Tres historias de segregación
Segregar es un verbo espinoso que generalmente se emparenta con la injusticia pero puede tener otros sentidos. Un caso memorable de su con vínculo con la discriminación es la historia de Rosa Parks, que en el año 1955, en Montgomery, Alabama, viajaba en transporte público después de un día de trabajo cuando se negó a dejarle su asiento a un hombre blanco. Rosa era afrodescendiente, la segregación racial era la norma y desobedecerla tenía consecuencias. Rosa fue presa, pero sin quererlo su acción inspiró un movimiento de boicot al transporte público que se extendió por más de un año. Solo cuando el Tribunal Supremo de los Estados Unidos declaró inconstitucional la segregación racial en los autobuses, las personas afroamericanas volvieron a viajar en ellos. La segregación racial no finalizó hasta 1964 con el Acta de Derechos Civiles.
Hay un gran mensaje en esta historia, por eso se la repite a menudo. Es el de actuar a pesar del miedo, el del poder de las acciones colectivas y el del valor de la no violencia frente a un enemigo mucho más fuerte.
Segregar en otros casos implica una protección frente la violencia más que su ejercicio. Desde hace algunos años, en algunos países, más de los que nos gustaría reconocer, se ha impuesto la segregación por motivos sexuales en el transporte público. A esa iniciativa se la conoce coloquialmente como vagones rosa. La disposición es muy sencilla, ningún varón que no sea un niño puede subir a los vagones o vehículos destinados a las mujeres. El propósito es protegerlas del acoso y la violencia sexual. En este caso no hay unanimidad para valorar la acción de segregar. Algunas mujeres sienten que viajan más seguras y están a favor. Otras creen que, aunque puede ser necesario, es un error porque implica la naturalización de algunas conductas masculinas y desplaza el problema sin resolverlo. El mensaje, en esta historia puede plantearse como preguntas: ¿necesitamos segregar para proteger? ¿qué sucede cuando una medida es pragmáticamente beneficiosa pero filosóficamente cuestionable?
Por último, segregar puede ser condición para la equidad. En este caso, como en la Carta Robada, el cuento de Edgar Allan Poe, está a la vista de todos. La segregación es moneda corriente en el tránsito. Los peatones tienen su espacio específico para desplazarse. Allí donde ellos caminan otros no deben desplazarse. Eso es válido para las veredas y para las sendas peatonales. Invadir es el verbo que indica cuando un auto se detiene sobre la senda peatonal. Los ciclistas tienen prohibido cruzar pedaleando por el paso cebra. Allí nunca hay temporada de caza. Pero lo evidente deja paso a la ausencia cuando bajamos el cordón y montamos sobre ruedas. En la mayoría de las ciudades de Argentina, y en la mayoría de los países del mundo, reina una falsa universalidad. Es decir, en la calle somos todos iguales, no hay preferencias, ni espacios especiales. Sin embargo, suelen imponerse los que tienen más fuerza, por tamaño o por potencia. Los más débiles, que son los ciclistas y los motociclistas, engrosan las estadísticas de lesionados y muertos. En este caso parece tener sentido usar una forma de afirmación positiva y brindarles derechos especiales que se traducen en espacios especiales. Las bicisendas, las ciclovías, son, quizás, los más conocidos. Pero existen otros que también son válidos si se trata de darles protección. Entre ellos se encuentran los espacios especiales para su detención en vías semaforizadas. Dicho de otro modo, se trata de destinar un espacio entre la senda peatonal y el frenado de los automóviles para que se detengan y arranquen con prioridad motos y bicicletas. Entre sus ventajas está darles visibilidad gracias a la prioridad. Mucha gente no está a favor de espacios como estos por distintos motivos que suelen girar alrededor del derecho individual que maximiza la falsa ilusión de libertad sin contemplar la equidad en el uso del espacio público. Es importante recordar que los ideales iluministas ubicaban a la par de la libertad a la igualdad y a la fraternidad. Sin esos tres valores el resultado es un individualismo inconducente.
De acuerdo con cada una de estas tres versiones segregar será una aberración, un medio de protección o un objetivo en sí mismo. Se podrá decir que se trata de situaciones distintas, pero en todos los casos se trata de buscar un mundo más justo y más equitativo. En todos, la movilidad y el transporte están involucrados. En todos, el mensaje es que el mundo cambiará si hacemos algo para cambiarlo.
*para Ana