Un gobierno que no apuesta por una pesca con trabajadores
Por Roberto Garrone
La industria pesquera espera, por estas horas, el discurso de Alberto Fernández en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso para saber si finalmente el Presidente confirma la reducción de los derechos de exportación a los productos pesqueros o habrá que seguir cultivando la paciencia, algo que que no sobra en Mar del Plata, casi como los barbijos por el coronavirus.
Lo que parece una certeza que condena a los eslabones de la cadena fresquera es que la modificación apenas será cuantitativa, del 9% bajarán al 5% para el amplio aspectro de productos que exporta la pesca nacional.
Una medida que retrotrae la situación al esquema previo a la Ley de Solidaridad que implementó el nuevo gobierno, pero que mantiene las asimetrías entre los dos modelos de producción principales: el que pesca, procesa y congela a bordo y el que reprocesa en tierra y en el caso de la merluza, vende al mismo mercado que recibe el que produce la flota factoría.
Pasaron casi 80 días de la gestión Fernández, cerca de 200 desde que se perfiló la victoria después de las PASO y no hayan podido separar la paja del trigo en el negocio exportador pesquero. Que reciban la misma retención quien vende filet interfoliado de melruza que uno despinado y desgrasado. El que exporta langostino entero que el que exporta cola en bloque o cola pelada y devenda en bolsa de un kilo directo para góndola.
Un estudio elaborado por la anterior administración, una vez eliminados los reintegros tras la mega devaluación del invierno de 2018 y el regreso de las retenciones, determinó que pasarle el peine fino a las posiciones arancelarias de la pesca no tenía un costo superior a los 25 millones de dólares para las arcas oficiales.
El año pasado las exportaciones pesqueras descendieron un par de escalones en la generación de divisas a partir de una merma en los volúmenes y una caída en los precios del langositno, actor protagónico en el negocio pesquero nacional.
Así y todo fueron casi 1850 millones de dólares. Aplicar un esquema diferenciado que estimule la producción y el agregado de valor en tierra no significa más que resignar el 15% del volumen recaudado. Chirolas en comparación con los más de 3 mil millones de pesos de déficit primario que registró la gestión Alberto solo en el primer mes del año y con la obra pública paralizada.
Claro que será muy difícil de repetir el regular 2019. El enero 2020 comenzó con la peor cara. Los desembarques en Mar del Plata bajaron de 15 mil a 10 mil toneladas y las exportaciones del sector se redujeron casi un 27%.
Y a los que venían a poner a la Argentina de pie no se les cae una idea para corregir esta curva descendente. No flexibilizan autorizaciones de captura de especies más rentables como el abadejo y los condrictios como para generar un poco más de movimiento en los brazos de fileteros, ni quitan piedras a la mochila impositiva. Mucho menos estimulan el corte de merluza en tierra cuyo valor subió un poco ante la falta de oferta.
En este tiempo de gestión no hubo ninguna señal en favor de la producción, de apostar al trabajo y a la generación de empleo. Solo moratorias y créditos que pueden servir para tapar una urgencia pero no para comprar materia prima. Lo demás lo aporta el coronavirus que frenó las ventas en China y Europa, los principales destinos de los productos del mar argentino y posiblemente acentúa la caída de precios.
Lo dicen las cifras que publica el INDEC. De los 127 millones de dólares exportados, 104 fueron producto de la venta de pescados, molustos y mariscos enteros y sin elaboración. Y la rebaja del 9% al 5% no corrige esta cuenta; solo tenderá a hacerla más extrema de lo que ya es.
Por si no quedó claro, casi 9 de cada 10 dólares que ingresan al país por la venta de productos de la pesca, no tuvieron transformación alguna, solo captura, lavado, encajonado y afuera. Nada de transformación con manos de trabajadores argentinos para generar un subproducto de mayor valor, que redunde en el ingreso de más divisias, y por consiguiente, de mayor recaudación por la aplicación de las retenciones.
Mientras la rentabilidad del negocio pesquero se sostiene en el modelo congelador, las postales que asoman en tierra resumen inactividad, incertidumbre y preocupación. Pérdidas de puestos de trabajo y en las últimas horas, la represión policial para desactivar reclamos laborales.
Si el gobierno no corrige las diferencias evidentes entre ambos sistemas de producción, contemplaremos una industria sin trabajaodres. Es el sueño de muchos. Debería ser también una preocupación.