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    "Cacho" Lapenta, un maestro del tango y la lucha

    03 de diciembre de 2016 - 13:43
    "Cacho" Lapenta, un maestro del tango y la lucha
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    Juan Carlos “Cacho” Lapenta tiene 80 años y quiere tocar el bandoneón hasta los 100. Tiene 3 hijos, 18 nietos y 12 bisnietos. Está lúcido y conserva la energía de cuando era pibe, cuando llegó a tocar con el “Polaco” Goyeneche en la recordada confitería La Paris. En realidad, “Cacho” tocó con muchos grandes de la música. Y la gran mayoría de las orquestas disfrutaron de su talento. Le da lo mismo tocar en el bar más concurrido que hacerlo en la plaza del barrio. "Cacho" toca por el placer de tocar y busca transmitir emociones. Para él, esa es la verdadera pasión del músico.

    Lapenta hace todo con el alma. Nunca se guarda nada. Para el encuentro con El Marplatense, se toma el colectivo temprano, llega a la cita a horario y sube las escaleras sin inconvenientes. Saluda con la misma vitalidad que muestra en el escenario y cuenta su historia. Se emociona, pero nunca se quiebra.  “El medicamento de mi vida es amar a la juventud. Uno se siente joven cuando ama a la juventud, sin discriminarla. No me interesa si consume o no consume”, reflexionó.

    -¿Por eso se integra a las bandas de jóvenes?

    -Tengo buena onda con la juventud y porque me preparo para estar con la juventud. Yo soy una persona mayor y el medicamento de mi vida es amar a la juventud. Uno se siente joven, cuando ama a la juventud, sin discriminarla. No me interesa si consume o no consume. Si está en una depresión, me interesa poder sacarlos del decaimiento de la droga.

    -¿Le molesta cuando se subestima a la juventud?

    -Sí, hay un sometimiento total. Acá se sabe todo, que no se hagan los vivos, porque les conviene que la gente no piense. Es como pasa a nivel mundial en la política: a las potencias no les conviene que Sudamérica piense y que se una. Yo conozco las bases del sufrimiento y no quiero que mi juventud sufra lo que uno ha sufrido por esperar una liberación total. Vivo a una cuadra de la villa La Palangana. Me conocen todos y nunca me han tocado. Y he ido a tocar ahí adentro. Cuando están pasados, por ahí te piden algo. Pero la droga es así, los va consumiendo. Hay muchas cosas para hacer, pero como hay un negocio detrás de todo eso…

    -Usted ha tenido la posibilidad de desarrollar su pasión desde joven, algo que no es tan sencillo en la actualidad…

    -Yo me preocupo mucho por la juventud, que no tiene una base de oportunidades. No puede ser que un arquitecto ande manejando un taxi. Y nadie le da pelota a eso. También muchas chicas, que terminan una carrera y se tienen que ir del país. Y si no se pueden ir, fracasan. También se desgasta el amor en este sistema, en el que no hay oportunidades. Si vos podés desarrollar lo que aprendiste, vas a intentar superarte para tu bien económico y para el bien de la sociedad, que eso es lo que hemos perdido.

    LA PASIÓN, LA MEJOR HERENCIA

    “Cacho” Lapenta nació en Saavedra y surgió en una familia de músicos.  “Es la pasión que sentí siempre desde pibe. Mi papá era músico, mi tío Antonio tocaba el bandoneón, mi primo hermano tocó con Pugliese, con Varela, con todos los capos. Y yo también me sumé a la orquesta de allá”, recordó. “Nunca hablé de lo que hice, sino que la gente se entera con otros, por terceros.  Siempre fui un luchador constante. Mar del Plata me atrapó porque me casé acá”, indicó.

    -Usted vivió la mejor época del tango…

    - Toqué con todas las orquestas habidas y por haber. Y también en Buenos Aires. Acompañé al “Negro” Ledesma, a Carlitos Acuña, a toda esa gente… Era una época en la que llegué a sentir el perfume y las últimas noches de la era de oro del tango, que sobre el 50 ya se venía cayendo y con el 55, con el golpe de Estado, se cortó bastante la cultura. Del 55 para arriba, en el 60 o 65, empezaron a decaer las revistas de tango. “Canta claro”, “El alma que canta”, eran revistas que venían con informaciones y trabajo. Se quebró todo. Acá en Mar del Plata se quebró también el sindicato de músicos. Yo estuve trabajando mucho en las comisiones cuando se compró la casa del músico, en España y 25 de Mayo. Integraba las listas, he luchado… Y después de eso, por ideologías, pensando en el revanchismo ideológico, se rompió la cultura. Y pasa ahora lo mismo. La otra vez me preguntaron por qué yo hacía tango y hacía rock. Y yo le dije que el tango y el rock, mientras haya luchas sociales, no van a desaparecer, porque están engendrados en nuestra cultura.

    -¿Cómo fueron sus inicios en Mar del Plata?

    -Yo caí acá en el 56 o 57, venía porque tenía a mi abuela acá, a la mamá de mi mamá. Acá tocaba con todos los artistas, con orquestas chicas o grandes. Tocaba con la orquesta de Enrique Porfiri, una orquesta profesional. Eran músicos de Buenos Aires, que eran mayores, se radicaban acá y formaban orquestas. Era gente muy profesional y uno aprendía de ellos. Además, yo estudié mucho, no fue casualidad. Aprendía estudiando y mirando. Y muchas veces me he privado de ir a una cita porque me quedaba estudiando para una lección que tenía que rendir al otro día con el bandoneón. Porque cuando perdés una lección, no se repite. O sí se repite, pero estás en otro día, en otro clima, y no sabés el contraste que tenés. Dicen que el sol sale para todos, pero las circunstancias nunca son las mismas: ni para tu vida, ni para la lucha social, ni para el país ni para el planeta Tierra…

    -Tocó en lugares chicos y en lugares de mayor exposición…

    -Sí, empecé a tocar en clubes chicos, de la periferia, como Libertad. Y después se me puso en la cabeza que quería tocar en la temporada con las grandes orquestas de acá. Y llegué. Hice buenas temporadas en los mejores lugares para tocar. No me puedo quejar. Si lo hago, soy un desagradecido a la creación.

    -¿Usted puede vivir de la música?

    -He tenido que trabajar de otras cosas, he aprendido el oficio de yesería. Pero hace 20 años que me dedico solamente a la música y vivo bárbaro. Pero no estoy hablando de plata: la riqueza mía es espiritual

    -¿Siempre deseó poder vivir de su pasión?

    -Sí, lo deseaba. Me cansé de hacer cosas.

    -Y se le acomodaron las circunstancias para poder hacerlo…

    -No, las circunstancias no se acomodaron (se ríe).  He luchado. He pasado y paso momentos comiendo arroz y no me quejo. Lo interesante es que estés agradecido. A mi edad, hay que agradecer que te podés levantar y caminar. Y que podés ver, y hacer lo que te gusta. Pero sin soberbia. El músico es transportador de emociones a la humanidad. El músico que toca y no tiene esa visión, de dar mensajes de emociones, de tristeza y alegría, que no toque. Eso es soberbia.

    cacho-lapenta

    UN ARTISTA COMPROMETIDO

    “Cacho” Lapenta también habló de su militancia. En la calle, como en el escenario, pone el alma y el cuerpo, para intentar transformar la realidad.  “Trabajé en los barrios, con Barrios de Pie. También estuve en el movimiento de base peronista revolucionario, en la época jodida... Era integrante, no de palabra, sino de acciones también, porque era una ideología. Pero lo que me deja tranquilo es que no estaba equivocado. Trabajé tres años en Barrios de Pie, en la enseñanza de colocación de cerámica. También música. Y con las chicas, que eran del barrio San Jorge, La Herradura, Hipódromo y Parque Palermo, refaccionábamos casas. Esto fue hace cuatro años. Hoy esas chicas viven de la construcción”.

    A su vez, “Cacho” contó una historia particular, de una nena que lo vio en televisión y decidió aprender a tocar el bandoneón. “Tengo una alumna de 11 años, que viene a aprender bandoneón a casa. Es del barrio Las Américas. Vino con el papá y la mamá. Tienen muchas necesidades. Pero no tiene pobreza espiritual. La nena me vio en Talento Argentino, cuando estuve con Ricardo Abadie. Ya lleva tres clases, le hice el teclado en un gráfico para que vaya digitando en la casa y me está sorprendiendo. Me preguntaron cuánto les cobraba y les dije que nada. No puedo cobrarle a esa gente. Si tenés dinero para pagarme mi servicio sí, pero si no tenés… No puedo traicionarme”.

    Por último, Lapenta dio detalles de su nuevo proyecto. “Sigo tocando. Casualmente formé una bandita de gente muy joven, sedientos de la música. Tengo un saxo, una voz, una guitarra y un nenito de 9 años que canta y lo estoy preparando. Estamos haciendo folcklore. Es gente muy humilde, pero el talento no tiene fronteras. El talento es el talento”.

     


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