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    Una cita con el arte, figuras y público

    12 de noviembre de 2016 - 09:28
    Una cita con el arte, figuras y público
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    Es lógico y justificado que un país como el nuestro que contabiliza una reconocida industria cinematográfica en el mundo entero concrete cada año la “mega fiesta del celuloide”. Cada uno puede preguntarse, y con toda razón: ¿Para qué sirve un festival? ¿Qué aporta un acontecimiento como éste? y ¿es propicio y adecuado enfrentar un enorme gasto que sale del erario público?

    Desde todo punto de vista está muy bien qué año a año en noviembre se realice en Mar del Plata esta mega cita artística y cultural. Desde este encuentro entre gente de las más variadas geografías del planeta pueden surgir proyectos de trabajo, como así también coproducciones, compra y venta de películas y posibilidad que de ese mismo intercambio genere distintas fuentes laborales entre locales y visitantes.

    En tiempos negros y nefastos de nuestra propia historia los militares anularon su realización de nuestro festival, argumentando que no había útiles escolares en las escuelas ni medicamentos en los hospitales por eso el festival quedaría relegado al olvido.

    Pero siguieron faltando lápices y cuadernos en todas las escuelas del país y gasas y alcohol en cada uno de los establecimientos hospitalarios, y el festival no se concretó por largos años. La contradicción rotunda del discurso más mentiroso que hemos conocido y soportado durante tantos años.

    Felizmente un grupo de personalidades amantes del “Séptimo Arte” trabajaron y mucho para recobrar la puesta en marcha en nuestra ciudad del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, qué comenzó como una muestra no competitiva en 1954 bajo el gobierno del General Juan Domingo Perón y la labor a cargo de la Subsecretaria de Prensa y Difusión, siendo el máximo responsable Raúl Alejandro Apold.

    Por aquellos tiempos –década del ´50- una ley o decreto ordenaba no proyectar en nuestro país películas norteamericanas, tema que a Hollywood mucho le preocupaba porque Argentina siempre había sido un mercado que les daba mucha ganancia.

    Entonces Apold viajó a los Estados Unidos y secundado por embajadores y cónsules –y mucho, pero mucho dinero- logró llegar a un acuerdo con los productores pactando lo siguiente: se abría el mercado argentino para los filmes yanquis, pero Hollywood debería enviar a Mar del Plata la constelación más brillante de figuras. Así se logró ese “milagro” que hasta hoy se recuerda como el más deslumbrante de todos.

    La historia no se puede negar, ni los hechos ni la verdad de los acontecimientos tal cual sucedieron. Gracias al trabajo incansable y la inmensa e inquebrantable tozudez de Julio Maharbiz con el total apoyo del presidente Menem se logró recuperar el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Es justo mencionar que al binomio señalado se le sumaron destacadas personalidades de la talla de Oscar Barney Finn, Héctor Olivera, Nicolás Sarquis, Sabina Siegler y muchos otros que asumieron con conocimiento de causa y mucho empeño este enorme desafío que conlleva tanto riesgo de recuperar para Argentina a nivel internacional el festival manteniendo sus fundamental clasificación clase “A”, esto indica ser reconocido por la Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos –FIAPE--.

    Si bien en este rubro Mar del Plata es clase “A”, lamentablemente no está a la altura de sus pares: Venecia, Berlín, Cannes y San Sebastián. Las cuatro ciudades mencionadas están en lugares estratégicos, además cuentan con presupuestos millonarios para enfrentar todo tipo de erogación, por alto que ésta sea. Los gastos son compartidos por el Estado, la ciudad donde se concreta y la propia organización. La triangulación es perfecta y jamás se ven acotados para enfrentar gasto alguno.

    Por eso todos es más esplendoroso, con mucho más glamour, pompa, y brillantes marquesinas que mucho tiene que ver con la ficción que es el cine.

    Pero en otros tiempos más benignos de nuestra propia historia económica se disponía de presupuestos más adecuado para que cada Festival Internacional de Cine de Mar del Plata alcanzara esa “luminosidad” que encandilaba a los visitantes y locales.

    Esto no involucra la calidad de los filmes proyectados. Tampoco afecta al caudal de público que año a año llena en nuestra ciudad cada una de las salas afectadas a las distintas proyecciones. Cada festival en el mundo tiene que asegurarle la gente una excelente grilla de películas, a los medios las fotos con las más grandes luminarias y a la gente todo ese esplendor necesario que tiene que ver con la ficción, que en definitiva es el mismo cine.

     

    Héctor Peirou / Periodista de espectáculos.


    Aclaración: los conceptos vertidos de quienes opinan son absoluta responsabilidad del firmante.


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