¿Alcanza con pensar?
Nos inclinamos a creer que tomamos decisiones basados en evaluaciones racionales. Es decir, suponemos que nuestras acciones están regidas por nuestro mejor conocimiento de las condiciones que las influyen, y guiadas por el completo uso de nuestras facultades cognitivas. Sobre este tipo de suposiciones descansan muchos de nuestros actos y también la forma en que los valoramos. Tal es así que contamos con figuras jurídicas como la emoción violenta para señalar que existen condiciones excepcionales que nos alejan del dominio de nuestras capacidades reflexivas. Obviamente, el comportamiento en el tránsito no se aleja de estas consideraciones. En este caso, también contamos con estados excepcionales que alteran las facultades necesarias para comportarnos de acuerdo a lo esperado. No otra cosa son la fatiga, el consumo de sustancias, o la ira durante la conducción, entre otros. Pero, sin llegar a esos estados excepcionales, ¿es correcta la creencia de que nuestras decisiones se basan siempre en evaluaciones razonadas?, ¿qué sucedería si al tomar una decisión sobrevaloráramos nuestra capacidad de decidir racionalmente y desestimáramos otros mecanismos que pueden inclinarnos por un curso de acción sobre otro?. La respuesta a la primera de las preguntas es que nuestros comportamientos responden a distinto tipo de procesos y creencias, algunos más controlados que otros, y que pueden actuar de forma simultánea. Veremos algunos de ellos con un ejemplo como usar el cinturon de seguridad. Luego de revisarlos entenderemos que no podemos subestimarlos sin el riesgo de simplificar nuestra comprensión del comportamiento en el tránsito.
El primer mecanismo que me interesa mencionar es el hábito. El hábito no es resultado de una acción deliberativa racional, sino que responde a la repeticion de una acción sostenida en el tiempo y en respuesta a ciertas claves ambientales y comportamentales. Cuando esas claves están presentes, el comportamiento ocurre siempre igual. De ese modo, una vez que el hábito se desarrolló se vuelve prácticamente innecesario deliberar sobre las ventajas o desvantajas de una acción. Sin embargo, es importante señalar que para llegar a ser una premisa, el hábito debe ser primero un resultado. El desafío aquí es crear las condiones que generen el hábito de usar el cinturón de seguridad en la mayor cantidad de personas.
Otro mecanismo importante surge de la presión de los grupos de pertenencia. En este caso su influencia es resultado del proceso de convertir las normas grupales en normas subjetivas al internalizarlas y hacerlas propias. Esto quiere decir que si nuestros grupos sociales consideran importante usar el cinturón de seguridad y así lo expresan, es más probable que nosotros también lo creamos y que actuemos en consecuencia.
Otro factor importante es la percepción de control que tenemos sobre nuestros comportamientos. Esa percepción surge de la evaluación que hacemos sobre los factores que favorecen o inhiben determinada acción. Si consideramos que tenemos las capacidades necesarias para ejecutarla o que las oportunidades que se nos presentan para hacerlo son adecuadas y suficientes, entonces es más alta la probabilidad de que la realicemos.
Por último, me interesa señalar un proceso evaluativo que los psicólogos conocemos con el nombre de actitudes. Una actitud implica la evaluación negativa o positiva de un objeto o de un comportamiento. Pero esta evaluación no solo implica pensar acerca de algo, sino también experimentar emociones. Por ejemplo, podemos creer que el cinturón de seguridad es un mecanismo que puede salvarnos la vida en un choque y que reduce el riesgo de sufrir lesiones. Al mismo tiempo, usarlo puede generarnos incomodidad, podemos sentir que nos estropea la ropa, que nos quita movilidad y/o que es una molestia tener que usarlo. Cuando las valoraciones cognitivas y las emocionales son contradictorias el comportamiento no siempre se inclina hacia el lado de la razón. Es decir, podemos saber cuáles son las ventajas de usar el cinturón y cuáles las desventajas, y aun así, no usarlo porque no nos sentimos a gusto haciéndolo. Esta reacción podría calificarse de caprichosa, o de irresponsable, sin embargo, no hay que olvidar que los humanos además de racionales somos seres emocionales. Contemplar todos los factores que afectan los comportamientos es fundamental para actuar y prevenir mejor.
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