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    UN MUNDO EN RECESIÓN

    12 de octubre de 2016 - 11:01
    UN MUNDO EN RECESIÓN
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    El Fondo Monetario Internacional manifestó a través de un comunicado su preocupación por  las perspectivas económicas globales que, según la institución financiera, "están cada vez más amenazadas por políticas introvertidas y reformas estancadas". Este acertado diagnostico pone de manifiesto la profunda crisis que atraviesan las potencias nucleadas en el G7 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá) en un contexto internacional que, según las proyecciones se estima que para el 2020 exprese el 29 por ciento del PBI mundial cuando en 1991 era del 50 por ciento.

    En ese sentido, los activos bancarios nacionales del grupo de países los emergentes conocido como E7 compuesto por China, India, Brasil, Rusia, México, Indonesia y Turquía, así como las ganancias potenciales del sector, serían mayores que los del G7 en 2036. Incluso, para el año 2050 está previsto que el fondo de utilidades del E7 supere en un 50% al del G7, de acuerdo al reporte “Banking 2050”, de PwC.

    En esa misma línea, en 2009 el PBI de los países del E7 era de aproximadamente un tercio del tamaño del de las naciones del G7, pero que para 2050 el PBI de los del E7 podría ser un 60% mayor que el de las naciones desarrolladas.

    La preocupación del FMI se puede leer en dos planos. En primer lugar la muy baja proyección de crecimiento estipulados para Japón y Europa, y el surgimiento de nuevos “aislacionismos” que la presidente del FMI, Christine Lagarde, definió como “proteccionistas”. Sobre lo primero, a las malas proyecciones de crecimiento para Europa y Japón, hay que sumar mejores perspectivas para Estados Unidos y Gran Bretaña producto de la contracción de dos economías emergentes como Brasil y Rusia. Las recetas del FMI y el Banco Mundial apuntan a reducir el déficit fiscal mediante políticas ortodoxas que terminan afectando el consumo y fomentando la flexibilización laboral para “abaratar” costos laborales en un contexto de desindicalización creciente, especialmente en Europa. Esta situación de recesión, la reducción del consumo y deflación complica el panorama aún más.

    Por su parte, el consumo en Estados Unidos en el 2015 tuvo un crecimiento del 3 por ciento pero los salarios reales según un estudio del Centro Pew del 2014 permanece estancado en términos reales desde la década del 70’ con una concentración en el 10% superior de los trabajadores remunerados, afectando así a los sectores medios, uno de los caballitos de campaña presidencial de Donald Trump cuando critica los perjuicios del NAFTA.

    Gran Bretaña que también tiene una mejora relativamente alta para lo diminuto del resto de Europa, tiene problemas más severos a los de Estados Unidos. Según el Banco de Inglaterra, el salario ha bajado entre el 2005 y el 2014 de modo que el crecimiento de 3% apenas sirve para compensar parte de la pérdida de salario real de la década anterior. Los demás países europeos tienen niveles de crecimiento del consumo cercanos a 1% lo que quitando la inflación cercana a 0.5% lo deja en 0.5%.

    Este escenario de paralización de los países desarrollados empeora cuando nos metemos en el análisis político. La preocupación de Lagarde respecto de los “proteccionismos” está vinculada a emergentes de la crisis expresada en los fenómenos Trump, Brexit o las ultraderechas en Francia y Alemania. Todos ellos cuestionan el proyecto estratégico económico y de integración del bloque occidental en un escenario de fuerte disputa hegemónica.

    Acuerdos globales

    El TTP y el TTIP no son simples acuerdos, son parte del proyecto geoestratégico de Estados Unidos. Ese proyecto pende de un hilo o, mejor dicho, de la próxima elección. Básicamente lo que establecen estos acuerdos es la construcción de un gran escenario comercial que ponga a la potencia del Norte como principal potencia comercial en un escenario de proliferación de mercados en el sudeste asiático y América Latina.

    A la reducción del PBI mundial del G7 hay que sumarle el crecimiento de China, del 4 por ciento del PBI mundial en 1991 al 19 por ciento en 2020 y un aumento del resto de los 200 países del 46 al 52 por ciento para el mismo ciclo.

    El gran interrogante a todo este análisis pasa por visibilizar la manera de afrontar este problema. Desde la perspectiva de los países desarrollados la búsqueda de la solución se vincula con la reducción del déficit, el endeudamiento, el ajuste y la configuración de un escenario de comercio multilateral que les permita seguir siendo hegemonía, al menos así lo plantean las actuales administraciones. Los “emergentes” pueden consolidarse como bloque alternativo pero cuentan con dos importantes escollos: la crisis de los commodities y la ausencia de una arquitectura financiera internacional que dispute el poder de las instituciones financieras del pacto de Bretton Woods, independientemente de la intención de los BRICS en avanzar en ese terreno con proyectos que quedaron inconclusos o las estrategias de China con el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura. Por su parte, si bien la Organización para la Cooperación de Shangai se ha empoderado con la incorporación de India, no deja de ser un fortalecimiento de la zona de Eurasia que no alcanza para disputar la hegemonía del FMI y el Banco Mundial.

    The International Spectator brindó datos que muestran que lo que Europa Occidental decreció, China lo creció, en 1980 el PBI mundial de la UE era de 30 por ciento y el de China de 2 por ciento.  En 2014 la proporción era 17 por ciento para la UE y 16 para China y se pronostica que para 2019 China superará a Europa con 19 por ciento del PBI mundial contra el 15 de Europa. Ahora, vale la pena destacar que la deflación en el continente europeo también afecta a las exportaciones del gigante asiático. Los que miran de afuera como las potencias se disputan la hegemonía del mundo cuentan con la posibilidad de actuar con inteligencia en defensa de sus propios intereses. Si “el resto” de los países del mundo van a expresar en 2020 el 52 por ciento del PBI, la conformación de bloques de poder y la estrategia autónoma puede ser el camino para un escenario de crecimiento con igualdad.

    Es importante tener en cuenta esta realidad cuando encaramos el debate de “entrar al mundo” como país o región. ¿A qué mundo nos referimos? ¿Qué intereses defiende? ¿Cuáles son los beneficios para los millones de latinoamericanos, africanos o asiáticos?

    El actual contexto mundial deja claro que no hay un solo mundo posible, y que lejos de entrar en debates ideológicos lo que se pone sobre la mesa está relacionado con la inteligencia de un país, una región o un bloque determinado para sacar beneficios de un mundo atravesado por fuertes conflictos. Se trata de que la gente viva mejor en un mundo donde el 1 por ciento de la población concentra más del 50 por ciento de la riqueza o según el nobel de Economía, Joseph Stiglitz, el 1% de la población tiene lo que el 99% necesita.

    Augusto Taglioni

    Periodista. Analista internacional.


    Aclaración: los conceptos vertidos de quienes opinan son absoluta responsabilidad del firmante.


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