Vivir en la calle
Cuando decimos que alguien “vive en la calle”, queremos expresar que esa persona pasa su vida allí. Pero si pensamos un momento, nos damos cuenta de que buena parte de nuestras vidas transcurre en la calle. Por ejemplo, si ocupamos alrededor de cuarenta minutos diarios en viajes a pie o en un vehículo, ese tiempo, en un año, equivale a diez días o a treinta jornadas laborales de ocho horas. Mientras transitamos en la vía pública también vivimos.
La inmensa mayoría de las veces, nos trasladamos de un lado a otro con un buen propósito. Circulamos por rutas, calles y veredas para ir a trabajar, estudiar, hacer compras, visitar amigos y familiares, ir al médico, concurrir a un espectáculo o salir de vacaciones. Lamentablemente, en pos de esas buenas metas, solemos transitar de una forma peligrosa en la vía pública. Y de este modo corremos el peligro de frustrar aquellos buenos propósitos. En la calle, mucha gente pierde la vida, la salud, el trabajo, los estudios, la capacidad económica, las ganas de disfrutar. O se lo hace perder a otros. Algunos, incluso, pierden familiares y amigos. Casi todos conocemos personas que han pasado por esta clase de situaciones. Hemos visto en la calle, o en la televisión, hechos terribles. Esta realidad no nos es ajena.
Si a cualquiera de nosotros nos preguntan cómo queremos vivir, respondemos que queremos vivir bien. Tratar de estar mejor, como dice la canción. Sería bueno que nos acordáramos de esto cuando circulamos en la calle. Porque cuando transitamos por allí, también estamos viviendo. Mejor dicho: conviviendo.