El bienestar físico de los niños y el transporte
Sentimos bienestar como resultado de estar sanos, de experimentar felicidad y de tener prosperidad. También forman parte de nuestro bienestar una buena auto-estima, un propósito en la vida, y la armonía en las relaciones sociales. El bienestar incluye aspectos psicológicos, físicos y sociales. Por ese motivo, no es extraño que los investigadores hayan señalado el vínculo entre bienestar y transporte. Esta relación ha sido bastante explorada para los adultos, y recientemente ha comenzado a explorarse para los niños. Durante mucho tiempo, los adultos han estado en el centro de la planificación urbana y del transporte. Dentro de este marco, la principal tendencia ha sido focalizarse en el “valor del tiempo”, entendido como la relación entre el ingreso y los viajes que hace una persona, ya sea por trabajo o para relacionarse con los otros. Ahora bien, durante la infancia el tiempo no se mide de ese modo, o no existe tal cosa como “el valor del tiempo”, sin embargo, el crecimiento de la motorización y la percepción de inseguridad en el ambiente urbano han generado una mayor presión sobre los padres en el transporte de sus hijos. De ese modo, los adultos actúan cada vez más a menudo como choferes. La contracara del padre/madre (o adulto responsable) chofer es la disminución de la movilidad activa y autónoma durante la infancia. Paradójicamente, el resultado no ha sido que los niños estén más seguros en el tránsito. Por ejemplo, en países con alta motorización los niños sufren la mayoría de las lesiones en siniestros viales viajando como pasajeros de auto. Tanto la disminución de la movilidad activa, como la siniestralidad vial impulsaron el interés en el vínculo entre transporte y bienestar en los niños.
El forma de movilidad utilizada es intrínseca al transporte porque es parte del viaje del niño. La reducción de la movilidad activa, es decir caminar, andar en bicicleta, etc, lleva a la reducción de los niveles de actividad física, y en algunos estudios, está vinculada con el aumento de peso. Otro aspecto que impacta sobre el bienestar de los niños cuando son pasajeros de auto es la exposición a gases tóxicos. Los gases pueden provenir de las emisiones del vehículo o de las emisiones de vehículos circulantes. En un estudio que se realizó hace algunos años, se observó que los niños que viajaban al colegio en transporte escolar se exponían 100 veces más a emisiones que quienes vivían en las inmediaciones de las rutas recorridas.
El transporte también tiene influencias externas sobre el bienestar de los niños. Son externas porque son consecuencia del comportamiento de otras personas y no de sus conductas durante el viaje. La más conocida son las lesiones por siniestros, pero la contaminación del aire por uso de combustibles fósiles y la contaminación sonora también impactan negativamente sobre su bienestar físico. Los componentes liberados por los caños de escape se relacionan con una mayor incidencia de asma bronquial, leucemia, y tumores en el sistema nervioso central; y los ruidos ambientales producidos por motores y rodados se vinculan con aumentos de la presión arterial.
Finalmente, un aspecto relevante del transporte es que permite el acceso a recursos materiales y simbólicos. Un dato paradójico es que con el aumento de la motorización disminuye la posibilidad de que los niños realicen actividad física o recreativa si no son transportados por algún adulto hasta el lugar de destino. Como resultado, el acceso a estas actividades se restringe a favor de quienes tienen vehículos motorizados. Por otra parte, el acceso a la salud también se restringe si no se posee un automóvil. La movilidad es, en algunos países, una de las cinco barreras principales para acceder a la salud, ya que el sistema de transporte no suele estar diseñado alrededor de esas necesidades.
En la actualidad el transporte se vincula con peores condiciones de salud física y menor acceso a recursos para los niños, y sobre todo para los más pobres. No nos ocupamos en esta columna de su impacto psicológico, cognitivo, social o económico, sin embargo, todo parece indicar que es tiempo de modificar las concepciones que guían su planificación y comenzar a enfocar la movilidad urbana con el bienestar de los niños como eje central.