Invitados ocasionales
¡Auto! ¡Auto! ¡Auto!, era la alarma que gritábamos en la calle mientras jugábamos. Recuerdo, entre muchos otros juegos, partidos de fútbol con los portones como arcos; partidos de básquet con aros improvisados en cestos de basura, mancha puente, hielo, bruja; la escondida que conjugaba varios desafíos a la vez: no ser visto, calcular el momento justo para salir, la velocidad y la oportunidad de ser héroe por un instante; canchas de matador con la brea como línea divisoria, carreras de autitos sobre el cordón de la vereda; excursiones en bicicleta que ampliaban los límites del barrio. La calle era nuestra y los autos eran visitantes ocasionales.
A veces la infancia se recuerda como un paraíso perdido, otras veces no. ¿Es posible narrar experiencias que nos incluyan a todos? Las ciencias sociales, y entre ellas la psicología, se debaten entre la búsqueda de explicaciones que se asemejen a leyes científicas y la comprensión de la experiencia individual. Casi siempre, la versión más interesante surge cuando las condiciones generales sirven para entender las trayectorias personales.
Muchos de los comportamientos que para los adultos son medios para un fin, son un fin en sí mismo para los niños. Jugar y trasladarse constituyen un ejemplo que plantea varios desafíos. En este caso, algunas condiciones generales son las características físicas y psicológicas de la infancia.
Durante este período de la vida es difícil estimar al mismo tiempo la velocidad y la distancia de objetos en movimiento, la capacidad para detectar el origen de los sonidos no está completamente desarrollada, la perspectiva visual está condicionada por la estatura, la visión periférica es limitada, la estimación del riesgo es inadecuada, y las capacidades físicas como fuerza o coordinación de movimientos están en pleno desarrollo.
Estas características convierten a los niños en usuarios vulnerables del tránsito. Un hecho que lo refleja es que las lesiones por siniestros viales son la segunda causa de muerte en el mundo entre los 0 y los 14 años. Las madres y los padres saben, sin necesidad de estadísticas, que el tránsito es peligroso.
Las condiciones del sistema vial son el segundo grupo de condiciones generales. Los límites de velocidad, el fomento de la movilidad activa, el apaciguamiento y la segregación del tránsito, son algunas de las posibilidades para cuidar a los y las niñas. En lugar de eso, a lo largo de los años y como una más de las distintas versiones de la privatización de la vida, la principal medida adoptada para protegerlos ha sido subirlos a los automóviles. Paradójicamente, los padres y madres choferes no aumentaron la seguridad de sus hijos.
Según un estudio de la Dirección Nacional de Observatorio Vial (2018a) la gran mayoría de los niños viajan en auto en posiciones inadecuadas, es decir en asientos delanteros, o sin usar sistemas de retención infantil (SRI o sillitas). Las frecuencias de uso observadas fueron de 53,6% en niños hasta cuatro años de edad y de 82,4% en niños entre los cinco y los diez años. El bajo uso es un factor que se relaciona con lesiones y muertes viales en la infancia, tanto como los atropellos. El Observatorio Vial (2018b) también se interesó en relevar las razones que impiden que los adultos utilicen correctamente los SRI para trasladar a sus hijos. Uno de ellos es la asimetría informativa, es decir, mala o poca información acerca de las normas que regulan su uso, sobre su utilidad, o sobre cómo usarlos. El costo de los SRI, la falta de políticas públicas de distribución y la ausencia de controles adecuados también afectan los niveles de uso. Otro factor es la permisividad de padres y madres. La principal razón que ellos señalaron para dejar que niños y niñas viajen sueltos o en ubicaciones no recomendadas es reducir las tensiones vinculadas con el viaje.
Uno de los motivos más importantes para la movilidad dependiente de niños y niñas es la inseguridad vial, sin embargo, la solución implementada incrementa el peligro que se intenta contrarrestar. Usar el auto para protegerlos de los autos es aumentar el volumen de tránsito y las fuentes de peligro. Uno de los resultados impensados de esta acción es afectar las biografías de muchos de los adultos del mañana. Sus recuerdos ya no incluirán jugar en la calle con amigos, caminar hacia o desde la escuela o explorar el barrio en bicicleta. En su lugar recordarán uno y el mismo viaje repetido. La sensación de seguridad se impuso sobre su independencia y autonomía. Al mismo tiempo, cambiaron las reglas de ocupación de la calle. Ahora los invitados ocasionales son los niños.
Fuentes
Dirección Nacional de Observatorio Vial (2018a). Situación de la Seguridad Vial en Argentina. Ministerio de Transporte. Presidencia de la Nación.
Dirección Nacional de Observatorio Vial (2018b). ¿Por qué los niños se trasladan de manera insegura en la Argentina? Ministerio de Transporte. Presidencia de la Nación.