No es movilidad para los viejos
Según un informe del año 2018 del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, el 22,5% de los habitantes de nuestro país tiene más de 60 años, y el 26,9% tiene entre 18 y 29 años. En Mar del Plata, sin embargo, los porcentajes se invierten. Viven en la ciudad un 25,8% de personas mayores de 60 años, y un 21,9% de personas jóvenes. Estos datos indican que la pirámide demográfica de Mar del Plata está envejecida. Tener un porcentaje elevado de la población en este segmento de edad plantea varios desafíos. Algunos de ellos vinculados con la movilidad y el transporte. Sin embargo, no es equivocado decir que es poco lo que se hace, y también lo que se dice al respecto.
Una pequeña historia personal puede servir para plantear algunas preguntas. Hace algunos años, una tarde, me encontré con mi tío abuelo en la puerta de mi casa (éramos vecinos). En ese entonces él tenía unos 88 años. Estaba vestido de manera elegante, algo habitual, a decir verdad. Recuerdo que le pregunté si estaba por salir a pasear. Él me contestó: “No, voy a ver al médico, voy varias veces al veces al mes, es casi mi único paseo (y se rió)”. Mi tío tenía un Fiat Duna de color gris que manejó hasta poco tiempo antes de morir. Más allá de lo que me dijo esa tarde, yo sabía que hacía otros paseos con regularidad. Nunca quiso dejar de manejar, pero le preocupaba la posibilidad de que no le renovaran el carnet de conducir. Fue esa preocupación la que me hizo pensar por primera vez en los problemas que enfrentan los adultos mayores para su movilidad, sobre todo aquellos que no tienen la posibilidad de conducir. Mí tío pudo resolver muchas de sus necesidades gracias a su salud y a su autonomía. Sin embargo, eso no es así para todas las personas como él. ¿Hasta cuándo se puede conducir un auto sin generar riesgo para sí mismo o para terceros? ¿qué pasa cuando no se puede conducir más?, ¿qué ocurre cuando no se posee un auto?, ¿la infraestructura de la ciudad favorece la movilidad de los adultos mayores?, ¿hay algún vínculo entre la movilidad y el bienestar general de una persona?
A partir de los 75 años el riesgo vial en términos de lesiones y muerte solo es superado en el caso de las personas que tienen entre 15 y 29 años. Esto es, los adultos mayores son el segundo grupo de edad más afectado por la siniestralidad vial. Varios factores se relacionan con esta situación. Entre ellos, el uso de medicamentos; la limitación de la visión generada por patologías como las cataratas, el glaucoma, o la maculopatía; las enfermedades cardiovasculares; las demencias (aún en sus primeras etapas); o las dificultades musculoesqueléticas como la reducción en la masa y elasticidad muscular.
Conducir es una parte importante de la movilidad y la sociabilidad de las personas. Dejar de conducir es una decisión importante y difícil porque implica la posibilidad del aislamiento social. Acceder a amigos, familiares, bienes de consumo, cuidado personal, educación, o enriquecimiento cultural, dependen de la capacidad de movernos de un lugar a otro. Para muchos adultos mayores dejar de conducir implica volver a depender de otros luego de largos años de autonomía. Las alternativas tampoco son buenas. Recurrir a servicios de transporte privado puede ser muy caro, el transporte público es deficiente para resolver sus necesidades, y la infraestructura de la ciudad no es buena en términos de accesibilidad. Alcanza con reparar en el estado de las veredas, la falta de rampas en todas las esquinas, y hasta el estado de los cruces peatonales. Estas situaciones conducen a la reducción de la movilidad, que genera aislamiento, empobrecimiento personal y cultural, y, potencialmente, padecimientos emocionales y hasta depresión.
Una solución a la ausencia de alternativas para la movilidad es aplazar en el tiempo la decisión de dejar de conducir. Algo todavía más pronunciado entre los varones, posiblemente debido a los roles de género predominantes. Esto también ocurre entre quienes tienen diagnósticos de dificultades cognitivas. Garantizar la seguridad de los adultos mayores y de los demás usuarios del tránsito requiere de evaluaciones periódicas. Este es un ámbito en el que se realizan constantes investigaciones y desarrollos. Sin embargo, aunque sea necesario prohibirle a una persona que conduzca, eso debería estar acompañado de medios que garanticen que su movilidad no se verá drásticamente reducida.