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    Se puede hacer de nuestras calles un lugar para todos y todas

    26 de febrero de 2018 - 16:00
    Se puede hacer de nuestras calles un lugar para todos y todas
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    Existen muchas perspectivas para conocernos como sociedad. Una de ellas es la observación de lo que sucede cotidianamente en nuestras calles.

    Se suele hablar muchas veces de “la ley de la calle”. También se dice frecuentemente que “la calle está dura”, que esta persona “tiene calle” y que a aquella “le falta calle”. Subyace en todo esto la idea de que “la calle” es un lugar hostil y peligroso. Algo parecido a una selva. La ley de la calle es similar a la ley de la selva.

    “Ganar la calle” es otro término sugestivo. Ganar la calle significa apoderarse de algo que es de todos. También aquí prevalece la misma idea: la calle es vista como un lugar de lucha para la dominación o la supervivencia, y no como un lugar de convivencia.

    Todo esto nos acerca a un dato esencial: a la calle la hacemos todos los que en algún momento y de alguna forma circulamos por ella. “La ley de la calle” es el producto de algunos consensos no escritos que delatan nuestra visión sobre los demás y nuestro modo de convivir.

    Los pavimentos descuidados y agrietados son imagen de nuestras grietas sociales, de la tácita complicidad con la ley del más fuerte o del más vivo. La grieta entre fuertes y vivos, por un lado, y los débiles y giles, no nos suele encontrar siempre del mismo lado.

    Hacer calles seguras es, en parte, una labor de ingenieros, urbanistas, inspectores de tránsito, legisladores, policías, fiscales y jueces. Pero sólo en parte. Si queremos “ganar las calles” para todos y todas, debemos hacer nuestra parte. Solamente podremos hacer de nuestras calles una “vía pública” (del pueblo, de todos y todas), si junto con los derechos propios respetamos también los ajenos, si vemos a los demás como seres semejantes a nosotros, si cumplimos nuestros deberes.

    El primer paso para ello es transitar por una dolorosa autocrítica. Así como es peligroso conducir en las calles sin mirar por los espejos, es peligroso conducirnos en la convivencia social sin mirarnos en el espejo. Una investigación de la Universidad Siglo XXI reveló la tendencia, entre los conductores argentinos, a pensar que los demás conducen bastante peor que uno. Las conductas de muchos peatones, que ponen en riesgo sus vidas, son objeto de otros estudios.

    Quizás bajarnos del caballo y bajar un cambio en las calles sea tanto o más difícil que bajar la inflación. Pero vale la pena decidirnos a realizar todos los esfuerzos necesarios para reducir la cantidad de muertes y lesiones en el tránsito vehicular. Lo muestra la experiencia de muchos países: tener calles para todos y todas es algo difícil, pero se puede.

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