Uno que de vez en cuando se codea con las grandes ligas en diversos deportes, cerca de nuestro lugar de origen o lejos de él, necesita imperiosamente bajar al llano para dimensionar donde está ubicado realmente. De estar en el Olimpo podes bajar de inmediato al subsuelo, sin escalas.
La mañana de domingo se presentaba gris, bucólica, mas marplatense que el alfajor que nos identifica en el mundo, que el pullover que abriga a todo el país, que el mar dominante y transgresor que modera el estado de ánimo de los habitantes de esta ciudad.
El café humeante y la medialuna aún tibia en la mesa grafican el primer momento de una mañana que presagia actividad laboral larga pero atractiva. El histórico lugar que me cobija en los primeros instantes de cada jornada casi como una obligación o como parte de un folklore o de una religión me tiene como exclusivo y único morador. El diario local no formará parte de la puja diaria, ya será mio por 15 minutos. Mi computadora será abierta una vez mas buscando buenas noticias, algún mail salvador que provenga de algún empleador que valore tu tarea y tus años y proponga salvar tus próximos días con un puesto mejor, un llamado de España que me indique cual torneo de pádel debo presentar en la “madre patria”, u otro cercano de un principado que necesite de mi presencia de manera inmediata o si el gran Ramy Ashour necesita un jefe de prensa para sus compromisos del squash PSA por el resto del mundo. Esas noticias hoy tampoco estaban en mi correo, si recordarme que mañana vence el teléfono, eso seguro, la realidad, no el sueño que uno tiene y le permite seguir viviendo, con la ilusión de estar mejor, crecer, que la taba una vez salga con la cara correcta. Una lotería, algo impredecible.
Ese ordenador dice que las horas de diferencia entre Argentina y España coinciden con mi interés. Una de las pestañas desplegadas entonces quería que me mostrara el pádel del “jet set”, el World Pádel Tour en Las Palmas. Pero mi necesidad laboral y marplatense me hacía recordar que hoy tenía que estar con el pádel vernáculo, el de mi ciudad, el de Damian Diez, el de Pablo Sisti, el de los Mouriño, el de Luquita Bengoa, el del Japo Albín, el de Lucas Zappa. El ascenso, los que dan 100 laburados puntitos y que la AJPP y el querido Uri mantienen a capa y espada.
Mi fanatismo con el trabajo hecho con anticipación se ha transformado en fundamentalismo, justo esa palabra en un día donde la democracia está en jaque en la hermana Venezuela, gobernada precisamente por fundamentalistas del poder supremo y autoritario. A esa hora temprana ya estaba pensando que decir en la presentación de un torneo de ascenso del pádel nacional. En la Notbook ya estaban los colores rojo y azul predominantes de la meca del pádel mundial. El circuito deseado por todos los amantes del pádel desplegaba su arsenal en la bella Las Palmas, Isla de la Gran Canaria. No sólo había una final, jugaba el “Gordo” de Mar del Plata, Cristian Gutierrez. Si Cristian no David, ni Sanyo, ni Agustin, ni Sanyito, el Gutierrez marplatense, el que correteaba en los pasillos de “Los Naranjos”con su paleta a cuestas buscando entrar al menos un minuto entre picado y picado. De ese Gutierrez que hoy anda por los “39” y que conocimos hace 30 años con su primer y único deporte que practicó: el pádel.
Un rato antes otro Gutierrez, Leo, se despedía en una noche apoteótica en el poli de la ciudad en una velada donde estuvieron todos menos Manu. Casi en esa misma edad, uno se va y el otro renace deportivamente hablando.
En 2016 dos productos genuinos de la ciudad se juntaron para recordar viejas y buenas etapas, la unión no funcionó. Pero el ícono argentino del pádel, el WPT de La Rural ya presagiaba para “el Gordo” un cambio sustancial para su carrera deportiva, una apuesta diferente, arriesgada pero tentadora. El chaqueño Stupa que la rompió en “la ciudad de la furia” llegaba para armar un binomio desparejo, el Gordo y el Flaco, el joven y el veterano, experiencia y juventud. Ya en la pretemporada marplatense “el Cristian” nos decía que conociendo al chaqueño el jugaría haciendo “la banda”, jugando en un cuarto de cancha: su drive y que el oriundo del “impenetrable” le haría el “laburo sucio”, moviéndose en el ¾ de cancha restante. Y así fue.
Torneo grande y un derrotero arrollador ganando a Lima-Belasteguín en cuartos y a Mieres-Lamperti en semi. Casi nada. Con el camino despejado, en el horizonte de la “pareja despareja” se venían Matías Díaz y Maxi Sanchez. Se volvían a ver las caras en duelo nacional pero allá, en la meca.
Partido perfecto y victoria lógica e incuestionable del “Gordo y el Flaco”. Lección de pádel moderno y tradicional, el que pateó el tablero del pádel para ir derecho al estrellato y el otro que de la depurada técnica ha hecho su lema, ha marcado escuela y de su propio molde un producto genuino, único e irrepetible.
Luego del éxtasis de la competencia de elíte, el chip debía cambiarse de inmediato. Luego del abundante almuerzo familiar, nuestro destino no era Las Palmas en Gran Canaria, era primero salir del barro del Barrio Jorge Newbery e ir a lo de un amigo. En Belgrano y San Juan el pádel mostraba una propuesta nacional profesional de ascenso, un challenger. Casi la mínima expresión en el escalafón argentino. Jugadores Jóvenes y no tanto, fundamentalmente de la provincia encaraban la competencia como si fuera el World Pádel Tour. Por amor al pádel, así se jugó y así lo interpretó el “gentío” que se dio cita en este templo. La gente olfateó pádel en su esencia. El marplatense se ha convertido en un simpatizante de “paladar negro” en la “capital mundial del pádel”. Un toque exquisito del “Japo” Albín ó de Damián Diez ó de Luca Bengoa o un “palazo” de Sisti se disfrutan igual que una bajada de pared de Cristian en España.
Las dos caras de una misma moneda. El barrio, la cancha histórica para un torneo promocional, criollo. En la otra punta del globo, el “glamour”, la belleza, los Euros, el hiper profesionalismo. Todo con un denominador común: en la Argentina y en Mar del Plata específicamente, levantás una alfombra y aparece un jugador de pádel.
En el “mundo padelístico de los Gutierrez”, el “Gordo” es nuestro, nació en la cuna, en la capital.