatar sin dejar en el pasado el más mínimo detalle.
Fueron segundos eternos, hasta que escupió: “Estaba sobre el lateral en mitad de cancha, lo marcaba Alejandro Mascareño y en su primera jugada, la tocó por un lado y la fue a buscar por el otro. Su marcador quedó desconcertado y todos se asombraron”. Y aunque no recordó patente los dos tantos que marcó ese día, no puede olvidar cómo “Diego se desplazaba en el campo”, ni su forma de jugar: “displicente y natural”.
Y con el diario del lunes, el balcarceño analizó 47 años después: “Es raro que un jugador de esa edad entre con tanta seguridad, pero me da la impresión de que él sabía que era una estrella. Jugaba al tranquito, se amacaba…iba a un ritmo pausado. Siempre me llamó la atención la absoluta seguridad psicológica que tenía. Él sabía que iba a ser la figura antes de entrar a la cancha”.
Entre esas 1355 personas, otro joven periodista se paseaba por las tribunas. Julio Macías trabajaba para el diario La Capital y LU9, y junto a Juan Carlos Morales, Vicente Ciano y Jorge Rocco realizaban un programa deportivo que cada domingo se conectaba con radio Rivadavia para la transmisión de los partidos del Nacional.
Ese domingo no fue la excepción. Como se jugaba el River-Boca que ganó el “Xeneize” por 2 a 0 con los goles de Mastrángelo y Felman, hicieron la previa y los comentarios finales del San Lorenzo-Argentinos Juniors para Rivadavia. Macías hizo dos notas ese día, una antes y otra después del partido, y en ambas ocasiones el entrevistado fue Diego. Primero porque se comentaba que “era un pibe que jugaba bien” y después, por comprobarlo.
Los comentarios sobre ese pibe alcanzaron los tímpanos de Macías y a él, dos años mayor que Maradona, no le iba a pesar entrevistar a un adolescente de 16. Así que fue al vestuario de Argentinos, golpeó la puerta, se presentó y salió Jorge Cyterszpiler, quien ya era su representante. “¿De dónde sos? y ¿qué querés?”, preguntó altanero. “De Mar del Plata. Queremos hacerle una nota a Maradona, está Juan Carlos Morales”, respondió. “Ah, ¿el de Rivadavia?”, volvió a preguntar. Macías afirmó y Cyterszpiler cedió.
“Efectivamente. Apareció un chico de rulos, le pusimos los auriculares y habló con Juan Carlos. El pibe solo dijo ´sí y no, sí y no´. Era muy vergonzoso”, aseguró quien le hizo una de las primeras entrevistas al número quince de ese día. Pasó el primer tiempo, arrancó el segundo y al igual que Federico, Macías tampoco pudo sacarse de la cabeza la primera jugada.
El actual profesor de periodismo gráfico miraba el partido en una cabina con Gustavo Alfonso, hijo del jefe de fotógrafos de La Capital. El ingreso de Maradona fue tema de discusión unos segundos, pero le restaron importancia por la exuberante suma de promesas del fútbol argentino que nunca se cumplieron. Así fue hasta que “el chico de rulos” tocó la pelota; un instante “especial” para Macías. “Le llegó sobre la raya que conecta el lateral y la línea de media cancha, la agarró y le tiró un caño a Mascareño. ¡Un caño le tiró! ¡Tac! ¡Un caño! A la flauta, ¿y este?”, narró aun asombrado, como si no hubiese pasado el tiempo.
Algo no cuadra entre las historias. ¿Fue un caño, entonces? Por más irrelevante que luzca, la duda es el mayor enemigo del periodista. No podía quedar inconcluso y era necesario dar con alguien más que haya estado allí. Contacto tras contacto y mensajes al voleo provocaron que Francisco "Quito" Galay, el nueve de San Lorenzo ese día, caiga del cielo.
El delantero, radicado en Dolores para dar clases en una escuela de fútbol, coincidió en que lo marcaba Mascareño y en la historia de Macías, pero reveló el pedido que le hizo su técnico, Benicio Acosta, al defensor ante el ingreso de Diego: "Sígalo de cerca, que no toque la pelota ese pibe porque nos va a pintar la cara".
El pobre Mascareño quedó pintado como payaso y "no lo pudo agarrar en todo el segundo tiempo", lo que llevó al reto de Acosta. El lateral por derecha no podía comprender qué pasaba y frente al enojo de su entrenador, le gritó: "¿Por qué no entra y lo marca usted?".
"Ya lo había visto cuando fuimos a La Paternal. Estuvo todo el entretiempo haciendo jueguitos sin que la pelota se le caiga. Era terrible la técnica que tenía. Me hubiese gustado jugar al lado suyo, pero cuando fui a Argentinos Juniors lo habían vendido a Boca. Lo enfrenté seis o siete veces y tengo su camiseta, eso es inolvidable", contó el ex jugador de Estudiantes de La Plata, que entraba en lugar de Marcos Conigliaro en el "Pincha" de Osvaldo Zubeldía.
Galay salió a los 67 ́ y Macías siguió atento al encuentro. “Cambió el partido. Cada vez que tocaba la pelota, algo pasaba. Había una electricidad distinta, una sensación de wow”, indicó el periodista. “¿Y este? Uh, ¿viste lo que hizo?”, se murmuraba en Avenida Champagnat y Alvarado cada vez que el joven lleno de sueños inventaba algo, lo que sea. Sus primeros dos goles y una participación en el otro fueron los destellos de esa tarde, más allá de que cada jugada suya provocaba que los espectadores se quedaran atónitos.
Se cumplieron los 90´, Morales se lo pidió, él lo fue a buscar y Cyterszpiler, otra vez, lo llevó. A diferencia de la primera, el conductor fue “más enfático” en las condiciones de Maradona y le dijo “que se cuidara” y que siempre sea “humilde y respetuoso”. De nuevo, el pibe “melenudo” contestó con “sí y no, sí y no”, ni más ni menos. Sí, antes de formar su personalidad verborrágica, “era un chico tímido que en la cancha se transformaba”.
Tanto se transformaba en una cancha que su tempranero debut tuvo que esperar. En el inicio del Nacional, el técnico de ese momento, Montes, pensaba convocarlo para la Primera, pero Maradona había sido suspendido por cinco o siete fechas en Séptima División por aplaudir en forma burlona a un desacertado juez de línea. El joven “vergonzoso y tímido”, con poco del famoso Maradona, en realidad lo ocultaba. En una cancha apareció por primera vez la personalidad que luego llevaría hasta el 25 de noviembre de 2020.
En la tierra y con una pelota aparecía aquel que mandó al frente a Toti Pasman, que besó a Caniggia, que nos dio una mano con Inglaterra para levantar con la otra la del Mundo y ese que siempre esquivo las mentiras y luchó por sus ideales. Ese mismo rebelde nos hace llorar cuando pensamos en su persona, aun sin haberlo conocido. Ese hizo abrazar a un hincha de Boca y a uno de River. Ese estuvo en Mar del Plata y pasarán los años, habrá un supermercado en lugar de un estadio, pero su esencia siempre estará acá, en la memoria de todos los marplatenses.