15 años de “Ahí Vamos”, el disco más rockero de Gustavo Cerati
Exactamente 15 años atrás, con los extraordinarios 56 minutos del álbum "Ahí vamos", Gustavo Cerati consiguió reconquistar a su público y volver a la cima. Eran 13 canciones y lanzó un hit single tras otro, salió de gira por todo el continente y hasta tocó por primera vez en Londres, culminando con un recital multitudinario ante más de 100 mil personas en Figueroa Alcorta y Pampa.
Pero nada fue tan fácil como parece y, en realidad, el camino hasta llegar a Ahí vamos fue duro y lleno de obstáculos en su vida personal. No es casual que justo antes de presentar el disco en Obras haya tenido que poner todo en pausa debido a un coágulo que le causó una tromboflebitis que lo asustó tanto que dejó de fumar por un buen tiempo. Su salud había acusado los sucesivos golpes emocionales.
Para situarnos en época, Cerati había lanzado su último álbum cuatro años antes, en 2002. Se llamó "Siempre es hoy" y luego tuvo una versión de remixes. Sus lanzamientos discográficos de esa etapa se coronaron con un compilado de su carrera solista hasta ese momento.
Pero no todos los fans de Soda Stereo seguían con lealtad ciega su evolución musical, y una nueva generación de público reaccionó mal ante sus incursiones electrónicas y el vestuario tipo El Principito que lució en el proyecto que lo llevó a reversionar 11 canciones de su cosecha junto a una orquesta sinfónica.
El 6 de septiembre de 2006, Gustavo cerati ofreció una conferencia de prensa previa a los conciertos de presentación de "Ahí vamos", en Colombia. Foto Efe-Miguel Menndez
De hecho, un stencil con su cara y la insultante frase “viejo choto” apareció en distintos lugares de la ciudad, de una manera no muy diferente al calificativo de “dinosaurio” que usaban los punks del ’77 en Londres para referirse a los pomposos grupos de rock progresivo.
Por suerte, hay abundante material que cuenta los entretelones del camino hacia "Ahí vamos". No sólo entrevistas y comentarios en revistas y diarios, sino libros (Samalea, Morris, Aboitiz) y videos oficiales donde el propio Gustavo describe la grabación y la gira posterior, como el EPK (un Electronic Press Kit que repartió su sello a los medios audiovisuales) y un documental que aparecía junto a la presentación en Obras en un DVD que luego se alzó con un Premio Gardel.
Marcar la diferencia
Fue el propio Cerati quien trazó un panorama de la evolución de su plan solista. “Cuando me separé de Soda Stereo, lo primero que buscaba era diferenciarme hasta sonoramente. Necesitaba marcar una diferencia exploratoria, sonora y lírica. Lo evidente es que en los discos anteriores tuve una cuestión más relacionada con la electrónica y había más eclecticismo", señaló.
Y amplió el concepto en torno a Ahí vamos: "Sin que tuviera un preconcepto, eliminé naturalmente todos aquellos lugares raros o ambientales que había utilizado en discos anteriores; simplemente porque las canciones no lo necesitaban. La diferencia que veo es que este álbum es más rockero, más guitarrero y posiblemente menos disipado en cuanto a las vertientes; va más al punto, tiene como un sonido vector que viene por el lado de la guitarra. Y veo al título como arengador, como un grito de batalla”.
Todo comenzó a tomar forma en los primeros meses de 2005, cuando tuvo listo su estudio de grabación propio, que bautizó Unísono y que había montado en una vieja fábrica de zapatos que encontró Mirta Magallanes, la mujer de su fiel asistente de guitarras, Eduardo “Barakus” Iencenella, en el barrio de Florida.
Por entonces, Gustavo ya había salido de gira por Latinoamérica y los Estados Unidos para presentar Siempre es hoy, había armado el trío electrónico Roken con Leandro Fresco y Flavio Etcheto y había trabajado como productor de la mega-star Shakira en unos estudios soñados en Bahamas.
Gustavo Cerati y Cecilia Amenábar, la madre de sus dos hijos, Benito y Lisa, con quien tuvieron un divorcio que ocupó un espacio importante en los medios.
También se había puesto en pareja con Deborah de Corral, tras un divorcio muy mediático de Cecilia Amenábar, con infidelidades cruzadas; ella, con Francisco Bochatón, el líder de Peligrosos Gorriones, que había hecho una letra junto a Cerati en Bocanada.
Pero después de unos dos años con Deborah, ella lo dejó por Ezequiel Araujo, el tecladista de El Otro Yo que había ingresado en el Universo Cerati como productor del disco que Leo García grabó en el debut del estudio Unísono.
Era marzo de 2005, tenía 45 años y por primera vez una mujer lo había dejado. Se encerró a grabar y empezó a componer con un programa de audio de moda llamado Ableton Live. Convocó como coproductor del nuevo álbum a Tweety González, con quien había trabajado para los temas de Shakira pero con quien no tocaba desde el final de Soda Stereo.
Deborah del Corral y Gustavo Cerati, en los tiempos en que fueron pareja; finalmente la modelo lo dejó por Ezequiel Araujo.
El proyecto comenzó a tomar forma rápidamente: mantuvo a algunos músicos de la banda de Siempre es hoy (el bajista Fernando Nalé y el tecladista Leandro Fresco) e incorporó al baterista Emmanuel Cauvet y el tecladista Ariel “Capri” Aguisky.
También solía ir Flavio Etcheto cada tanto. Luego decidió ampliar el grupo y al grabar contó con los bateristas Bolsa González y Pedro Mozcuzza. Hasta hubo sesiones con Marcelo Baraj y Martín Carrizo, pero esos temas quedaron afuera. Además, sumó a Fernando Samalea y Richard Coleman, sus compañeros de la época de Fricción en los años ‘80.
Como bien observó Juan Morris en su biografía 'no oficial' del artista, “Gustavo estaba acomodándose tras la separación de Deborah, Tweety había sufrido un ataque al corazón post-divorcio y Richard se había ido de su casa y dejado el alcohol. Era un grupo de amigos que atravesaba las turbulencias de los cuarenta y pico, una banda de corazones rotos encerrándose a tocar rock para sanar sus heridas”.
Los nuevos y viejos amigos
En el EPK, Cerati lo admite: “Otro de los desafíos que me resultaba importante encarar era romper con ciertos métodos, sobre todo porque después de hacer muchos discos las cosas empiezan a parecerse mucho. Me gustó dar de vuelta las cartas, hacer las cosas en órdenes diferentes, y resultó un plus sentirse más en la emoción justa para grabar y que no sea siempre igual, que no sea mecánico. Y al final, uno puede pensar que me busqué los viejos amigos. Quizá necesitaba más mimos; quizá me gustó esa cosa de mezclar un poco los nuevos y los viejos amigos”.
Durante los meses siguientes, la banda se juntó todos los días para tocar y sacar temas. Enseguida salió La excepción, por ejemplo. También se puso a estudiar kabbalah, tuvo una experiencia lisérgica con jugo de cáctus, e invitó a un amigo recién separado (el peluquero Oscar Roho) a vivir en su casa y acompañarlo en sus excursiones por la noche de Buenos Aires, donde el RR.PP. Gaby Alvarez le abría todas las puertas.
Alan Faena lo invitó varios fines de semana a Punta de Este y le gustó tanto que se compró unos lotes cerca de José Ignacio. También conoció en una sesión de fotos a Sofía Medrano, una vestuarista.
Para Año Nuevo del 2005 ya estaba casi todo listo y se fue a México con Sofía. Al regreso pasaron por Punta del Este y de vuelta a Unísono. Retomó la grabación, hizo las letras que faltaban y decidió el título. Falta contar que su hijo Benito, que tenía unos 11 o 12 años, visitaba el estudio a menudo y un día su padre le dio un CD con la música de un tema para que le hiciera una letra. El resultado fue "Adiós".
"Ahí vamos" llevó a Cerati a tocar en el Summer Stage en el Central Park de Nueva York el 5 de agosto de 2006. /AP Photo/Jeff Christensen
A fines de marzo, el artista viajó a Estados Unidos a mezclarlo y el disco salió en abril, con una tapa que lo decía todo: aparecía su silueta alzando una guitarra eléctrica y surgía un rayo de luz brillante. Fue un gran éxito de ventas, certificado como Disco de Platino en Argentina apenas salió, y también fue Disco de Oro en México y Chile. Las radios pasaron los temas nuevos sin parar y todos comenzaron a hablar de su vuelta al rock, a lo que él respondía: “Jamás dejé el rock, yo no me fui a ningún lado”.
Pero el álbum hablaba por sí mismo: había un claro bloque de canciones de fuerte impronta rockera, al mejor estilo de Canción animal, arrancando con los cuatro primeros temas (Al fin sucede, La excepción, Uno entre 1000 y Caravana) y más adelante con Dios nos libre y Bomba de tiempo.
En el medio hay otra tanda con melodías más introspectivas, por ejemplo la sucesión de Adiós, Me quedo aquí y Lago en el cielo, que luego se completa con Otra piel(con coros de Benito y Lisa) y Crimen. Al margen quedan solamente dos composiciones: los delicados climas de Médium y el equilibrado toque electrónico de Jugo de luna.
Como bien definió Gustavo, “este disco es una casa rodante: tiene todo lo necesario para vivir con él, pero también nos lleva”. En efecto, lo llevó a recorrer todo el continente americano, España e Inglaterra, para culminar en la Argentina con un show multitudinario gratuito que le permitió cerrar una etapa y meterse de lleno en la reunión de Soda que aún era un secreto.
“Más allá de lo que yo tuviera pensado o intentara concretamente –dijo-, el universo se va disponiendo de cierta manera y si uno no se contrapone a ello y no fuerza demasiado las cosas, es cuestión de estar con los ojos abiertos. Siento que el cosmos se confabula para algo y si uno no se pone en contra de eso, las cosas te llevan y aparecen los viejos amigos, los mimos que necesitás y las cosas que estás buscando. Lo digo más allá de un sentido místico; es real y por algo ocurren”.
Fernando Samalea, el baterista que recuerda en primera persona
En su libro Mientras otros duermen (Sudamericana, 2017), el segundo de su trilogía autobiográfica, el Samalea cuenta muchos detalles de la época de Ahí vamos.
“Atendí a un número privado mientras desayunaba en el café Manías, de la avenida Caseros y Anchoris.
'¿Fer?', escuché tras atender. Era Gustavo Cerati. Llamaba desde su estudio Unísono para comentarme que junto al coproductor Tweety González habían pensado en que yo tocase en una canción de su nuevo disco. 'Acá estamos, grabando. La situación es así: tenemos una balada rápida, medio steelydanesca, onda García. ¿Te animás a grabar la bata?'. 'Obvio, ¿cuándo?', grité saltando de la silla y haciendo temblar el plato del tostado que tenía en la mesa. '¿Podés mañana?'."
Ese martes 23 de agosto de 2005, poco después del mediodía, bajo un diluvio torrencial que hubiese preocupado al propio Noé, abordé un taxi desde Constitución. Cargaba solo mi tambor Supraphonic, el glockenspiel, el tam-tam marroquí y palillos 2B Metal, ya que Bolsa González oficiaba de drum-doctor y habría elementos de sobra.
Bajé del automóvil cargando mis bultos. Esquivando charcos, toqué el timbre en el portón blanco. Me recibió Leandro Fresco. Me asomé tímidamente por la puerta del control. Tweety y Gustavo giraron sus cabezas hacia mí, sonreímos y nos dimos un abrazo. (...) Yo había llegado casi de colado, como cuarto baterista o como un viejo amigo que se acercó a grabar, sin demasiado protocolo ni compromiso.
El staff trabajaba muchas horas diarias en Unísono. Venían de un largo proceso, en principio con Coleman, Cauvet, Leandro y Nalé. Luego de esos primeros registros con banda de apoyo, Cerati bocetó en soledad la fase siguiente del disco, a veces trabajando con Lean en teclados y Fer al bajo, usando samples Fucking Drum para definir ritmos básicos.
Se lo notaba sin un plan concreto, decidido a regrabar lo que hiciese falta, incluso lo dado como definitivo en su momento. Debatía mucho con Tweety y Uriel Dorfman, el ingeniero. La opinión de Adrián Taverna, su histórico ingeniero en vivo, quien se acercaba cada tanto, era también muy respetada. 'Sama, la seguimos mañana, ¡no? Si podés traete el bandoneón', me dijo al despedirme”.
Fuente: Clarín