Santa Cecilia, la capilla que conserva las raíces de Mar del Plata
Por Bruno Perrone
Sus cimientos son más antiguos que el mismo origen al que se remite Mar del Plata pero se mantienen firmes frente al paso de los siglos de un modo admirable: tan admirable como el sentimiento y la convicción irrevocable que se impuso, casi como mandato de vida, Patricio Peralta Ramos para construir con sus propias manos el monumento con el que inmortalizó el espíritu de su esposa Cecilia Robles, fallecida el 12 de febrero de 1861 durante el parto del decimosexto hijo que concibió.
Su trascendencia, sin embargo, fue mayor al homenaje al cual se proponía dar forma. La capilla de Santa Cecilia no sólo plasmó un recuerdo imborrable de la mujer del fundador de “La Feliz” para un “pueblo” que hasta 1873 contaba apenas con la “casilla” del propio estanciero, un saladero, un molino, una panadería, una peluquería y un pequeño hotel, sino que en verdad sirvió como una guía trascendental de las primeras directrices urbanísticas sobre las que se asentaría la ciudad.
Fue el ingeniero Carlos de Chapearouge quien tomó al templo como punto de referencia para realizar el trazado de las calles de Mar del Plata. Desde esa edificación que se encuentra ubicada sobre la calle Córdoba, entre 9 de Julio y 3 de febrero, el hombre determinó cada manzana y cada calle con el uso de un centenar de varas, de 0,86 metros cada una, que permiten explicar porqué las cuadras de la ciudad tienen solamente una extensión de 86 metros.
Hoy, sobre la capilla, declarada monumento histórico nacional en 1971 por medio del decreto 793/71 que dictaminó el Gobierno de facto de Alejandro Lanusse, descansan los restos de uno de los hijos de Patricio, Eduardo Peralta Ramos, de su nieta Celina y de su bisnieto, el arquitecto Guillermo “Willy” Atila Araúz, un personaje entrañable en la ciudad que vivió sus últimos días a mediados de mayo de 2017.
Es lógico, entonces, que para Pablo Araúz, el hijo de “Willy” y tataranieto del fundador de Mar del Plata, resulte inexorable atravesar por distintos sentimientos e imágenes de su pasado al recorrer las instalaciones del icónico templo religioso, que tiene su acceso restringido al público desde hace años, cuando la ciudad cumple en este 10 de febrero 145 años de su creación.
Uno de los pocos descendientes del estanciero porteño que pueden encontrarse en “La Feliz” recordó que en su adolescencia era muy habitual la visita a la capilla junto a la familia durante los fines de semana, después de tener que arribar a los 14 años desde la zona norte de Buenos Aires por la labor que le encomendaron a su padre para hacerse cargo del cuidado de los terrenos de la amplia propiedad rural que en la actualidad se conoce como Santa Celina.
“Esta capilla era prácticamente la visita de todos los domingos porque salíamos desde Santa Celina al pueblo, que era el centro de Mar del Plata, e íbamos a la iglesia de Fátima en la calle Alberti o acá en Santa Cecilia a escuchar la misa. Y en La Rioja y Luro estaban los Varela Peralta Ramos, así que visitábamos a la familia y a las 20 o 21 ya había que volver para el campo”, rememoró.
Al aportar su mirada, Pablo coincidió con que el edificio que asoma sobre la loma marplatense es el “más importante y emblemático” que tiene la ciudad ya que presidió los primeros pasos de lo que fue el proceso de gestación definitiva de “La Feliz” que se propuso llevar adelante Peralta Ramos, tras ver frustrados sus intentos por reactivar la actividad saladeril desde su primera llegada al lugar en 1860.
“Él ya tenía definida en su cabeza la idea de crear un pueblo y faltaba una capilla. Si bien estaba la escuela, la casa, el boticario, faltaba una capilla y con ese fin la hizo. Pero yo creo que de verdad la amo mucho a su mujer porque después de la muerte de Cecilia no volvió a ser el mismo”, comentó.
El tataranieto del fundador, sin embargo, también hizo hincapié en la complejidad y la belleza arquitectónica que envuelve a la capilla, teniendo en cuenta las limitaciones de recursos y materiales que había para la época. Su construcción estuvo a cargo de Francisco Beltrami, a quien don Fortunato de la Plaza (el primer intendente de la ciudad) le encargaría 16 años más tarde la realización del Palacio Comunal con el que hoy cuenta el distrito de General Pueyrredon.
Pero el retablo del altar que se fundó en homenaje a Cecilia, el corazón del edificio erigido únicamente con muros de cal y piedra, cobró forma gracias a las manos del mismísimo Peralta Ramos. “Lo hizo con el material de un barco que se había hundido acá en la costa. Cuando te acercás, pensás que es un altar de granito o de mármol pero es de madera pintada. Es una obra de arte de una persona que solamente era un aficionado”, resaltó.
La capilla, además, está cubierta por un techo de tejas francesas. Tiene una única nave con un altar mayor, un presbiterio y los oratorios laterales. Su fachada principal, según detallan especialistas, exhibe líneas neoclásicas y muestra elementos genuinos de esa estética, como capiteles, y un frontis con una cruz de piedra, que tiene en sus extremos dos arcángeles sobre pedestales. La construcción, con una capacidad para albergar a 400 personas según lo que aseguraba el fundador, se completa finalmente con una torre campanario de cúpula nervada.
La presencia de la capilla en lo alto de la loma se había convertido en la única guía distinguible para todo el pueblo, y fue lo que permitió bendecir ese accidente topográfico con el nombre “Punta Iglesia”. Y, según se dice, desde ese punto también nace la denominación de la ciudad: poco antes de que Cecilia muriera, Patricio recorrió la costa con ella y ambos quedaron maravillados con la forma en la que el sol reposaba sobre el mar. Así, al asociar el reflejo plateado de los rayos solares en la interminable costa, no dudó en llamarla “Mar del Plata”.
Para lograr su mantención, el templo religioso debió ser intervenido en distintas oportunidades pero nunca perdió los rasgos que distinguen su privilegiada arquitectura. La última puesta en valor tuvo lugar a mediados de la década del ’90, por parte de un equipo interdisciplinario del Centro de Estudios, Históricos, Arquitectónicos y Urbanos (CEHAU) de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP).
El hijo de “Willy” Araúz, quien cumple funciones en el Ente Municipal de Turismo (EMTur) desde hace casi una década, destacó la intensa labor de las hermanas que están a cargo del cuidado de la capilla pero lamentó que permanezca desde hace mucho tiempo con sus puertas cerradas a los marplatenses y turistas, por lo que instó a que se revierta esta decisión “en algún momento”.
“Por cuestiones de seguridad u otra razón, el ciudadano marplatense, el turista o el público general no tiene mucho acceso y creo que es algo que se tendría que rever por ser el edificio más emblemático que hay en Mar del Plata. Estamos trabajando con el Obispado y las hermanas para que en algún momento quizás se puedan hacer visitas guiadas, que obviamente estén controladas, o que por lo menos se puedan abrir un poco más las puertas de esta capilla”, confió.
UN DESARROLLO SIN PLANIFICACIÓN
En el nuevo aniversario de Mar del Plata, Araúz reflexionó también sobre el proceso de crecimiento que se atravesó a lo largo de las décadas y si bien reconoció que se trata de una “ciudad joven” sostuvo al mismo tiempo que hubo una fuerte expansión “para todos lados”.
- ¿Cómo analiza el crecimiento que tuvo Mar del Plata?
- Siempre fuimos críticos de Mar del Plata pero para bien: el crítico constructivo. Esto es porque conocemos Mar del Plata e incluso yo en algún momento le hice los caminos rurales al Municipio por ese conocimiento; lo hice todo a coche a caballo y en bicicleta. Mar del Plata tiene mucho desarrollo pero muchas veces sucede que el desarrollo te sobrepasa. Y Mar de plata creció muy rápido: es una ciudad muy joven que creció para todos lados. Eso no deja de ser una problemática porque a veces es más difícil controlar lo que uno deja hacer que no hacerlo y ahí hay que poner el punto.
- ¿Se puede decir que hubo desarrollo pero sin planificación?
- Sí, y es algo que no solamente lo estamos viendo tiempo atrás sino que lo vemos ahora incluso. Y eso después le crea un problema importante al Municipio, sin importar quien esté. Porque hoy hay un intendente, mañana habrá otro y así sucesivamente, pero es verdad que a las personas que tienen los destinos de la ciudad les crea un problema siempre.
- Más allá de este crecimiento, ¿Siente que todavía hay una fuerte dependencia con el turismo como industria?
- Creo que Mar del Plata ha ampliado bastante sus categorías. Pero con Gustavo Pulti (NdeR: ex Intendente de General Pueyrredon) yo no coincidía mucho porque le daba mucha importancia a la parte industrial, y entiendo que siempre el punto número 1 de Mar del Plata va a ser lo turístico. Así nació, así creció y creo que así seguirá siendo. Más allá de que haya mucha industria, hay muchos otros componentes que siempre van a hacer que sea la ciudad la más grande.
Pablo Araúz se declara como un “fanático” de Mar del Plata. Junto con el amor por los caballos, lo atribuye como el principal legado que le dejó su padre. Por ese “fanatismo” asegura que desde que dio sus primeros pasos en la adolescencia nunca abandonó la ciudad y que, incluso, ni siquiera guarda la intención de tramitar un pasaporte para conocer otro destino: “No lo tengo y por ahora no lo quiero ni me interesa. Pero mucha gente que vuelve después de un viaje me reconoce que no hay otro lugar como Mar del Plata”.
- ¿Cuál es su deseo en este nuevo cumpleaños que celebra Mar del Plata?
- Mi deseo es que todas las cabezas vayan para el mismo lado por una Mar del Plata siempre mejor. Hay que trabajar mucho. Creo que todavía hay gente que piensa que Mar del Plata ya está vendida, que la gente viene igual de todos modos, y no es así. Yo recorro mucho Mar del Plata y la zona, y hay un crecimiento enorme en los alrededores. Antes, por la ruta 2, vos llegabas a Mar del Plata pero ahora te quedás en el camino con todas las ofertas turísticas que hay. Un ejemplo reciente es el emprendimiento que hicieron para hacer termas en Dolores, que me parece bárbaro.
Hay que prestar mucha atención; hay que trabajar en Mar del Plata todos los días y tratar de equivocarnos lo menos posible. Yo creo que si tuviésemos un poco más de emotividad los que trabajamos en Mar del Plata y los que tenemos los destinos de esta bendita ciudad, como decían mis familiares, podríamos hacer una Mar del Plata distinta.
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