Regalos
Hasta hace poco tiempo odiaba que me regalaran remeras. Me parecía un compromiso, algo para zafar. Pensando, me di cuenta que esta sensación provenía de la costumbre de mis amigos del colegio. Ante cada cumpleaños el ritual era juntarse en el centro, mirar uno o dos locales y comprar una remera. Nada elaborado, nada singular sobre el destinatario del regalo.
A mí siempre me agrado pensar primero en lo que le gusta a la persona y luego buscar el regalo más original. A veces es muy difícil, por los recursos y el tiempo con el que se cuenta. Pese a eso, el esfuerzo se basa en la recompensa de ver que ese regalo le gusta. Uno espera el momento preciso donde abre la bolsa, rompe el papel y ve. Generalmente nos damos cuenta, esos segundos son determinantes. Las cejas que se elevan, los ojos que no se esconden, una mueca, la mirada rápida desde el regalo hacia uno. Pequeñas cosas que valen el esfuerzo de pensar y buscar que obsequiar.
Entonces, para mí, el regalo es mutuo. La satisfacción de ver y sentir que una persona que nos importa se alegra, ahí está la reciprocidad del acto de regalar. Esas cosas no se pueden comprar. Si indagamos un poco más veremos que en realidad lograr esto no pasa por el objeto. Podemos regalar una remera, un souvenir, una antigüedad o el celular más caro. La realidad pasa por el significado que esa persona le va a dar al regalo.
Ahora, ¿El significado si o si tiene que recaer sobre lo material? Creo que por acá pasa la clave. Si nos detenemos en el obsequio estamos dejando de lado algo importante. No es si lo necesitamos, o si vale mucho, poco. Si para obtenerlo uno tuvo que recorrer un gran trayecto, no. Creo que lo sustancial es eso de lo que hablaba antes. La clave está en la esperanza de la persona en que eso que ofrenda le guste al que lo recibe. ¿Por qué? Pensemos en esa sensación, en esa ilusión de que al recibir aquello en cuestión se den esas expresiones de sorpresa y alegría. El origen está en desear que el otro esté bien. Más allá de porque le guste el color de la gorra, o la fragancia del perfume. Desear que el otro esté bien porque se siente querido y reconocido.
Y de esta última oración se desprende un giro. ¿Cuándo nos sentimos queridos y reconocidos? ¿Cuándo el regalo es muy caro?, ¿Cuándo vemos que el que regala nos escuchó en la manifestación de nuestro deseo de…una novela, un skate, una lámpara? Una de las oportunidades en la que nos sentimos así es cuando el otro piensa en nosotros y quiere que estemos bien.
Tal vez suene cliché, de frase impresa en esos vasos reciclados de mermelada; pero el verdadero regalo esta en las manos de quien nos brinda el obsequio. Cuando comprendí esto ya no me disgustaron las remeras. De hecho, no me intereso si me regalaban algo o no. El ver y sentir que la otra persona pensó en mí y busco que yo estuviera feliz, con eso para mí basta.
Estas navidades, cuando se escuche de la voz de algún familiar sorprendido “pasó Papa Noel!!” no olvidemos que en la esperanza de que estemos bien esta el regalo más grande que nos pueden dar. Sin ese amor no hay nada que valga la pena.
¡Felices fiestas!