Del Rojo al Blanco… tipos de Tés para Todos los Gustos
La tendencia a consumir más té, en detrimento de otras infusiones occidentales tradicionales, como café o mate, en estas regiones latinas, ya no se arraiga sólo en mejorar una salud debilitada o adelgazar sino que, muchas veces, se asocia con mayor conciencia del cuerpo, con el deseo de una vida más saludable y con la intención de disfrutar sus propiedades organolépticas: sabores, aromas y colores que se perciben con más fuerza y diversidad en esta bebida tan beneficiosa.
Desde tiempos remotos se extraen los principios activos de hierbas mediante la acción del calor y son muchas las bebidas que se preparan echando agua caliente sobre sus hojas, flores, raíces, frutos o semillas. Tal es el caso del té que se produce en base a una única planta, la Camellia Sinensis, en cualquiera de sus variedades, sin importar el tipo de procesamiento que reciban sus hojas antes de ser comercializadas y consumidas en alguna de sus presentaciones y calidades.
Una infusión que esté realizada en base a otra planta, -cedrón, manzanilla, jengibre, anís, menta, por mencionar algunas-, no es en realidad té, aunque se la señale de manera popular de esa forma. De hecho, el Código Alimentario Argentino, indica que la denominación genérica de té refiere exclusivamente al producto obtenido por el procesamiento de yemas, hojas, pecíolos y tallos tiernos de dicha especie vegetal.
Ahora bien: Esos universos de variedades de la planta del té, de tipos de procesamientos que pueden generar productos diversos y de calidades dispares, son tan ricos que no alcanzan estas líneas para describirlos y serán tema de otros artículos. Esa riqueza está aportada por el Mercado del Té que se ha desarrollado durante siglos, desde un camino que se origina en China, en el Siglo XXVIII a. C. y llega a la actualidad, con una producción en más de 40 países ubicados principalmente en Asia, África y América del Sur, luego de pasar por casi todas las culturas del mundo.
La cuestión ahora es ver porqué hablamos, entre otros tipos, de Té Negro, Verde, Rojo, Azul o Blanco, si todos provienen de la Camellia Sinensis y no siempre sus hebras o el licor que se bebe, tienen el color al que referencia su nombre.
Estas variedades de té se diferencian unas y otras por sus métodos de elaboración y el grado de oxidación o de fermentación, reacciones químicas que se producen por el contacto con el oxígeno o por microorganismos que convierten el azúcar en alguna otra substancia, respectivamente y modifican el sabor y color del producto.
Lo que en occidente llamamos Té Negro es el tipo más característico por su cuerpo y sabor intenso. Es el té más oxidado. Por eso sus hojas son de color marrón oscuro, a diferencia del Té Verde, descripto como “la bebida más sana del planeta” en el portal Healthline, especializado en información médica y consejos de salud, el cual se obtiene calentando, enrulando y secando las partes más tiernas de la planta sin que hayan experimentado oxidación ni fermentación por lo que mantiene sus hojas con alguna tonalidad verde.
El Té Azul, o de tipo Oolong, por su parte, está semioxidado; ha sido referido como el “té de la longevidad” y tiene un procesamiento de suave oxidación que lo coloca entre el Té Negro y el Té Verde. Es elegido ampliamente por quienes persiguen una alimentación saludable porque se considera antioxidante y depurativo; además, tiene menos teína que el Té Negro, por lo que no dificulta la conciliación del sueño.
El Té Blanco, por su parte, es más caro y difícil de conseguir que el resto; es el más delicado y suave de todos pues se prepara con los brotes más tiernos de la planta recolectados a mano y no se fermentan ni oxidan. Ha sido conocido en China como “el té del emperador” ya que sólo accedían a este lujo los nobles más allegados al Palacio y tiene fama de ser un elixir de juventud por su cantidad de antioxidantes -3 veces más que el té verde- y alto contenido de vitaminas E y C. Recién en el siglo XIX aparecen referencias a este té en los países asiáticos y no fue hasta fines del siglo XX que llegó a nuestros pagos.
Por último, el Té Rojo, conocido como “quemagrasas”, generalmente más sabroso que los anteriores porque tiene un período mayor de guarda que le aporta un color rojizo. Al Té Rojo no se lo debe confundir con un sustituto del té, a veces llamado de esa forma por el color de sus hojas, el Rooibos, que proviene de la planta sudafricana Aspalathus Linearis, el cual, además de ser considerado muy saludables, no tiene nada de teína, lo que lo hace una infusión alternativa muy elegida.
Más allá de esta clasificación del té que describe su método de elaboración y qué tan oxidadas llegan las hojas de la planta a la tetera, el apasionante mundo del té nos invita a degustar bebidas más saludables aún, con sabores y aromas herbales, frutales dulces, frutales cítricos, florales, especiados y, por qué no, más exquisitas, combinadas con uno de los sabores más complejos y ricos de los alimentos, el chocolate, o con el agregado de jugos, leche, crema o lo que la imaginación invite.
Lucía Malbernat, Titular Orientés, Casa de té en hebras
Patagones 495, Mar del Plata
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