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    Reflexiones de primavera

    23 de noviembre de 2017 - 07:29
    Reflexiones de primavera
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    En la calle, en una cancha de fútbol, en la escuela, en la cola del banco, en una oficina de gobierno, en el hospital, en la familia, entre conocidos y desconocidos, y podríamos seguir contando la variedad de contextos y vínculos sociales en los que la violencia es su protagonista.

    No es ninguna novedad que la sociedad en la que vivimos se caracteriza en la actualidad por ser litigiosa y violenta, todo es cuestionado, todo es rechazado,  todo es violentado, mucho más si lo dice o hace mi oponente, o mi adversario. ¿Tenemos adversarios o simplemente personas que piensan diferente? No lo sé, me lo pregunto junto con Uds. Así como también me inquieta saber si no será posible volver a admirar nuestra “humanidad”, en una relación de respeto mutuo con el otro, tan simple y tan profundo como eso.

    ¿Podría tener lugar -como se preguntaba el escritor estadounidense H. Thoreau- “mayor milagro que poder mirarnos por un instante a través de los ojos del otro”? (Thoreau, Henry D., “Walden. La vida en los bosques”, Boston, Ticknor and Fields, 1854).

    Estamos en pleno desarrollo del 32° Festival Internacional de Cine en nuestra ciudad y varias películas que se proyectan tratan o contienen tramos en los que se abordan algunos conflictos a los que se enfrentan ciertos grupos de personas vulnerables, todos signados por algún tipo de violencia, y en los que la vida o calidad de vida se encuentra en juego (v. gr. “Marshall”, sobre segregación racial; “La batalla de los sexos”, sobre discriminación hacia la mujer; “Marea humana”, sobre la crisis humanitaria de refugiados; “Pabellón 4” sobre personas privadas de su libertad, entre muchas otras), con tan solo ver algunos de ellos y tratar de ponerse por un momento en su lugar, podríamos comenzar un camino no violento de interacción con el otro.

    Por mi formación, me voy a centrar en los contextos de violencia en los espacios ligados a la salud: hospitales, clínicas, consultorios, centros de atención primaria, servicios de emergencia, obras sociales, mutuales, empresas de medicina prepaga y todo lugar donde confluya la atención de salud y las personas que se vinculan con ello, ya sea aquellas de cuya salud se trata (pacientes y familiares) como también quienes intervienen en las prestaciones de ese tratamiento (profesionales y administrativos), es decir, las que se relacionan con las organizaciones de salud (plano externo) y las que allí trabajan (plano interno).

    Y sigo, a tono con el Festival de Cine, y traigo como ejemplo un caso de “película”. Seguramente recuerdan el filme “John Q” (2002), donde John Q. Archibald (Denzel Washington) es un hombre corriente que trabaja en una fábrica y se ocupa de su familia. Su mujer Denise (Kimberly Elise) y su hijo Michael (Daniel E. Smith) son todo su mundo. Pero, cuando su hijo cae gravemente enfermo y es preciso someterlo urgentemente a un trasplante de corazón, resulta que su seguro médico no cubre la operación (Sinopsis tomada del sitio web “Filmaffinity”). Esta descripción nos suena conocida, y también el desarrollo posterior donde -quizás- a falta de explicaciones claras, ante una información confusa acerca de los alcances de la cobertura de salud, se suceden una serie de hechos dentro de un hospital y en las oficinas del seguro médico que intentan –con el uso de violencia- resolver la situación desesperante por la que atraviesa esta familia.

    Recordemos que, por definición de la Real Academia Española, violencia es la acción y efecto de violentar o violentarse, mientras que la remisión a violentar, implica aplicar medios violentos a cosas o personas para vencer su resistencia. Asimismo, agregamos que estos medios abarcan no solo a la violencia que se ejerce en forma física, sino también, verbal y psicológica.

    Continuemos con algunas conceptualizaciones: la Organización Mundial de la Salud  (OMS) define violencia como “el uso intencional de la fuerza física, amenazas contra uno mismo, otra persona, un grupo o una comunidad que tiene como consecuencia o es muy probable que tenga como consecuencia un traumatismo, daños psicológicos, problemas de desarrollo o la muerte.” Por otra parte, la OMS también ha establecido que “la violencia interpersonal es un factor de riesgo para la salud a lo largo de toda la vida y para los problemas sociales”, impactando en consecuencias físicas, salud mental y problemas de conducta, salud sexual y reproductiva, enfermedades crónicas (puede consultarse el Informe sobre la situación mundial de la Prevención de la Violencia 2014).

    Cuando salió la Ley 26.529 (2009) que regula, entre otros temas, los derechos de los pacientes en su relación con los profesionales e instituciones de la salud, leíamos que uno de ellos refiere al “trato digno y respetuoso” (art. 2 inciso b) y nos preguntábamos si ello no debería ser algo natural en toda relación humana, más allá de las profesiones. Sin embargo, si tuvimos que escribir en una ley que debemos tratarnos digna y respetuosamente es porque algo está sucediendo en la dimensión sociológica del Derecho.

    Será necesario entonces volver a las bases, al origen, a la educación, poniendo de resalto que necesitamos volver a aprender a vivir juntos. Esto no significa que dejemos de lado nuestras opiniones personales, nuestros deseos, nuestras necesidades, ya que son inherentes cada persona, sino que aceptemos que el otro tiene, a su vez, sus opiniones, sus deseos, sus necesidades, que no necesariamente pueden coincidir con los nuestros, y que no significa que están en nuestra contra, sino que simplemente: son diferentes.

    Sí, son diferentes, y allí comienza el trabajo –complejo pero necesario- de tratar de ponerse en el lugar del otro y pensar porque actúa de tal o cual manera; comprender al otro, hace que muchas veces nuestro enfoque cambie.

    Propongo reemplazar los medios violentos por los medios del diálogo, de la comprensión, de la empatía, del reconocimiento, de la escucha, todos vinculados al respeto del otro, de un otro que piensa, siente y teme en forma diferente.

    Me dirán que son conceptos abstractos pero ¿Cómo no pensar en aferrarnos a los valores más sublimes, cuando tratamos vínculos violentos en espacios donde la salud tanto de pacientes como del equipo de salud se encuentra en juego?

    Es entendible ante la angustia por el riesgo de vida en que se encuentra un paciente, sí. Es difícil reaccionar de una mejor manera, sí. Las emociones deciden el curso de las acciones, sí. No obstante todo lo que podamos coincidir para intentar justificar  la reacción violenta de un  padre que sufre por la enfermedad de un hijo, es necesario pensar una mejor forma de canalizar la energía del conflicto que se nos presenta en los ámbitos de salud.

    Recordemos que una cualidad que siempre destacamos, porque consideramos una nota esencial, es que las organizaciones que componen el sistema de salud,  se describen como espacios de alto contenido emocional o de alta vulnerabilidad vital, y que abarca tanto a pacientes y familiares como a los integrantes del equipo de salud.

    Trabajemos en todos los ámbitos (individual, familiar, comunitario, escolar, etc.) para que, tratarnos con respeto, sea algo normal y no, un modo anormal de vincularnos.

    En el filme “Pabellón 4” que se proyecta en la sección Panorama de Cine Argentino del mencionado Festival, se documenta un proyecto que muestra como -en un contexto de encierro, violencia y riesgo social-, es posible transformar la forma de pensar y vivir de personas privadas de su libertad, a través de la educación.

    Pensarán que hablo de una utopía pero les pido que pensemos por un momento, cuanto mejor es el camino de la gestión de nuestras diferencias a través de herramientas comunicacionales (hace unos meses hablábamos de “Diálogo y Salud” en este medio). Allí también les decía que el camino del diálogo en la gestión de los conflictos que se suscitan en las organizaciones de salud nunca será negativo.

    Y como decía Galeano: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar.”

     

    Ana Inés Diaz – Abogada Mediadora


    Aclaración: los conceptos vertidos de quienes opinan son absoluta responsabilidad del firmante.


     

    AUTOR

    Mex Faliero
    Mex Faliero

    Periodista, crítico de cine @mexfaliero

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